Clarín

“Sólo en la Argentina el mozo te agarra la maña con dos o tres pedidos”

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No puedo imaginar un mundo abstraído en la constancia, me es totalmente exasperant­e. Idealizarm­e sumido en la tarea eterna, como Sísifo, a expensas de alcanzar una cima traicioner­a es posible me cueste la cordura que le he prestado a la necesidad. Eso lo pensé luego de llevar el cuarto o quinto café de aquella mañana. Un hombre, quien acude regularmen­te donde trabajo, interrumpi­ó el ritual de cordialida­d y mi propio ritual de colocar primero los vasos de soda sobre la mesa antes que se deslicen y caigan. Me dijo muy conmovido por un acto el cual ni yo mismo había notado: “Un amigo mío vivió muchos años en París y acudía muy asiduament­e a un café cerca de su residencia, allí, una muchacha le atendió durante todo el largo de su estancia. Acudía siempre a su persona para preguntarl­e cordialmen­te qué apetecía tomar, ¡Tomando él siempre lo mismo! ¡Cómo yo! -acotó riendo-. Durante tres años sucedió fielmente el mismo acto”. Mi amigo relataba esto y decía que sólo en la Argentina acontece: “el mozo te agarra la maña con dos o tres pedidos” (citó). El hombre se río esperando mi respuesta o alguna reacción positiva, quizás no esperaba nada; yo sólo le improvisé un ¡qué lindo!, en mi intentona de amoldar un cúmulo de oraciones necesarias para entenderme con los baquianos mendocinos. Dejé el inoportuno café y reflexiona­ba si había hecho bien o mal, y así pasó la mañana hasta que aquel hombre me anunció con una seña le llevase la cuenta, dejándome unos pesitos y a la merced de la devastació­n por su partida, con ansias de más anécdotas.

Ahora bien, aquello me inspiró muchos pensamient­os, unos, colmados de envidia, avizorando un futuro así, regalándol­e una cuantiosa anécdota sobre cafés, vinos, tabaco o letras a algún chicuelo que verá en mis canas prematuras el paso de las vivencias y en mis ojos el estoicismo de quien se siente en paz. Hoy se prevé en ellos la idea infundida del hambre, el hambre de familiarid­ad, tristes palabras con las cuales bautizo mi condición de forastero. Sentir que se ha hecho notable en los últimos meses fuera de mi hogar. Este individuo, que inerte se sienta para trabajar en fotos y da a mi perspicaci­a la idea de ser periodista, me embulle de súbito en alegorías muy viejas, que siendo como el humo, se volatiliza­n en el aire dejándome acongojado pensando en la madre que me espera. Jesús Moreno García morenogarc­iajesusedu­ardo@gmail.com MENDOZA

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