Clarín

Julen y Angela

- Ricardo Roa

Cada uno a su manera, los dos llegaron al punto más alto. Y cada cual a su manera, los dos han descendido o descienden del punto más alto. Uno se cayó víctima de su codicia y rifó lo que había conseguido. La otra se baja por propia decisión y para preservar lo que había conseguido.

El protagonis­ta de una de las historias es Julen Lopetegui, que acaba de ser despedido como técnico del Real Madrid, el equipo más poderoso del mundo. La protagonis­ta de la otra historia es Angela Merkel, que acaba de anunciar que dejará la jefatura de su partido Unión Demócrata Cristiana y que al final del mandato dejará también el gobierno de Alemania, el país más poderoso de Europa.

Hace apenas cuatro meses Lopetegui tocaba el cielo con las manos. Como jugador no había alcanzado gran fama: la mayor parte de su carrera la hizo como tercer arquero. Se destacó en el Logroñés, que no tiene mucho para destacar y jugó poco o muy en el Barcelona antes de que mostraran la salida. Era capaz de grandes atajadas y era capaz de grandes macanas. Terminó una carrera de casi 20 años y 300 partidos en el Rayo Vallecano.

Aunque no tenía una gran foja de servicios trepó al podio de los técnicos. Había dirigido equipos menores como el mismo Rayo o el Real Madrid Castilla. Logró algún campeonato menor y quedó a tiro de otros, nada del otro mundo. Su suerte cambió cuando lo llamaron para dirigir las seleccione­s juveniles. De ahí saltó al Porto y volvió a la Selección, pero a la mayor, para reemplazar a Del Bosque después del fracaso en el Mundial de Brasil.

Debe haber pensado, como los de la Federación Española que pensaron en él, que estaba condenado al éxito. También pensó lo mismo, con escándalo, Florentino Pérez, el mandamucho­más del Real Madrid que lo contrató mientras Lopetegui estaba ya en Rusia para el Mundial lustrando sus medallas: había llevado hasta allí al equipo nacional invicto en casi dos años.

Dirigir en el Mundial es el sueño de todo técnico y tener chance de ser campeón es el sueño de los sueños. Lopetegui vio uno de los sueños casi cumplido y el otro cercano a cumplirse. Y luego los dos echados a perder por la billetera de Florentino y por un acuerdo en secreto y a espaldas de la Federación Española, que le había asegurado nada menos que 3 millones de euros hasta 2020 sin importar cómo le fuera en Rusia.

Rubiales, el Chiqui Tapia español, ardió de bronca y le sacó tarjeta roja el día después de que Pérez anunciara la contrataci­ón y a tres días de que comenzara el Mundial. La Selección quedó huérfana, jugó a los empates y la eliminaron en la primera ronda.

España retrocedió diez años, los mismos que el Real con Lopetegui entrenador: el tricampeón de la Champions perdió cuatro de los últimos cinco partidos, está noveno en la Liga, más cerca del fondo que del líder Barcelona que lo goleó el domingo. Lopetegui quiso tenerlo todo. Se quedó sin nada.

Angela Merkel sintió que su tiempo político se termina y después de 13 años no se presentará para que la reelijan canciller. Cae en las encuestas, pierde elecciones o no las gana como antes y otros líderes vienen creciendo. “No nací canciller y de eso nunca me olvidé”, dijo. También: “Siempre quise ejercer los cargos con dignidad y también dejarlos con dignidad”. Saber decir que no y saber renunciar es parte de la sabiduría. Una sociedad de muchas Merkel mejora a todos. Una de muchos Lopetegui no cambia a nadie.

El Sampaoli español ganó dinero pero hizo perder a dos equipos. Merkel se va con dignidad.

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