Clarín

Siempre se aprende más con un maestro particular

La propuesta es catar tres tipos de scotch con la guía de un conocido sommelier, bartender... y también psicólogo.

- Pablo Vaca pvaca@clarin.com

Los tres vasos, de base pesada y boca ancha como debe ser, tienen servidos unos tres centímetro­s de líquido ámbar, esencialme­nte similar, pero a la vez con profundas diferencia­s: he aquí lo que venimos esta noche a tra

tar de percibir. Somos siete en total, cuatro hombres y tres mujeres, casi todos pisando los 50 (para arriba y para abajo). De profesione­s diversas: el anfitrión, Pablo Gondar, es abogado; su mujer, Verónica Luque, licenciada en recursos humanos; hay un neurociruj­ano, Patricio Besasso; una administra­dora de propiedade­s, Vanesa Faur, con su marido, el broker inmobiliar­io Gustavo Smolkin, y una pareja de periodista­s. Hemos probado juntos ese mismo líquido ámbar antes en ocasiones varias, desde juegos

de cartas hasta bodas, en la playa, la ciudad y la montaña. Sin embargo, todos escuchamos cual perfectos principian­tes a la única persona que ha-

bla (y que viste traje) en este living palermitan­o: Sebastián Maggi. Y descubrimo­s, como suele suceder cuando uno habla con un experto de la materia que sea, lo poco que conoce

mos en realidad de esta bebida que no sólo es el alcohol añejado más consumido en el mundo, sino que cuenta con una mística que, al menos en Occidente, la transforma en sinónimo de palabras mayores cuando de tomar en serio se trata. Bienvenido­s entonces a una clase magistral de lo que nos convoca: el whisky. Escocés, claro.

Maggi tiene 40 años y se le nota enseguida que sabe de lo que habla. Sommelier, bartender, responsabl­e en su momento de las bodegas de restaurant­es como Sucre y Elena entre otros datos de un currículum impresiona­nte, es también brand ambas

sador reserve (embajador de marca de lujo) de Diageo, la firma responsabl­e de Johnnie Walker, el scotch servido en nuestros vasos y el más ven

dido del planeta. Maggi, quien también es psicólogo, dato no menor y especialme­nte coherente para un bartender, que como todos sabemos son personas que saben escuchar penas ajenas, arranca esta experienci­a de mentoring que Diageo propone a sus clientes vip por el principio: la historia del whisky. La charla deriva sin embargo a las bebidas alcohólica­s en

general y Maggi tira un título que sorprende: “Todas las bebidas alcohó

licas son vinos o cervezas”. Claro: o son producto de la fermentaci­ón de frutas (vinos), o de granos (cervezas). Ergo, el whisky, hecho con cebada, es una cerveza…

La clase sigue por elementos súper básicos pero sumamente instructiv­os. Que dicen así (con disculpas a quienes ya pasaron por esta suerte de escuela primaria del buen beber):

La palabra whisky viene del gaélico “uisge beatha”, que significa “agua de vida”, raíz que comparte con la escandinav­a aquavit. En 1494 un escrito describe cómo el fraile John Cor lo destiló en Escocia. •

El proceso para fabricarlo es complejo, pero básicament­e primero se remoja y se escurre el grano unos tres días. Luego se pone en recipiente­s donde se lo deja fermentar una semana: al germinar el cereal, el almidón de la cebada se convertirá en azúcar, que más tarde producirá el alcohol. Allí se seca en hornos con humo de turba, lo que le da el olor típico al producto, que ya se puede llamar malta, Se seca, se tuesta y se mezcla con agua. A esa especie de cerveza turbia se le agregan levaduras, que provocarán la fermentaci­ón. Entonces se hace la destilació­n y la bebida resultante se añeja durante al menos tres años en barriles de roble usados varias veces en procesos similares. • Hay distintos tipos de whisky. El de malta es el más conocido. Puede ser single malt (elaborado con cebada malteada en una sola destilería) o blend (una mezcla de varios single malt). También hay whisky de grano, hecho a partir de cebada sin maltear, más suave y barato. Hay algunas variantes muy conocidas como el whiskey irlandés, que se destila tres veces, o el bourbon americano, elaborado a partir del maíz. Lo cierto es que, a esta altura de la conversaci­ón, se nota que cierta ansiedad y sed se ha apropiado de los asistentes al mentoring, así que pasamos a lo bueno. Es decir, a tomar lo servido en los tres vasos.

Aquí Maggi nos hace notar la primera caracterís­tica que delata la (buena) calidad de la bebida: pese a que lleva rato largo en el vaso, no ha perdido ni sus aromas más delicados ni sus notas frutadas, lo que sí hubiera sucedido si fuera un whisky barato, ya que en este caso sólo se senti-

ría el fuerte gusto del alcohol. Y surge la duda más elemental: ¿se lo toma

puro, con agua o con hielo? Bien, resulta que el agua rompe la molécula del alcohol, lo que permite percibir mejor los aromas. El hielo (al menos el cubito común y corriente), en cambio, termina diluyendo el scotch. Para empezar, probamos el Gold

Reserve ($1.400 la botella). Johnnie Walker (cuyos productos más famosos son el Red Label, el más vendido del mundo, y el Black Label) lo lanzó en 2010. Tiene notas a naranja, vainilla y miel, poco ahumado. No confie

sa cuántos años fue añejado. Según Maggi, fue pensado para celebrar con amigos. Y sí, se deja tomar. Luego será el turno del Green La

bel ($1.800), más fuerte. Es una mezcla de cuatro maltas, Talisker,

Cragganmor­e, Linkwood y Caol Ila, añejado durante un mínimo de 15 años, sin whisky de grano que lo suavice. Propone un disfrute más individual, como para tomarlo solo frente a un fuego. Pica un poco en la len

gua. Definitiva­mente, tiene lo suyo. Para terminar, el Platinum Label ($2.400), añejado 18 años. Desarrolla­do por el maestro mezclador de la firma, Jim Beverdige, se lo propone para situacione­s como reuniones de negocios, charlas con amigos, con más madera en su cuerpo. Es suave, dócil. También se deja tomar.

En el grupo, las opiniones sobre

cuál es el mejor están divididas. Cada uno parece tener su favorito y no hay relación concreta entre el precio y la preferenci­a. Maggi sonríe con satisfacci­ón: de eso se trata, que cada cual encuentre lo que le gusta más.

Gracias a las delicias preparadas por la anfitriona, ingeridas antes de la cata, no hay víctimas que lamentar. La lección termina con los vasos vacíos. La charla, animada, prosigue un par de horas más.

Agregarle unas gotas de agua rompe la molécula de alcohol: se perciben mejor los aromas.

 ?? MARTÍN BONETTO ?? Salud. De pie, Sebastián Maggi reparte su sabiduría sobre las bebidas en general y el whisky en particular. El grupo de amigos reunidos para el mentoring, agradecido­s.
MARTÍN BONETTO Salud. De pie, Sebastián Maggi reparte su sabiduría sobre las bebidas en general y el whisky en particular. El grupo de amigos reunidos para el mentoring, agradecido­s.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina