El arreglo para un roto y un descosido
La movida viene de Holanda. Unos van a arreglar y otros llevan sus cosas rotas. Esta vez, fue en Córdoba.
El sol entibia la siesta. La plazoleta León Morra, frente al hospital Neuropsiquiátrico Provincial, en el cordobés barrio Juniors, se va llenando de gente. “Chicos, ¿tienen un soldador por acá?”, pregunta un muchacho que en su mano tiene una guitarra de juguete con algunos cables cortados, y dos jóvenes se lo prestan, pero le advierten “¿para eso es?, me parece que es muy grueso. Probá con aquel”, sugiere, uno de ellos. Las mesas tienen cartelitos temáticos: “Juguetes”, “Electricidad”, “Costura” o “Bicicletas”, donde los vecinos se acercan tímidamente y preguntan de qué se trata. Es que la Edición Córdoba del Club de los Reparadores es una novedad aquí, mientras que en Buenos Aires ya está instalado desde hace años, cuando la movida llegó desde Holanda, donde dos argentinas se inspiraron en el Repair Café.
En este encuentro, abierto y gratuito, se fortalecieron los lazos comunitarios, pero también se ense- ñó y aprendió a reparar aparatos eléctricos, ropa, zapatos, artículos de bazar, bicicletas o juguetes para seguir utilizándolos. “Esta movida apunta a que la gente, los vecinos, la sociedad civil se apropie nuevamente de los espacios públicos. Nos basamos en el Artículo 41 de la Constitución que dice que todos los habitantes gozamos del dere- cho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano, de manera sustentable y para que las actividades productivas de hoy satisfagan nuestras necesidades sin comprometer a las generaciones futuras”, le cuenta a Spot Constanza Cubas, de Generación Vitnik, una de las cuatro organizaciones que sumaron a Córdoba a esta tendencia mundial.
Cubas destaca que “el Club de los Reparadores es volver al ágora griega, donde la gente comienza a relacionarse nuevamente con sus pares para discutir y aportar ideas para un cambio en su comunidad”.
Desde la Universidad Libre del Ambiente, Fundación TierraVida y Patio Mundo, los otros organizadores de esta edición, destacaron que “es motivador que un sábado a la tarde tuviéramos 40 personas que vinieron a ofrecer sus conocimientos en forma gratuita y desinteresada a vecinos a quienes no conocían. Y la gente se fue entusiasmada”.
Manuel Pratto (33), es un diseñador industrial que se sumó con un amigo a la iniciativa: “Nos pareció interesante venir a compartir. Notamos que la gente se compromete con las soluciones: venían con un diagnóstico del problema, no sólo con el problema”. Y apuntó: “una señora pidió que le pongamos un tornillo a una olla para volver a usarla. Y eso es muy bueno, le dimos una solución muy sencilla y colaboramos para no contaminar”.