Detectan terminales truchas de micros, mientras las legales siguen en problemas
La Justicia porteña clausuró una parada en Parque Patricios. Floresta y Once son otras zonas afectadas. A su vez, las de Retiro y Liniers colapsaron, y la de Dellepiane no tiene uso.
La clausura de una terminal ilegal de micros en Parque Patricios reavivó la polémica sobre estas estaciones “truchas” en la Ciudad. Once sigue invadido por buses sin control, con pasajeros de las provincias que vienen a hacer compras. Persisten las paradas precarias en Palermo y Floresta. Y las terminales legales tampoco ofrecen condiciones mucho mejores: la de Retiro continúa sumida en el abandono, Liniers es incómoda e insegura, y Dellepiane casi no recibe micros, aunque fue inaugura- da ya hace un año y medio.
De la parada ilegal clausurada días atrás en Monteagudo al 700 partían al menos 29 micros hacia Bolivia y Perú, que no eran sometidos a ningún tipo de control, según fuentes de la Unidad Fiscal Especializada en Materia Ambiental (UFEMA), a cargo del operativo. Igual de peligroso era el tanque de 15.000 litros de combustible que había allí y que no contaba con habilitación ni condiciones de seguridad mínimas. Para colmo, funcionaba un lavadero para los vehícu- los, que arrojaba sus desechos ilegalmente a la red cloacal.
Sin embargo, días después del allanamiento la terminal seguía funcionando, como pudo comprobar este diario y también la Fiscalía porteña. Es por eso que a la clausura administrativa la fiscal Rocio López Di Muro le sumó una cautelar. Además, el lugar fue tapiado.
Pero esta no es la única terminal ilegal detectada: en Once los micros truchos son un lamentable clásico. Por día llegan 3.500 pasajeros en unos 70 micros, que estacionan en la calle desde la madrugada hasta la tarde. Traen gente que viene en tour de compras. El resultado: caos de tránsito, ruido y suciedad. Según los vecinos, la gente se sienta sobre la vereda, come, cambia los pañales a los bebés y hasta hace sus necesidades.
Otros barrios que ofician de terminales ilegales para buses, minibuses y combis son Palermo (especialmente Plaza Italia y Coronel Díaz entre Beruti y Arenales), Floresta (cerca de la avenida Avellaneda) y Recoleta (Rodríguez Peña y Paraguay). Los destinos son variados: desde localidades bonaerenses cercanas como Lobos, Chivilcoy y San Pedro, hasta la Costa Atlántica y ciudades del Norte argentino. Muchas de esas empresas evitan dar precisiones en sus sitios web sobre los servicios y sugieren pedir presupuestos por correo electrónico o teléfono. Además, se encuadran como compañías de turismo, aunque en la práctica sean de larga distancia.
“Estas empresas violan la modalidad: sacan permiso de turismo para tours, pero ofrecen servicio de venta de pasajes regular, con paradas preestablecidas”, explica Gustavo Gaona, vocero de la Cámara de Empresas de Micros de Larga Distancia (CELADI). Agrega: “Funcionan como si fueran de larga distancia pero no cumplen con las condiciones de seguridad, derechos laborales, horarios, y pago de impuestos y de uso de terminal o dársena”. Así es como consiguen precios más competitivos, sostienen desde esa cámara, que pueden ser “de hasta un 50% menos que los ofrecidos por las compañías en regla”.
Desde la Comisión Nacional de Re- gulación del Transporte (CNRT) indican que hay controles diarios, y que en lo que va del año labraron 773 infracciones y retuvieron 22 vehículos.
Las terminales legales no ofrecen condiciones mucho mejores para esperar los micros. En la de Liniers, que es en rigor un parador, operan 70 empresas, pero hay sólo 12 plataformas y apenas ocho bancos. La comunicación es deficiente: nunca se sabe a qué hora llegarán los buses. Los choferes de las unidades que arriban se enteran de qué plataforma les corresponde con un rudimentario sistema: el empleado de la garita les indica el número con los dedos. Pero lo más grave allí es la inseguridad, ya que los robos y arrebatos son muy comunes.
Falta seguridad también en el entorno de Retiro, por donde todos los días pasan unas 50.000 personas, de las cuales la mitad aborda o arriba en un micro. Las instalaciones dan pena: los sanitarios son, paradójicamente, insalubres; las rampas mecánicas están rotas; y abundan el mal olor, la suciedad y los precios astronómicos en kioscos y restaurantes. Para peor, no hay precisiones sobre cuándo habrá una nueva concesión (ver “El futuro de Retiro...”).
La última esperanza que guardaban los pasajeros era la terminal Dellepiane, que se inauguró hace un año y medio en Villa Soldati. Pero pese a la inversión de US$ 30 millones, el edificio recibe apenas el 1% de los servicios que pasan por la Ciudad. Fuentes del sector indican que las empresas de larga distancia se niegan a usarla porque es poco accesible e implica pagar por más dársenas y peajes, entre otros costos operativos. ■