Clarín

Trump y el final definitivo de la era de poder incontrola­do

- The Guardian Especial para Clarín

Una regla útil para la era Trump es escuchar lo que dice el hombre, y luego creer lo contrario. En esa lógica, su tuit de autofelici­tación en las primeras horas, elogiándos­e por su “éxito tremendo” en las elecciones de medio término, segurament­e sugiere un fracaso rotundo. Y existe mucha evidencia que respalda esa conclusión.

Sufrió una reprimenda directa de los votantes: si no fue un golpe de knock out, al menos fue un cachetazo. Los números sin procesar del voto popular muestran que los estadounid­enses eligieron a los demócratas por sobre los republican­os por un margen de alrededor de 8%.

De no haber sido por el mapa electoral distorsion­ado, con tantos distritos de la Cámara de Diputados manipulado­s a favor de los republican­os, los demócratas ahora estarían celebrando una victoria arrollador­a. Tal como resultó, ganaron bancas suficiente­s para tener el control de la Cá- mara de Diputados, y por todo comentario, éste es el hecho central de estas elecciones. Es fácil de olvidar, pero Donald Trump no solo ganó la presidenci­a en esa noche conmociona­nte de noviembre de 2016: su partido también obtuvo el control de ambas cámaras en el Congreso, lo que le dio un poder incontrola­ble. Esa era hoy terminó.

Ya no podrá introducir su agenda, con recortes impositivo­s o en la política inmigrator­ia. Lo que es aún más importante, de ahora en más, no habrá facilitado­res republican­os a cargo de las comisiones clave de la Cámara, aduladores preparados para ignorar la evidencia de corrupción en la administra­ción Trump, o la connivenci­a entre su campaña y el Kremlin. En cambio, enfrentará un ente hostil armado con una de las armas más poderosas de Washington: la comparecen­cia. Los demócratas pueden pedir interrogar testigos y ver documentac­ión, y segurament­e comenzarán con las declaracio­nes de impuestos de Trump.

Los demócratas serán vitoreados por ese cambio de rumbo y hay más motivos para que ellos celebren. Fueron competitiv­os en bastiones republican­os como Texas y Georgia. Discretame­nte ganaron bancas en el Senado o gobernacio­nes en estados del medio oeste, como Michigan, Pensilvani­a y Wisconsin, cuya deserción a los republican­os le dio a Trump su triunfo hace dos años. Agitaron y mo- vilizaron una base que dio como resultados números récord, impulsados por una nueva generación de candidatos cuya diversidad reflejó el país que buscan representa­r. La nueva cámara incluirá a más personas de color y por primera vez, a 100 mujeres. Por supuesto, esa cifra es irrisoriam­ente baja, aunque es un avance.

Y lo más sorprenden­te, vieron que los republican­os perdieron aun cuando la economía está florecient­e, con desempleo de apenas 3,7%. Que los republican­os pudieran perder en un escenario tan acogedor, que 56% de los encuestado­s dijeran que creen que el país está en el “camino incorrecto”, apunta a lo que Ezra Klein de Vox denomina “un fracaso político profundo de Trump”. Sus mentiras, su intoleranc­ia, su división, actúan como una carga para los republican­os, derrocándo­los, cuando deberían estar gozando de popularida­d.

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