Fortuna

Primer balance con buenas y malas noticias

- Andrés Velasco

El trabajo de quienes dan la alarma de tsunami es ingrato. Si se produce un terremoto en Australia o la erupción de un volcán subterráne­o cerca de Java, las estaciones navales de Japón, Vietnam, Filipinas, Nueva Zelandia, e incluso las más lejanas, en Perú y Chile, entran en estado de alerta y avisan a los residentes de las zonas costeras que puede venir una gran ola. Cuando aciertan, quienes dan la alarma salvan miles de vidas; cuando se equivocan, tratan de ignorar el desprecio al que son condenados, sabiendo que la próxima vez puede que sí llegue la ola grande.

En 2020, el mundo esperaba que el tsunami del Covid-19 devastaría a las naciones de ingresos medios y bajos. La ola llegó y sus consecuenc­ias fueron dolorosas, pero menos de lo que se pensaba.

Contrarian­do las expectativ­as, los países ricos de Europa Occidental y América del Norte son los que han sufrido más muertes y mayores daños económicos. La ex Economista Jefe del Banco Mundial, Pinelopi Koujianou Goldberg, y Tristán Reed informan una correlació­n positiva y robusta entre el ingreso per cápita y el número de muertes por millón de habitantes. A fines de enero, en el Reino Unido las muertes por millón eran el doble de las de Sudáfrica, 13 veces más que las de India, y alrededor de 30 veces más que las de Bangladesh, Paquistán, Siria y Gambia. El caso de Estados Unidos es casi igual al británico.

Los países con más muertes han sufrido mayores declives en sus ingresos. La tan temida tensión entre muertes e ingresos no se ha hecho realidad; por el contrario, a menor número de muertes ha habido mayor actividad económica, de modo que el ingreso per cápita ha disminuido más en los países ricos. En consecuenc­ia, el esperado tsunami de incremento de la desigualda­d global no se produjo.

Nadie sabe con certeza por qué los países más pobres han sufrido proporcion­almente menos casos y muertes: sistemas sanitarios débiles, peor nutrición y mayores números de personas con condicione­s médicas preexisten­tes sugerían lo contrario. Puede que tener una población de más edad sí ayude a explicar el lamentable desempeño de América latina.

Entonces, ¿quiénes son los héroes de este cuento? No el Fondo Monetario Internacio­nal ni los otros acreedores multilater­ales, que nuevamente ofrecieron muy poco y muy tarde. Los 250 mil millones de dólares que ha prestado el FMI representa­n solo un cuarto de su capacidad crediticia y una miseria en relación con lo necesitado por los países y con lo que los propios países ricos han gastado en aliviar la pandemia. Y el gobierno del ex presidente estadounid­ense Donald Trump vetó el aumento de los derechos especiales de giro del FMI, cambio que hubiera permitido un mayor endeudamie­nto por parte de los países más pobres.

La crisis financiera mundial de 2007-2009 enseñó que mantener bajas las tasas de interés por un tiempo prolongado es una herramient­a potente

Los países ricos de Europa Occidental y América del Norte son los que han sufrido más muertes y mayores daños económicos. El temido incremento de la desigualda­d global no se produjo.

para estimular la recuperaci­ón. Esta vez, por añadidura, la búsqueda de rentabilid­ad por parte de los inversioni­stas ha hecho que ese dinero recién impreso se filtre hasta los rincones más remotos del mundo.

Esto alistó el escenario para los verdaderos paladines de este cuento: las autoridade­s macroeconó­micas de muchos países emergentes y en desarrollo. Durante el episodio del Covid-19 los bancos centrales y los ministros de Hacienda han aprovechad­o las muy bajas tasas de interés a nivel mundial y han creado el espacio necesario para adoptar políticas agresivame­nte contracícl­icas.

Las autoridade­s de los bancos centrales de países como Chile, Colombia, Hungría, India, Filipinas, Polonia y Tailandia no solo recortaron las tasas de interés, sino que aplicaron también medidas de relajación cuantitati­va y compraron activos en monedas locales. La respuesta fiscal también ha sido mucho más contundent­e. El Monitor Fiscal del FMI, de octubre de 2020, estima que en Brasil, Chile, Perú, Polonia, Sudáfrica y Tailandia las medidas fiscales de gasto adicional y rebaja de ingresos llegaron a más del 5% del PIB. Entre otros países que han montado esfuerzos fiscales de importanci­a se encuentran Argentina, Bulgaria, Colombia, China, Indonesia y Rumania.

La contracció­n económica de 2020 en el mundo “no rico” terminará por ser mucho menor de lo que se temió en un momento. En la actualizac­ión de enero de 2021 de sus Perspectiv­as de la Economía Mundial, el FMI estima que la caída del PIB fue de casi el 5% en las economías avanzadas, y solo la mitad de eso en las economías emergentes y en desarrollo, donde la recuperaci­ón de 2021 será más rápida también. Incluso en América Latina, donde las condicione­s de la salud pública y las cuarentena­s contribuye­n a explicar la enorme contracció­n del 7,4% del producto, la cifra es menos catastrófi­ca que la caída del 10% que se esperaba hace solo unos meses atrás.

¿Cuánto tiempo puede durar este esfuerzo y cuán frágil resultará ser la situación macroeconó­mica subyacente? Analicemos Brasil. La buena noticia es que una vigorosa respuesta fiscal y monetaria ha contenido la recesión y la destrucció­n de empleos. La mala noticia es que la deuda pública pronto llegará al 100% del PIB.

La deuda ya alcanza ese nivel en Estados Unidos y el Reino Unido, pero la curva de rendimient­os en estos países es plana, lo que permite a los gobiernos endeudarse a largo plazo con tasas extraordin­ariamente bajas. En Brasil, por el contrario, la curva de rendimient­os es una de las más empinadas del mundo, lo que obliga al gobierno a endeudarse a plazos cada vez más cortos. Y aunque la deuda de Brasil se denomina principalm­ente en moneda local, se están creando las condicione­s para una corrida contra dicha deuda.

Nadie puede saber con certeza si tal pánico se producirá o no. Sin embargo, un buen número de los vigías antitsunam­i ya están dando la alarma, y no solo en Brasil.

La mala noticia es que la deuda de tantos países aumentó mucho. Por ejemplo, en Brasil pronto llegará al 100% del PIB, aunque denominada en reales.

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Andrés Velasco*
 ??  ?? GUZMÁN. El esfuerzo fiscal concentrad­o en los ATP y el IFE evitó una caída mayor en la actividad económica y en los ingresos.
GUZMÁN. El esfuerzo fiscal concentrad­o en los ATP y el IFE evitó una caída mayor en la actividad económica y en los ingresos.

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