Clarín

Los goles que dio Chernóbil

- Waldemar Iglesias wiglesias@clarin.com

E l selecciona­do de la Unión Soviética era, en aquel abril de 1986, capaz de plantarse sin inhibicion­es frente a la Argentina de Maradona, esa que poco después se consagrarí­a en el Mundial de México. El Dínamo de Kiev -orgullo ucraniano- dirigido por Valery Lobanovsky conformaba la base de aquel plantel del que Andryii Schevchenk­o, un niño entonces, era hincha incondicio­nal. Pero un dolor que todavía dura sucedió: la central nuclear Vladimir Lenin, la más poderosa del mundo, realizó una prueba fuera de protocolo y la tragedia aconteció. Lo cuentan las crónicas de esos días: grandes cantidades de dióxido de uranio, plutonio, cesio y estroncio fueron liberadas con tal fuerza que dispararon la tapa de mil toneladas que protegía al reactor. La radiación mató y dañó a cada paso en la comunidad más cercana, Pripiat, y en todos los alrededore­s de Chernóbil.

Muchos trataron de huir. Algunos lo lograron. Sheva -crack universal que el último mes cumplió 40 años y que ahora dirige a Ucrania rumbo a Rusia 2018- vivió esos días con más inocencia que angustia: tenía nueve años. vivía en Dvirkivsch­yna y en medio de la emergencia escapó con su familia al mar Azov. Los miedos lo instalaron en Kiev. Quiso estudiar Educación Física. Dijeron que no era capaz. Pero Lobanovsky - una suerte de Griguol de los días de la Ucrania soviética- vio en él lo que había: un goleador implacable.

Se destacó en el equipo que adoraba y adora: el Dínamo de Kiev. Milan lo descubrió pronto. Luego de ganar todo lo que podía ganar en su país, llegó a la capital de la moda para ponerse de moda, en 1999. Ganó la Champions League en 2003 (convirtió el penal decisivo frente a la Juventus, con Buffon en el arco), obtuvo el Balón de Oro de 2004.

De tanta gloria obtenida se tejieron mitos maliciosos: que tenía una fortaleza superlativ­a y algunos dedos menos en los pies a consecuenc­ia de aquella niñez bajo el cielo del plutonio y otros venenos.

Nada de eso. Fue un crack al que todavía recuerdan en las calles. Sirve un detalle: Milan fue la sede de la última final de la Champions entre los dos gigantes de Madrid, Atlético y Real. Su rostro aparecía ahí, en las calles, hecho gigantogra­fía, promociona­ndo el evento.

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