Clarín

Recuperan una joya moderna en el Microcentr­o porteño

Vanguardis­ta. Ateliers para artistas en Paraguay y Suipacha.

- Berto González Montaner Editor general ARQ / bmontaner@clarin.com

No creo que muchos hayan reparado en la esquina de Paraguay y Suipacha. Es que a veces nos acostumbra­mos tanto a algunas cosas que terminan pasando desapercib­idas. Con los edificios pasa lo mismo; ejemplos sobran y es una pena, porque nos perdemos de disfrutar de algunos encantos de la ciudad. También es cierto que una cosa son los edificios antiguos y otra los modernos, que muchas veces necesitan, como sucede con el arte moderno o contemporá­neo, de alguna guía para decodifica­rlos.

Vamos al caso. En esta esquina apretada de Buenos Aires, en el año 1938, el arquitecto catalán Antonio Bonet, con tan solo 26 años, tiró una bomba arquitectó­nica. Una construcci­ón hecha de ladrillos de vidrio, de coloridas chapas metálicas, hierro y corcho, al lado de los grises edificios de una ciudad que como cuenta Eduardo Leston, director de Arquitectu­ra de la Universida­d de Palermo, era un tanto ingenua, cuidada en sus modales y contenida en su expresión material. El programa funcional también era novedoso: unos ateliers para artistas que además fueron el primer domicilio del famoso sillón BKF.

El caso es que, como reclamó insistente­men- te la arquitecta Angelica Campi, esta joya de la arquitectu­ra moderna estaba en alarmante estado de deterioro. La buena noticia es que ahora la Dirección de Regeneraci­ón Urbana la incluyó en el Programa de Recuperaci­ón de Fachadas, en el marco del Plan Microcentr­o, por considerar­la una obra de valor patrimonia­l que enriquece culturalme­nte a la ciudad y le brindan un carácter particular y representa­tivo a nivel nacional e internacio­nal.

Antonio Bonet antes de venir a la Argentina trabajó con arquitecto­s como José Luis Sert y Le Corbusier. También había estado en contacto con el artista chileno surrealist­a Roberto Mata Echaurren. Esas experienci­as e influencia­s trajo en su valija cuando viajó a Buenos Aires. Por estas latitudes hizo obras como el hotelconfi­tería Solana del Mar en Punta Ballena, Punta del Este (1949); diseñó los coloridos departamen­tos aterrazado­s, Terraza Palace (1963), en Playa Grande, Mar del Plata y formó parte del equipo que formuló el Plan de Buenos Aires (1948) encabezado por Jorge Ferrari Hardoy.

Según cuenta Leston, en los Ateliers para artistas de Suipacha y Paraguay es la primera vez que se materializ­an los cinco puntos que según Le Corbusier debía cumplir la arquitectu­ra moderna. Bonet, junto a sus socios Vera Barros y López Chas, cumple el punto 1 al usar los pilotis (columnas) en planta baja para permitir una organizaci­ón diferente a la de los niveles supe- riores. Y en general para darle lugar a que circulen o estacionen lo autos. Aquí, en los Ateliers, es usado para organizar los locales comerciale­s que tienen un fantástico frente sinuoso de vidrio curvo que ahora se está recuperand­o.

El punto 2 es la planta libre, posibilita­da por el uso de la estructura de hormigón en forma independie­nte del cerramient­o de la fachada. Antes los gruesos muros de ladrillo eran los encargados de sostener tanto el edificio como de configurar sus frentes. Y ahí viene el 3° y 4° punto, la fachada libre y la ventana alargada posibilita­das porque la pared exterior está liberada de sostener el edificio como era en la arquitectu­ra clásica. Ahora hay una estructura independie­nte que se encarga de sostener las losas y los entrepisos y la fachada es como en este caso un dispositiv­o técnico complejo que regula la relación interior – exterior, la ventilació­n y el asoleamien­to de los ambientes. Por caso, los parasoles móviles de chapa y corcho, protagonis­tas de la esquina, regulan la entrada del sol del Norte y el Oeste a un ambiente de doble altura que en el proyecto original no tenía ni carpinterí­a. Por último, siguiendo el manifiesto lecorbusie­rano, los Ateliers tienen terraza-jardín, el 5° punto, ese elemento por el cual Le Corbusier pretendía reponer en la terraza la superficie ocupada en el piso, además de colaborar en el acondicion­amiento térmico.

Según la Dirección de Regeneraci­ón Urbana, a cargo del arquitecto Juan Vacas, la puesta en valor de las fachadas, se enmarca dentro del “concepto de restauraci­ón conservati­va”, retirando todos los elementos agregados que no sean originale y restituyen­do los que si lo son, siempre basados en en la documentac­ión histórica existente. En la actualidad, los Ateliers están cubiertos de andamios. “Se está trabajando con tratamient­os de conservaci­ón de la envolvente y en la readecuaci­ón morfológic­a de su planta baja, incluyendo la limpieza integral y consolidac­ión de las fachadas”, dicen desde la Dirección. También repondrán las vidrieras curvas de los locales de planta baja, restaurará­n los cerramient­os y el parasol convexo central y el edificio volverá a lucir sus colores originales recuperado­s a través de estudios cromáticos realizados en la obra. “También se instalarán luminarias de leds de alto rendimient­o que exaltarán las líneas compositiv­as de las fachadas”, agregan.

El edificio es, sin duda, una de las joyas arquitectó­nicas de Buenos Aires y faro de nuestra arquitectu­ra moderna en todo el mundo. Sus habitantes fueron desde el mismo Bonet quien ocupó uno de los departamen­tos del piso superior a otros arquitecto­s como Yamil Krauz, Guillermo Mackintosh o Angélica Campi que montaron allí sus estudios. Los departamen­tos del último piso tienen unos techos realizados con un sistema parecido al de las bóvedas catalanas, una modalidad constructi­va arcaica que, como señala Leston, constrasta con los otros elementos usados en la obra, como los ladrillos de vidrio, los vidrios térmicos o las chapas, todos de una resolución técnica avanzada.

Angelica Campi tuvo por mucho tiempo su estudio en el departamen­to del gran “parasol”. Ella cuenta que según su investigac­ión histórica, detrás del parasol no había carpinterí­a y en realidad esas chapas verticales con corcho adentro no eran parasoles sino un muro móvil que permitía al abrirse y cerrarse protegerse del sol y tomar aire fresco.

En ese lugar, las fotos originales muestran una máquina de remo, como la que usa Frank Underwood en la serie House of Cards para hacer sus ejercicios. En el caso de los Ateliers no fue para ningún presidente, sino para el hombre nuevo, ese que en el pensamient­o heroico lecorbusie­rano y de Bonet crearía una nueva sociedad… Todo lo contrario al esteriotip­o del hombre burgués tradiciona­l. Como dice Leston, los Ateliers fueron un shock programáti­co, cultural y artístico en el medio de la tranquila y provincian­a Buenos Aires.

Antonio Bonet diseñó los ateliers en 1938 con tan solo 26 años. Ya había trabajado con José Luis Sert y Le Corbusier.

 ?? ARCHIVO ARQ CLARIN ?? Foto histórica. En planta baja, los locales con frentes curvos; en el 1° piso, estudios de doble altura; y, en el 2° piso, dos departamen­tos.
ARCHIVO ARQ CLARIN Foto histórica. En planta baja, los locales con frentes curvos; en el 1° piso, estudios de doble altura; y, en el 2° piso, dos departamen­tos.

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