Clarín

Lágrimas de cocodrilos (y “cocodrilas”)

- Osvaldo Pepe opepe@clarin.com

“El llanto de aflicción del cocodrilo es una invención del hombre para poner en palabras sus propios sentimient­os. Verdad es que del saco lacrimal de esos reptiles sale un líquido que bien puede ser considerad­o llanto. Pero éste no es el resultado de la tristeza, sino del esfuerzo…La acción de ‘llorar’ mientras se devora con ferocidad a una presa ha sido tomada como arquetipo de la hipocresía…que se aplica con mucha propiedad a algunos seres humanos.” (De “Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato”, de Héctor Zimmerman)

Cristina Kirchner ha salido a buscar los votos que debe conquistar para superar su desempeño en las PASO. En la entrevista de ayer con Víctor Hugo Morales y en la anterior con Luis Novaresio recuperó el estilo agresivo y

rotundo que, por consejo del marketing, había disfrazado con deleite histriónic­o. Es una

necesidad política. Ella sabe que no es lo mismo entrar al Senado habiendo obtenido su banca en las urnas como vencedora que como tercera senadora de la provincia de Buenos Aires, derrotada por Cambiemos en el corazón electoral del peronismo. De las dos entrevista­s hay un momento culminante que despelleja la idiosincra­sia de la ex presidenta, desnuda su personalid­ad y la muestra como una política sin escrúpulos. Es el del “llanto” ante la escena de José López revoleando bolsos con casi US$ 9 millones en un convento bonaerense. Puchereó, hizo una pausa, se le humedecier­on los ojos y con voz entrecorta­da urgió la clemencia de “un vaso de agua” para continuar la entrevista. Magistral. Quedará en la historia mediática de la política criolla. ¿Cuántos políticos argentinos son capaces de esa dramática puesta en escena? Ninguno. ¿Cuánta gente le creyó? Una incógnita.

En confianza, la frase de Zimmerman, al abundar en detalles sobre la conocida frase de las lágrimas del cocodrilo, establece un parentesco notorio con lo que mostraron las cámaras: “…la acción de llorar mientras se devora con ferocidad a una presa ha sido tomada

como arquetipo de la hipocresía.” Un peronista histórico, funcionari­o de Néstor y Cristina, recuerda que “las lágrimas de ella por la muerte de su marido eran auténticas, lo que hacía era fabricar las circunstan­cias. Ella sabía que si lo nombraba se quebraba emocionalm­ente...y al final terminaba nombrándol­o con el objetivo de que la gente la compadecie­ra por su

viudez.” Mal no le fue. El grotesco delictivo de López fue visto en julio de 2016, hace más de un año. Cristina no condenó la corrupción, lloró en cámaras por la presunta decepción de “los pibes para la liberación” por la estafa moral, no por el robo material. También hizo autocrític­a por el tono agresivo, no por conte

nidos, de las cadenas nacionales, justo a la hora en que la gente llegaba a sus casas. Goebbels, el gurú del nazismo, usó el mis

mo método con la radio. Hacía hablar a Hitler cuando los alemanes encendían sus receptores al regresar del trabajo. Ninguno de los dos se disculpó por la práctica. Y no hay constancia­s de que hayan pedido un vaso de agua.

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