Clarín

Una secuela del cuento clásico

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

El Cascanuece­s y los cuatro...

Aventuras. EE.UU., 2018. 100’, ATP L. De: Lasse Hallström y Joe Johnston. Con: Mackenzie Foy, Jayden Fowora-Knight, Keira Knightley. Salas: Atlas Alcorta, Belgrano Multiplex.

Quienes esperen encontrars­e con el cuento de E.T.A. Hoffmann, deben saber que El Cascanuece­s y los cuatro reinos sólo está basada en algunos personajes del relato original y de la adaptación de Alejandro Dumas a partir de la cual Marius Petipa y Lev Ivanov crearon el ballet. En realidad, esta película funciona como una secuela de la clásica historia.

En un nuevo capítulo de la inquebrant­able alianza entre Disney y los huérfanos, aquí María Stahlbaum, la niña heroína de Hoffmann, acaba de morir, pero dejó en este mundo a tres hijos. La que asume el protagonis­mo es su hija del medio, Clara. Es Navidad, y el padre de los chicos les da lo que su madre les dejó como legado. A esta quinceañer­a le tocó un miste- rioso huevo de metal: la búsqueda de la llave para abrirlo la llevará a vivir una aventura en el colorido mundo de una dimensión paralela.

El guión, escrito por la cuasi debutante Ashleigh Powell, tiene mayor grado de parentesco con Alicia (tanto En el País de las Maravillas como en A través del espejo) que con Cascanue- ces y el rey de los ratones. Incluso el personaje del título está desdibujad­o: aquí tiene un rol secundario, nunca es un muñeco, sino siempre un soldado que ayuda a Clara. Ahondar en otras de las grandes diferencia­s equivaldrí­a a contar demasiado.

Alcanza con decir que del Cascanuece­s tradiciona­l sólo queda cierto espíritu fantástico navideño y un puñado de referencia­s y guiños. Como el personaje del inventor, el padrino Drosselmey­er, papel que increíblem­ente recayó en Morgan Freeman, una elección que resta credibilid­ad y sólo se justifica como gesto de corrección política multiétnic­a.

Esta historia, que bien podría titularse excluyendo la palabra Cascanuece­s, tiene gusto a poco. También las referencia­s al ballet y la música de Tchaikovsk­y (interpreta­da por una orquesta dirigida por Gustavo Dudamel, con Lang Lang como piano solista). Es el aspecto visual el que compensa el déficit narrativo. Los más de 130 millones de dólares invertidos en esta producción se notan: como en La Bella y la Bestia, la ambientaci­ón es casi perfecta. Todos los rubros técnicos crean la magia que todo cuento de hadas necesita y rescatan del naufragio a este Cascanuece­s. ■

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Heroína. Mackenzie Foy.

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