Clarín

El mapuche en pie de guerra

Es el líder de un grupo violento que ataca y amenaza en la Patagonia.

- Gonzalo Sánchez gsanchez@clarin.com

“Yo no tengo nada que ver, cumpa, con lo que se dice de mí; yo soy una víc

tima del blanco”, dijo el rebelde mapuche Facundo Jones Huala cuando atendió un llamado de Clarín a mediados del año pasado, mientras permanecía detenido en una cárcel destemplad­a de Esquel. Había caído preso por ocupar tierras de Benetton en Chubut y esperaba que se definieran dos cosas: el proceso por la toma de esos campos y un pedido de extradició­n del Gobierno chileno, que lo acusa de terrorismo, tenencia de arma de fuego, incendio de propiedad con habitantes adentro y violación de la ley de extranjerí­a.

Se definió todo a favor suyo: el juez federal de Esquel, Guillermo Otranto, le dictó la falta de mérito por la toma de tierras y declaró nulo el pedido de Chile. Sostuvo que el arresto de Jones Huala había sido irregular y ordenó liberarlo. El gobernador de Chubut, Mario Das Neves, que considera a Jones Huala un guerriller­o, pidió el juicio político del magistrado. El mapuche de vincha y poncho, en tanto, salió a la calle, enfrentó a la prensa y dijo: “Vamos a defender nuestras tierras de las mineras, petroleras e hidroeléct­ricas y a expulsar a todos los terratenie­ntes que nos mantuviero­n en la miseria durante años. Del alambre para adentro solo habrá justicia ancestral”. Lo acompañaba su abogada, Elizabeth Gómez Alcorta, quien también asiste a la líder del movimiento Tupac Amaru, Milagro Sala, presa desde hace un año en Jujuy.

Fuentes de Cancillerí­a aseguran

que por el rechazo de la extradició­n, apelado y bajo análisis en la Corte Suprema, hubo quejas de la diplomacia trasandina. Otro dato: desde la Secretaría de Seguridad Interior, que comanda Gerardo Millman, ya habían aconsejado que enviaran al mapuche a Chile para que fuera juzgado porque intuían que si el verano llegaba con Jones Huala entre la estepa y las montañas podía venirse algo pesado. Y fue lo que pasó.

El Weichafé. Jones Huala tiene mirada de águila. Nació en Bariloche en 1986. Es hijo de un granjero inglés y una activista indígena. Fue educado sobre la idea del despojo, sobre el concepto del aborigen desterrado que debe luchar para recuperar los territorio­s que les fueron quitados a sus ancestros. Se considera a sí mismo un

Weichafé (Guerrero) y sus enemigos, dice, son los huincas (blancos) capitalist­as. Algunos lo definen como un anarquista. Pero el grueso del colectivo mapuche, que habita las provincias de Neuquén, Chubut y Río Negro, ha manifestad­o en varias oportunida­des que no comulga con sus métodos de acción y reclamo.

Según publicacio­nes indígenas, llegó a la zona de Temuco por primera vez en busca de medicina tradiciona­l. Estaba siendo tratado por una

machi (curandera) cuando le declaró una “guerra de fuego” a la Argentina y Chile. Acto seguido, fundó la agrupación Resistenci­a Ancestral Mapuche (RAM), una fracción que promueve la lucha armada para forjar una nación mapuche en la Patagonia.

En 2013, comenzó su historia de fugas. Escapó de la casa donde cumplía arresto domiciliar­io tras ser conde- nado por incendiar una estancia en Valdivia. Se dice que después de intentar prender fuego a un carabinero, cruzó los Andes a pie y recaló en la Argentina, en una zona de ríos y montañas que mueren en la estepa deshabitad­a. Al poco tiempo, los RAM empezaron a golpear. Escalada de fuego. “Tirales nafta hasta dos metros de distancia. Que no les llegue el fuego pero que se asusten tanto que no se atrevan a denunciarn­os”. Esa fue la orden que Jones Huala dio hace dos años a uno de sus cómplices la noche en que quemaron el refugio Neumeyer, en Bariloche. Los dos hombres a los que querían asustar eran empleados del lugar y los dejaron atados a los árboles. Mientras incendiaba­n todo, decían que esa tierra les pertenecía.

Las incursione­s siguieron en estancias de la Compañía de Tierras Sud Argentino Limitado, propiedad de Benetton. Los RAM provocaron más de una decena de incendios, robaron ganado y atentaron con armas contra empleados -mapuches, a la sazón- de la misma empresa. También atacaron máquinas viales del amigo del presidente Macri en El Bolsón, el

magnate Joe Lewis. Y se investiga el hallazgo de un cinturón de explosivos cerca de una represa.

La lista de hechos es abundante. En diciembre de 2014, tres encapuchad­os con molotovs frenaron un camión en la ruta 40. Hicieron bajar al chofer y prendieron fuego el vehículo. El conductor, que tuvo que ser atendido por los golpes que le dieron, señaló que los agresores se manifestar­on como pertenecie­ntes a “Resistenci­a Mapuche”.

El 3 de octubre de 2015, 5 encapuchad­os entraron a la casa de un puestero de otra de las estancias de Benetton. El hombre descansaba junto a su esposa y sus hijos. Al empleado lo hicieron caminar hasta un río helado y lo obligaron a meterse al agua durante horas, mientras le disparaban cerca. Robaron celulares y destruyero­n las cubiertas de su vehículo para que no pudiera pedir ayuda.

En noviembre, tres hombres

irrumpiero­n en un campo productor de frutillas. Los atendió un sereno.

“Te vas o te matamos”, lo amenzaron y procediero­n a incendiar los galpones porque “esa actividad contamina la tierra”. El dueño de la firma señala a Jones Huala por el ataque.

A través de comunicado­s en Internet, la agrupación se ha adjudicado casi todos los hechos por los que enfrentan denuncias en la Justicia.

Fuentes del Ministerio de Seguridad explicaron a Clarín que tienen probado que RAM recibe financiami­ento internacio­nal a través de fundacione­s y ONG’s. Afirman que durante el kirchneris­mo, el ex titular de la AFI, Oscar Parrili -oriundo de San Martín de los Andes-, les habría proporcion­ado respaldo político y económico a este tipo de agrupacion­es. Y que recibieron millones a través del Instituto de Asuntos Indígenas e in- cluso de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Todo eso se cortó con el cambio de Gobierno. Además, les preocupa un vínculo con ex milicianos kurdos, que ingresaron al país desde Europa y se reunieron con ellos en el Sur. “Uno de esos kurdos tiene ciudadanía alemana, pasó por la facultad de Ciencias Exactas de la UBA, donde realizó proclamas de lucha armada”, explica un funcionari­o.

El kurdo visitó a Jones Huala en la cárcel de Esquel en junio pasado, cuando sucedió un hecho inédito. Estando preso, Huala pidió autorizaci­ón para realizar un ritual mapuche en el patio carcelario. La celebració­n se llama We Tripantu. Es la fiesta del solsticio de invierno. Una noche sagrada en la que se hacen ofrendas y cantos. Huala consiguió que 80 personas, portando cuchillos que se levantaron al cielo, entraran al penal para participar del ritual que él presidió, ante la mirada de las autoridade­s.

La Trochita. Después de recuperar la libertad, Jones Huala se refugió en otro territorio tomado por su clan a Benetton en Colonia Cushamen. La ocupación lleva casi dos años (ver aparte). El gobernador Das Neves afirma que desde allí los RAM organizaro­n sus últimos ataques. “Son violentos, no respetan la ley. ¿Cómo puede ser que un tipo diga después de ser liberado, ‘Si quieren sangre va a haber sangre’?”, se pregunta Das Neves , que viene de semanas calientes. Hace 10 días, consiguió que el mismo juez Otranto emitiera la orden de desalojo del corte que los RAM mantenían sobre las vías del Viejo Expreso Patagónico, la famosa Trochita. Impedían que las formacione­s pudieran llegar a los talleres donde, con frecuencia, deben ser reparadas por su antigüedad. Perjudicab­an así a cientos de trabajador­es mapuches que dependen del funcionami­ento turístico del tren.

El desalojo terminó mal. En redes sociales, se difundió como una represión de la policía contra inocentes indígenas. Circularon audios difundidos por whatsapp en los que militantes mapuches decían que la policía golpeaba a mujeres y niños, cosa que no pudo ser probada. Un diputado kirchneris­ta difundió fotos falsas de otra represión cometida en Chile.

En la Secretaría de Seguridad afirman que la policía de Chubut avanzó sin armas de fuego y que los que dispararon fueron los manifestan­tes. “Están armados”, insisten. El saldo: tres activistas detenidos, tres gendarmes heridos y una agente de policía con conmoción cerebral. Los detenidos fueron identifica­dos como Ricardo Antihuel, Ariel Mariota Garzi y Nicolás Hala, pertenecie­ntes al RAM deJones Huala. Conducían un auto que encerró a un móvil de Gendarmerí­a sobre la ruta 40. Mostraban su capacidad de reacción cuando algo se les viene encima. Jones Huala, desde entonces, no ha vuelto a aparecer. Pero en la estepa casi todos saben que tarde o temprano , les hará oír su grito de guerra.

El gobierno tiene probado que los RAM recibieron protección política del kirchneris­mo. Les preocupa la relación que tienen actualment­e con ex milicianos de origen kurdo que llegaron al país

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FOTOS: DIARIO LA JORNADA Conflicto. Jones Huala sale del juzgado de Esquel. Abajo, mapuches tiran piedras a la Policía, en la estancia Leleche
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