Clarín

En la saga de los poetas populares: se hace camino al cantar

- Julio Ortega Julio Ortega es ensayista y escritor peruano, profesor de estudios hispanoame­ricanos en la Universida­d de Brown (Estados Unidos).

El Premio Nobel a Bob Dylan me parece un premio que compartire­mos no solo quienes lo hemos escuchado y leído desde sus comienzos sino todo aquel que no esté corrompido por la cultura trivial del mercado y del éxito (la peste que diezma a los escritores jóvenes de esta lengua) y sea capaz de reconocer la poesía en la música, tanto como la canción en la gesta juglaresca que anima a este trovador de nuestro tiempo.

Celebro, en primer lugar, ese reconocimi­ento que recupera a Bob Dylan del folclore urbano y lo resitúa en este fin de los tiempos de violencia mutua, corrupción dominante y pobreza del lenguaje, recuperand­o el testimonio de la integridad del sujeto que deambula entre la modernizac­ión desigual. Esa soledad del yo lí- rico en la saga de Dylan recobra lo específico de la cotidianid­ad, salvada de la socializac­ión banal gracias a su memoria tribal, esa suerte de castillo interior que el cantor recorre como si defendiera la imagen del artista heroico, de su identidad gratuita y popular.

Su canto del camino es en más de un punto paralela a la saga de los poetas populares nuestros, y puede leerse como emblemátic­a del mapa contra-moderno del poema contemporá­neo. El cantor se pone a cantar ya no aquí sino en el camino, rodando y rodeando la ciudad, cuya promesa de lo moderno igualitari­o se ha perdido en la redistribu­ción desigual dominante. Perdida la ciudad del habla horizontal, sólo nos queda el rizoma del camino, que se hace al cantar, fuera del cambalache mundanal. La música, el poema, es ahora el espacio del trayecto, allí donde la vida transitori­a se define como e-moción, como movimiento sin principio ni final, en el puro evento de la duración del len- guaje que respira en el canto.

Mr. Tambourine man viene de lejos y sigue de largo, pero no pasa huyendo ni se va buscando. Su tránsito es suficiente. El artista insomne y extraviado lo convoca como el principio de otro tiempo y otra música. La música no oída y reclamada refracta la soledad del poeta en cuya memoria un emblema de la promesa sigue cantando.

La poesía de Bob Dylan es ese canto del camino que se abrió en los años 60 y ha actualizad­o en otras voces, viva para quien quisiera preguntar por ella.

Un camino de la promesa de la juventud y la memoria popular, de la libertad del individuo que lleva en su frugal valija la memoria de nuestro tiempo como la música del tránsito y lo transitivo. Dylan hizo la poesía de un tiempo que no se resigna a resignarse.

 ?? DYN ?? En la Argentina. Dylan en 1998. Llegó a Ezeiza, no encontró a quienes lo iban a buscar y se tomó un taxi.
DYN En la Argentina. Dylan en 1998. Llegó a Ezeiza, no encontró a quienes lo iban a buscar y se tomó un taxi.

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