Clarín

“Cómo hubiera querido darte más, darte todo lo que querías”

En una visita casi privada se podrá leer la pasión imposible del pintor. Y se verán sus dibujos eróticos.

- Ezequiel Viéitez evieitez@clarin.com

“Entre nosotros hay un juego erótico, un poco malévolo de mi parte, yo no pienso darte lo que vos querés”, dice Graciela Amor. No se conoce su verdadero nombre ni se la vio nunca en una foto. En la sala de una galería de arte porteña, apenas iluminada, tampoco está. Pero sí se escucha su verdadera voz, pausada. Melancólic­a. Está leyendo fragmentos de cartas -de distintas épocas- que escribió para Antonio Berni, sin enviarlas. “Yo me excito también”, le confiesa. Es inmediato el viaje a 1981, cuando Graciela posaba desnuda para el artista. El tenía 76, ella 40. El, se enamoró sin remedio. “Yo tengo un castigo: será que ni en mil años esta historia volverá a repetirse”, lamenta la voz.

Ahora, Graciela tiene 76. A pocos meses de que se cumplan 36 años de la muerte de Berni, permite mostrar un tesoro: el fuerte vínculo que la unió con el pintor por seis meses, en el último año de vida del artista, y que se tradujo en una intensa producción, sin embargo secreta. Ninguno de los trabajos que están en la sala fueron exhibidos antes. Tampoco saldrán a la venta y, en la visita, no se los puede fotografia­r.

La muestra abrirá al público (con ingreso individual) el 31 de julio, en la galería Jacques Martínez. Detrás de una vitrina se ve el libro de casi 30 páginas que Berni le dedicó a “ella”. Tiene dibujos, collages y cartas manuscrita­s. El libro lo completó, en realidad, Antón Perulero, el alter ego con que el pintor se autodenomi­naba para escribirle a su musa. A ella la había bautizado Graciela Amor. Mezcla de realidad y ficción para tramitar el camino no siempre dulce de un amor que existía, pero no se consumaba.

Las imágenes arden y ponen en imágenes el significad­o de la palabra deseo. Describen las fantasías de Berni, sus celos, su amor, su enojo. Hay dibujos hechos en lápiz, marcador, acuarela y grafito. Uno muestra a la mujer entrelazad­a con un hombre. Cada boca en el sexo opuesto. No es el único que aparece ferozmente erótico. En otro, un hombre -¿será el propio artista? ¿será otro?- está a punto de penetrarla. La imagen es poética y explícita.

Las creaciones hablan de entrega y, al mismo tiempo, de frustració­n. En un collage, del cabello de la modelo emerge una espada que atraviesa

el cuerpo dibujado de Berni. Cae sangre. En un dibujo, hecho con marcadores, una mujer lleva en sus manos la cabeza del artista. “Graciela visita al coso y se lleva la cabeza de él”, dice la leyenda que dejó el pintor.

Aparecen en el libro trazos que dibujan a la musa codiciada por otros hombres. Haciendo el amor con otros. Sigue escuchándo­se la voz de la mujer. Dice: “Al inventar a Graciela Amor y Antón Perulero me pusiste frente a la situación de verte de una manera diferente. Es algo muy ingenioso de tu parte. Para desacraliz­ar tu propia figura, vos te reís de tu propia pasión. De la situación adolescent­e que estás viviendo”. En otro tramo, tal vez escrito hace poco, Graciela está a punto de quebrarse: “Como hubiera querido darte más, darte todo lo que querías”.

En una gran mesa, además, se pueden leer cartas de amor que el artista le mandó a su modelo. Hay originales bajo un vidrio y réplicas que se pueden consultar sobre él. Un coqueteo constante, una demanda, un artista que por momentos se siente abandonado. “Lo nuestro se va convirtien­do en una amistad y eso vos no lo soportás. Cada vez que somos amigos, me mandás una carta apasionada”, se escucha en la sala. Entre poemas y cartas, se lee un texto del artista que termina así: “Aún en esta desdicha, en vos confío mi corazón. ¡No me mates!” O un poema: “Nuestra carne sensible/ no siempre obedece a la razón/ el instinto y el espíritu se animan/ y los nervios mueven los sexos en celo”.

El libro principal está bajo una vitrina, pero los dibujos que contiene se proyectan en la pared. Hay muchas preguntas no contestada­s. El misterio que sobrevuela parece ser típico del amor. De ese amor secreto. “El sublima esa situación en los dibujos”, dice Melisa Redondo, del equipo de la galería.

También se ve el nacimiento de Graciela. Un enorme cuadro de dos metros por 1,60, hecho en grafito, en el que la modelo solo lleva una camisa entreabier­ta. El contexto: el estudio de Berni. En la galería lo definen como una de las obras más importante­s del artista, aunque hasta ahora no se haya exhibido. La historia podría cerrarse con la pintura que Berni dejó inconclusa antes de morir, atragantad­o, en octubre de 1981. Allí una mujer desnuda yace sobre la arena, en una rara noche de playa. Esa mujer era Graciela.

La exposición recrea como el pintor hace de sí mismo y de su modelo personajes para sus obras. Retoma, así, uno de los géneros más antiguos en la pintura. Pero, aquí, la modelo tiene voz. “Este material valioso tenía que mostrarse. Es un acto de generosida­d de Graciela”, explica una de las directoras del espacio, Clara Martínez. En palabras de Melisa, es la posibilida­d de “espiar retazos de una relación apasionada” y los frutos artísticos que dejó.

Las visitas -que son gratuitas y deberán agendarse por reserva- duran

sólo veinte minutos. El tiempo no parece suficiente para comprender la profundida­d de todo lo que se ve y se dice. Finalmente, es la historia de un amor. También, la historia de un misterio.

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El cuadro inconcluso. La modelo era su amada.
 ??  ?? Pincel en mano. Antonio Berni tenía 76 años y ella, 40. El vínculo fue intenso y dio lugar a palabras e imágenes hasta ahora desconocid­as.
Pincel en mano. Antonio Berni tenía 76 años y ella, 40. El vínculo fue intenso y dio lugar a palabras e imágenes hasta ahora desconocid­as.

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