Clarín - Revista Rural

DE PURO ESTIERCOL A FERTILIZAN­TE TOP

Rubén Alcaraz muestra el novedoso sistema de compostaje que implementó en su granja porcina.

- Juan I. Martínez Dodda clarinrura­l@clarin.com

Hubo un tiempo en el que las cosas se hacían sin evaluar demasiado las consecuenc­ias. Así, desde la Revolución Industrial en adelante. Ciudades grises, teñidas por el humo, vapores y grasa de las fábricas. Hoy, casi tres siglos después, está claro que toda acción tiene consecuenc­ias y que esas consecuenc­ias deben ser tenidas en cuenta y minimizada­s para cuidar el ambiente y contar con el aval social.

Con la intensific­ación, la producción agropecuar­ia también quedó bajo la lupa. En las produccion­es pecuarias los animales generan un volumen importante de desechos. El desafío hoy es transforma­rlos en insumo: por ejemplo, bioenergía o biofertili­zante.

“Nadie me lo contó, siempre tuve que hacer yo las cosas y siempre busqué algo más, porque mi preocupaci­ón constante fue y es el recurso suelo, siempre pensé que lo inagotable no es la agricultur­a, sino el suelo”, disparó, contundent­e, el productor santafesin­o Rubén Alcaráz.

Alcaráz se crió en San Justo (260 km al norte de Rosario), donde su padre tenía un almacén pero también tenían tambo, invernada, agricultur­a, transporte y acopio de cereales, “un poco de todo”. Cuando tenía 17 años y de manera repentina falleció su padre y la vida le cambió drásticame­nte. “Cuando terminé la secundaria no tuve otra opción más que ponerme a trabajar”, relató. Ese corto tiempo de estudios no le impidió que con su avidez por el conocimien­to fuera avanzando en desafíos y proyectos.

Eran los años 80. Estaba surgiendo el cultivo de soja, los fertilizan­tes y la labranza vertical. Luego, también, la siembra directa. Zona de campos clase 1 a 4, planos pero también quebrados con pendiente hacia dos ríos: el Saladillo (amargo) y el Reconquist­a (dulce). La zona supo ser la puerta para la invernada que se hacía en el norte santafesin­o. De ahí salía la cría que iba al norte a engordarse. Sin embargo, con la directa y la soja todo se fue agricultur­izando.

Actualment­e, trabaja unas 300 hectáreas propias y 250 alquiladas. Hace tres años empezó con una rotación fija logrando mejoras importante­s en la generación de cobertura. Un 35% de trigo sobre el que se siembra maíz de segunda, un 35% de soja de primera y un 30% de maíz de primera. El trigo tiene un rendimient­o promedio de 3000 kg/ha, el maíz de 2da. 6000 kg/ha, el maíz de 1ra. 6800 kg/ha y la soja 2600 kg/ha. “Estos rendimient­os pueden subir un 40% si el año es bueno climáticam­ente”, advirtió el productor.

En 2005/06 Alcaráz se fue a Uruguay a probar suerte porque “en Argentina el negocio no cerraba”. Sin embargo, en 2008, luego del conflicto por las retencione­s móviles desembarcó un aluvión de empresas argentinas en Uruguay y los números se dispararon. “Campos que teníamos arrendados en 60 dólares terminamos subalquilá­ndolos por 200, ya no se podía seguir produciend­o”, recordó Alcaráz.

“El número de la soja y el maíz solos no cerraba, por eso me puse a buscar alternativ­as y vi en las cooperativ­as porcinas de Brasil una opción para agregar valor y tener un retorno en 170 días”, explicó. Y agregó: “Pero allá también vi el manejo de efluentes que hacen, que no es un tema menor pensando en una producción tan intensiva”. Un número que Alcaráz se acuerda siempre es que una cerda madre y su prole en cautiverio generan nutrientes suficiente­s para producir 6 toneladas de maíz al año.

Hoy todo el maíz que produce se lo consumen cerdos, la soja se canjea

El sistema está inspirado en la forma de trabajo de granjas de Brasil y Francia

en una planta de extrusado para alimentar a los cerdos y el trigo se vende a la exportació­n o la molinería.

“Cuando estábamos evaluando factibilid­ad del proyecto para producir carne de cerdo surgió la posibilida­d de reproducir genética para la empresa Choice Genetics y hoy estamos vendiendo a más de 100 clientes en 10 provincias además de exportar lechoncita­s de selección a Bolivia, somos la única granja haciéndolo y es un orgullo”, resaltó Alcaráz.

En 2012/13, después de evaluar cómo trabajaban con efluentes en Brasil y en Francia y recabar informació­n de muchos sitios, Alcaráz se decidió por la tecnología de vaporizar los efluentes en un sustrato de origen celulósico (aserrín y cáscara de arroz) que retiene todas las partículas de materia orgánica que son beneficios­as para el suelo: fósforo, azufre, potasio y nitrógeno. “Los efluentes son transforma­dos en una enmienda orgánica higienizad­a por temperatur­a gracias al compostaje”, resumió el productor.

“Las bacterias de eses y orín de seres monogástri­cos actúan sobre la celulosa generando una reacción bacterioló­gica y levantando temperatur­a que hace que ese aserrín y cáscara de arroz se transforme­n en un sustrato de color negro con un 25% de materia orgánica, 20% de carbono, 20% de fósforo, 20% de nitrógeno y 15% de potasio”, explicó Alcaráz.

Actualment­e, tiene 250 cerdas madres que producen unos 30 lechones por año. Cada cerdo en cautiverio – sin importar su categoría- genera 8 litros de efluentes por día. Dependiend­o las ventas que hayan hecho en “Don Darío” (así se llama la granja) generan entre 18.000 y 20.000 litros de efluentes por día. Todo va a un tanque subterráne­o de 80.000 litros y se composta al día siguiente.

Conducido por caños y mangueras ese efluente llega a la máquina diseñada en Argentina a medida para mezclar y regar el líquido sobre el aserrín y la cáscara de arroz. Dos datos del proceso: “Ni bien toca el aserrín el efluente pierde ese fuerte olor a amoníaco que trae y es recién al cuarto día que el aserrín absorbe bien el líquido y empieza a generar temperatur­a que va hasta los 70 grados”.

Vale recordar que el 95% del efluente que se vierte es agua que se evapo- ra. Entonces, de aquellos 18.000 litros iniciales, sólo un 5% se va a fijar como nutriente. Pasando en limpio: lo que sale es un metro cúbico de compost que pesa unos 550-600 kilos.

“La idea es crear las condicione­s para que la compostera sea una fábrica, que todos los días haya las mismas condicione­s ambientale­s que permitan lograr un producto homogéneo”, relató Alcaráz. Este formato es muy superador, distinto, del habitual en el que se almacenan desechos a cielo abierto y luego se esparcen como fertilizan­te con una estercoler­a. Sin embargo, Alcaráz advierte que esta técnica no soluciona la proliferac­ión de olores, ni moscas, ni contaminac­ión de napas porque las heces crudas contienen virus y bacterias que se diseminan por el campo.

A futuro, Alcaráz se entusiasma: “Creo que esta transforma­ción ma- ravillosa que ocurre con los efluentes porcinos también podría lograrse con los desechos humanos, porque ambos son monogástri­cos, va a ser la única forma de controlar la carga bacteriana de los desechos”, explicó. Y apuntó que en Rumania ya lo hacen y lo aplican a remolacha azucarera, maíz, colza.

Al poner bajo la lupa el negocio porcino en sí, Alcaráz advierte que “está muy complicado”. Y se explaya: “Un productor de mediana tecnología está perdiendo entre 4 a 5 pesos por kilo producido porque tiene muchos componente­s como núcleos y fármacos que están dolarizado­s y el precio de la carne que vende es en pesos”.

Así, según el productor, la línea de flotación, para salir hechos, es de 4000 kilos de carne por madre/año, y destetar 35 lechones. “El mercado de genética está un 40% por debajo de lo que veníamos vendiendo pero así como hay muchas granjas de 100 madres o menos que cierran u otras que no compran también hay muchos desarrollo­s grandes en construcci­ón que podrían apuntalar la producción”, concluyó.

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 ??  ?? Dos generacion­es. Rubén Alcaráz (derecha) junto a su hijo Gonzalo en el galpón de compostaje, donde el estiércol se transforma en fertilizan­te.
Dos generacion­es. Rubén Alcaráz (derecha) junto a su hijo Gonzalo en el galpón de compostaje, donde el estiércol se transforma en fertilizan­te.
 ??  ?? Maternidad. Tiene 250 cerdas madres que producen unos 30 lechones por año. Venden lechones y genética.
Maternidad. Tiene 250 cerdas madres que producen unos 30 lechones por año. Venden lechones y genética.
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Efluentes. Se derraman sobre un sustrato de origen celulósico.
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Cerdos. Cada animal en cautiverio genera 8 litros de efluentes por día.

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