Dos hermanos en busca del espíritu de una curvatura
Eludiendo los clichés de la fusión, abordan tangos clásicos y composiciones propias con estilo y clase.
Inflexión, el flamante disco de los hermanos Lautaro (bandoneón, arreglos, dirección) y Emiliano Greco (piano, arreglos, dirección), combina tangos clásicos con composiciones propias. Ni en unos ni en otras el grupo intenta recrear escuelas o estilos de otras épocas, a pesar de que la formación instrumental no podría ser más tradicional: dos violines, dos bandoneones, chelo, contrabajo y piano. Lo completan César Rago, Bruno Cavallaro (violines), Nicolás Enrich (bandoneón), Carmen Rencar (chelo) y Pablo Motta (contrabajo).
La interpretación de Los mareados podría ser un buen punto de partida para a describir el enfoque del septeto. La introducción de los bandoneones constituye una pieza dentro de otra; no anticipa el tema, simplemente lo prepara. Cuando entra la orquesta el tema aparece no completamente en primer plano, sino dentro de un conjunto muy cambiante. Luego el bandoneón y más tarde las cuerdas lo retomarán de un modo más lineal, pero sin machacarlo, sin frasearlo de la manera habitual, por momentos modificando sutilmente la armonía. De cierto modo, lo que se oye es un rodeo por el tema, y ésta es una tendencia generalizada en las interpretaciones del septeto.
Inflexión, el título del álbum, parece expresar el espíritu de una curvatura, de un ligero desplazamiento. Pero no es un desplazamiento por fuera de los límites estilísticos del tango. No hay ningún tipo de fusión. La bellísima y fugaz brisa caribeña que aparece en el solo de piano de Corra
lera (Anselmo Aieta) es en ese senti- do una excepción, aunque también viene sugerida por la idea de una milonga tirada hacia el candombe; su electrizante ejecución es por cierto uno de los grandes momentos del disco. También hay algo rítmicamente formidable en La cachila, especialmente en el efecto de tracción (a sangre) final del bandoneón.
Las inflexiones son rítmicas, armónicas, melódicas; a veces se internan en un suspensivo lirismo, como en Yo te bendigo: el comienzo de las cuerdas nos recuerda la extraordinaria dimensión melódica de ese tango de Juan de Dios Filiberto, un aspecto que tantas versiones orquestales han sepultado a lo largo de la historia. En la ejecución de esta pieza hay una especie de polaridad: del lirismo extremo de la cuerda (que volverá sobre el último tercio de la pieza) a la forma rítmica orquestal, dos polos unidos por el piano en una fina transición.
El álbum comprende una composición en tres partes de Emiliano Greco, la Suite Almagro, que remeda un poco el esquema rápido-lento-rápido, con un inspirado episodio central ( Las tristezas y las calles) sobre un fondo de milonga campera. La selección cierra con Piazzolla: Introduc
ción Adiós Nonino y Adiós Nonino. Uno podría pensar (yo lo pensé): demasiado Adiós Nonino, pero no. Pequeño milagro. Tampoco en este caso se machaca sobre el tema. Es como si se lo tomase un poco a distancia; pero no la distancia fría, sino la de la imaginación.