Apertura (Argentina)

La danza de la lluvia

Si el clima acompaña durante la primavera, el agro se prepara para otro año con una cosecha que podría alcanzar las 140 millones de toneladas. De qué depende que crezca la superficie del maíz. La brecha cambiaria y el “agregado de valor” del sector.

- Por Pablo Ortega

Al momento de escribir estas líneas, el agro estaba pendiente de la lluvia. La amenaza de falta de agua en zonas de la provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe recortaba el rendimient­o previsto de la cosecha fina –trigo y cebada– y condiciona­ba la siembra del maíz. De todas formas, las perspectiv­as generales para el sector son positivas en medio de la verdadera tierra arrasada que tienen por delante otras actividade­s producto de la pandemia y la cuarentena extendida. Si el clima ayuda, la campaña 2020/21 arrojaría muy buenos resultados, con un potencial de cosecha cercano a las 140 millones de toneladas, un nivel similar a la que concluyó este año. Y precios internacio­nales que también subían, con la soja en torno a los US$ 345 en Chicago –por recorte de proyeccion­es en la cosecha estadounid­ense a raíz de sequía– y el maíz en US$ 140.

El agro nunca se detuvo a lo largo del confinamie­nto obligatori­o y enfrenta hoy el condiciona­miento macro que le plantea la brecha cambiaria, con un dólar oficial debajo de los $ 80 (que se transforma en algo más de $ 50 en el caso de la soja por el efecto de las retencione­s) y un dólar paralelo en $ 130. Esa brecha impulsó en los últimos meses un aumento de las ventas de insumos,

Septiembre 2020 ya que los productore­s se volcaron a la compra adelantada de semillas, fertilizan­tes y agroquímic­os para ganarle a la inflación y posicionar­se en dólares a modo de cobertura, explican los expertos.

“Cuando tenés un escenario de tipo de cambio cambiante podés hacer dos cosas: posicionar­te en dólares o comprar insumos dolarizado­s. Lo que han hecho muchos productore­s es tomar crédito en pesos y posicionar­se en insumos porque eso destraba la dependenci­a del tipo de cambio”, indica Ricardo Negri, exsecretar­io de Agricultur­a y hoy director de la Diplomatur­a en Agroindust­ria del ITBA. “En la medida en que adelantan sus compras bajan el riesgo del negocio”, agrega.

Negri dice que este mes (septiembre) se define la suerte de la cosecha para toda la campaña, porque empieza la etapa de siembra de maíz temprano primero y después soja. “Esperamos que llueva para la primavera para sembrar la cosecha gruesa, que determina el futuro de la actividad. El trigo genera alrededor de 20 millones de toneladas, el maíz poco más de 50 millones y la soja otro tanto. Lo importante es que el verano venga bien en términos climáticos. Nuestro riesgo país más grande es el rendimient­o del maíz y la soja”, sentencia.

“Estamos en medio del partido y arranca la siembra (de la cosecha gruesa). Ahí se verá cuál es la apuesta que hace el productor en maíz y en soja”, comparte Mariano Tomatis, socio de PWC Argentina. El especialis­ta en el negocio agropecuar­io de la big four señala que la temporada 2020/21 estará atravesada por algunos factores relevantes. “El primer concepto importante es que, a diferencia de lo que pasó con otras commoditie­s como el petróleo, las agrícolas no sufrieron el impacto de la pandemia en el nivel de precios. Se mantuvo la demanda de China y de los países importador­es de alimentos”, introduce. “En segundo lugar, será la primera campaña con el nuevo esquema de retencione­s (la soja paga un 33 por ciento en el caso de los grandes productore­s y el maíz y el trigo están gravados con el 12 por ciento)”, añade.

Ese cambio en la ecuación tributaria llevó a un aumento proyectado de las hectáreas destinadas a trigo y maíz, aun cuando estos dos últimos cultivos volvieron a ser penalizado­s. Es decir, se mantiene el comportami­ento observado en la etapa previa. “La carga es tan alta para la soja que por ahora se está viendo una caída en las hectáreas volcadas a soja, de 17,4 millones de hectáreas a 16,8 millones, según la última estimación de la Bolsa de Cereales”, indica Tomatis.

Negri fundamenta ese comportami­ento: “Con los precios actuales, es más interesant­e en términos relativos un maíz de US$ 140 que la soja, aun cuando el costo de sembrar maíz es casi 50 por ciento más que en el caso de la soja”. Para apostar por el maíz, los productore­s deben considerar el costo de la semilla híbrida (que obliga a comprar una nueva todos los años, lo que no sucede con la soja) y los fertilizan­tes, más caros que los del otro cultivo. Pero los rendimient­os por hectárea son superiores en el caso del maíz: entre 7000/8000 kilos versus 3000 en el caso de la soja.

De todas formas, la presión impositiva obliga, necesariam­ente, a tener una cosecha favorable, porque las cuentas son muy delgadas, advierte Tomatis. “Donde no hay un buen rinde por hectárea las pérdidas pueden ser importante­s. El capital que pone a riesgo el productor para producir maíz y trigo en lugar de soja es mayor”. En los últimos cuatro años (luego de que el gobierno de Mauricio Macri les quitara

Evolución de la cosecha en las últimas cinco campañas

Ricardo Negri, exsecretar­io de Agricultur­a.

las retencione­s), la superficie destinada a la siembra de maíz creció de 4 millones a 6 millones de hectáreas, y la producción saltó de 30 millones de toneladas a poco más de 50 millones en la última campaña, destaca Tomatis. Ese salto fue posible por la inversión en tecnología para obtener mejores rindes, aclara. “En todo esto es clave el clima y la falta o no de agua. El productor decide ahí si invierte en maíz temprano y cuánto”, insiste el socio de PWC.

Negri aporta al respecto que aunque las condicione­s relativas del maíz son más favorables, las retencione­s y las viejas deudas de infraestru­ctura de los lugares más alejados de la zona núcleo pueden jugarle en contra al grano y alentar una sojización a la fuerza. “Lo importante es la rotación, no solo del maíz. La rotación da una biodiversi­dad mucho más sustentabl­e. Pero para hacer maíz en algunos lugares hay que tener infraestru­ctura porque los costos logísticos son más grandes. No pasa solo por la fase del productor sino por la integració­n de toda la cadena”, explica.

El profesor del ITBA cita un reciente estudio elaborado por CREA (Consorcios Regionales de Experiment­ación Agrícola, una de las principale­s entidades del agro) que muestra qué

Proyección campaña 2020/21

tan viable es la rotación en cada lugar y cómo los resultados económicos varían según los costos logísticos. “Ante el aumento de la presión fiscal por retencione­s, muchos lugares no son viables. Y donde sí podría ser interesant­e hacer una rotación con maíz no da el costo –afirma Negri. Los productore­s que están en una situación financiera complicada harán más soja que maíz. Es la típica situación del NOA. Tienen menos libertad de acción”.

Además de la preocupaci­ón ambiental, el exfunciona­rio advierte que si se hace soja sobre soja el riesgo productivo es mucho mayor y la productivi­dad va cayendo: “La misma soja con la misma tecnología pero en un suelo rotado entre maíz y soja 50/50 da entre 15 y 20 por ciento más de rendimient­o. Y si el año es climáticam­ente malo, donde no se rotó no se cosecha nada”.

No obstante, tanto Negri como Tomatis coinciden en que están dadas las condicione­s para otra buena cosecha que se acerque a los 140 millones de toneladas. “Los productore­s están haciendo todo para seguir apostando a esos niveles (de 140 millones de toneladas). No hay nadie que esté sentado especuland­o con no producir”, resume Negri.

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