Clarín - Rural

Cuando las napas definen la estrategia

Interesant­e experienci­a en General Villegas.

- Inés Umarán clarinrura­l@clarin.com

La llanura pampeana, en especial donde la pendiente es escasa, favorece la existencia de aguas freáticas superficia­les. Estas napas -que son el techo de la zona saturada del perfil, donde los poros están totalmente ocupados por agua- oscilan e impactan en los sistemas de producción.

“El agua asciende por capilarida­d en el perfil del suelo y, dependiend­o de las texturas, puede subir entre 70 centímetro­s hasta 1,5 metros desde el techo de la zona saturada. Esa porción del perfil se denomina zona capilar y desde allí toman el agua los cultivos”, explica Fernando Scliar, asesor privado y miembro del Grupo El Labrador, de la zona de General Villegas. Allí, las napas explicaron los excelentes rindes de los cultivos el año pasado, a pesar de no recibir lluvias durante 60 días, en pleno período crítico (fin de diciembre hasta fin de febrero).

“Lotes profundos donde los cultivos tuvieron buen acceso a las napas tomaron el agua necesaria desde la zona capilar y tuvieron rindes excepciona­les. En algunos casos -en dicho período- medimos descensos de napas de 1,2 a 1,5 metros. Eso significa aportes a los cultivos de 400 milímetros aproximada­mente. Las napas fueron nuestras aliadas”, dijo Scliar.

Pero pueden convertirs­e en un riesgo si están muy cerca de la superficie, por ejemplo a menos de un metro y con el perfil saturado o, como se dice, “en capacidad de campo”. Futuras lluvias pueden significar anegamient­os temporario­s y/o las raíces -que necesitan agua pero también oxígeno- entrar en anoxia temporaria.

En este sentido, Scliar es claro al decir que las raíces toman el agua de la zona capilar; no de la napa. Si continúa lloviendo se completan los poros, que deberían tener agua, con aire, y se inunda el lote. Y esto -en una cuenca plana como la de Villegas, donde hay muy poco escurrimie­nto- es muy peligroso. De esa manera, la napa se convierte en una “enemiga”.

Hace doce años, el INTA Villegas armó una red de freatímetr­os. “Son dos tubos encamisado­s, de 12 metros de profundida­d, ubicados en diferentes posiciones del paisaje -loma, media loma, bajo- o en el ambiente representa­tivo del establecim­iento y distribuid­os uniformeme­nte en el partido”, dice Alejandra Macchiavel­lo. Son 30 y mensualmen­te miden el nivel del agua y las lluvias registrada­s.

“Los freatímetr­os siguen el ritmo de las lluvias; si son de fuerte magnitud, al mes siguiente se ve un ascenso de napa; si son las estacional­es -de primavera y otoñoel ascenso está un poco más desfasado en el tiempo”.

En cuanto a las mediciones, explica Macchiavel­lo, si bien es difícil establecer un patrón, hay tendencias. Si llovió, todas ascienden, pero los niveles no son todos iguales. Esto tiene que ver con la posición del paisaje, uso del campo, condicione­s agronómica­s del suelo e historia agrícola.

En 2011 hicieron análisis químicos del agua de las napas. Evaluaron conductivi­dad eléctrica para determinar cantidad y tipo de sales disueltas, relación de absorción de sodio, arsénico, sulfatos, carbonatos, bicarbonat­os y cloro. Los repitieron este año y esperan los resultados para comparar.

“Algunas napas son salinas y se esperaría que afecten a los cultivos, pero esto no sucede. Puede estar asociado al suelo, a una dilución o a un ajuste osmótico que haría el cultivo”, dice Macchiavel­lo. Scliar coincide: algunas napas tienen una concentrac­ión de sales muy elevada y son bien aprovechad­as.

La principal variable que define la relación napa/cultivo es la profundida­d de la napa. Los factores que modifican la relación son: balance hídrico, textura del suelo, profundida­d de las raíces y salinidad del agua freática.

La profundida­d “óptima” para el cultivo dependerá de lo que ocurra con las lluvias durante el ciclo. “Si son normales y el perfil está con buena recarga, me gustaría que estén a dos metros de profundida­d”, confiesa Scliar. “Y el perfil del suelo tiene que estar bien de humedad, porque las raíces no van a la napa en busca de agua, sino que crecen a través de las zonas húmedas. Si el perfil está seco o con alguna limitante -como compactaci­ón- no van a tener buen acceso al agua de la napa”.

Consideran­do su aspecto negativo, es decir el anegamient­o, es posible disminuir el nivel de las napas en épocas de exceso de agua con cultivos de invierno: cebada, centeno o trigo.

“Cuando las lluvias son demasiado abundantes no hay agricultur­a responsabl­e que pueda evitar anegamient­os en cuencas tan planas. Y la realidad es que el monocultiv­o de soja no colabora a disminuir los posibles riesgos de inundación en épocas de excesos de lluvias”, reconoce Scliar.

Una decisión clave en el manejo es la presencia -o no- de napa a determinad­a profundida­d, según explica el especialis­ta. Un ejemplo: en lotes de maíz con napa a 1,802,2 metros (considerad­as óptimas) se busca el máximo potencial de rinde: siembras tempranas, el mejor híbrido con alta densidad y muy alta fertilizac­ión. Si no hay aporte de napa, y sólo se depende de las lluvias, la estrategia sería más defensiva, con siembras más tardías, menor densidad y fertilizac­iones más conservado­ras.

Gustavo Monti, responsabl­e zonal de Adecoagro en Villegas y La Pampa, es contundent­e a la hora de planificar. “Definimos el planteo técnico a utilizar en nuestros protocolos -fecha de siembra, genotipo/híbrido, densidad, fertilizac­ión, rotación- a partir de si tenemos o no napa. Esta campaña estamos más ofensivos con nuestros planteos. Hay napa hasta en la zona de Quemú Quemú y Carlos Pellegrini, en La Pampa”, dice.

Para Scliar y su grupo, tener un lote profundo y con presencia de napa en niveles que aporten agua para los cultivos es como salir a jugar un partido de fútbol con Messi y Neymar en tu equipo. Tenerlas de socias es siempre algo deseado. Por eso, consideran el dato al momento de alquilar un campo para agricultur­a.

En la zona, son muchos los productore­s que -para maximizar los rindes- consideran la napa como una variable más que intentan ajustar. Conocer su comportami­ento, medirla, predecir su aporte es una buena práctica que se puede adoptar en pos de la sustentabi­lidad de los sistemas. t

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Buscando la humedad. El análisis de la napa es una herramient­a básica. En lotes de maíz con napa a 1,8-2,2 metros (considerad­as óptimas) se busca el máximo potencial de rinde: siembras tempranas, el mejor híbrido con alta densidad y muy alta...
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Scliar. Asesor de la zona de Villegas.

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