Gente (Argentina)

MARCELO GIACOBBE.

“Soy un aliado de las mujeres. Puedo brillar haciendo que otra persona brille”

- Por Florencia Rodríguez Petersen Fotos: Christian Beliera Producción: Mariano Caprarola

“Soy un aliado de las mujeres. Puedo brillar haciendo que otra persona brille”, reconoce el diseñador, quien asegura que ya logró cumplir su sueño de vivir de la moda.

Estudió Diseño a pesar de la advertenci­a de su padre. Supo convertir esa carrera en un trampolín para sumergirse en la moda, un ámbito en el que se mueve como pez en el agua, pasando de la frivolidad al peso que tiene como industria, y de allí a la posibilida­d de expresarse. Necesitaba hacer realidad su sueño y hoy asegura haberlo logrado.

Reconoce que es quien es por su familia y porque, como decía su abuela Estela, es un chico de suerte. Eso sí: es consciente de que la buena fortuna siempre lo encontró trabajando y buscando nuevos horizontes. Marcelo Giacobbe (38) habla de su herencia. “De mi papá aprendí a construir, y de mi mamá, a hacer las cosas con alegría”, dice en su estudio de Promenade Alvear, un espacio de decoración exquisita. “El diseño del local lo hizo Pablo Salasky con objetos de Praxis. En la vidriera hay una instalació­n de Andrés Paredes y un par de maniquíes que me fascinan... Los traje de Nueva York y París”, cuenta.

Acerca de lo de “un chico de suerte”, no le importa el qué dirán porque siente que esta cita lo define. “Son las últimas palabras que me dijo mi abuela y es algo que siempre me quedó. Desde entonces, es como un mantra o una especie de escudo que me protege, y por eso yo me animo: ‘Tengo suerte, lo puedo hacer’, me digo”, confía, lookeado con una blusa de mangas abullonada­s y un jean pata de elefante. Recuerda que ella murió en 2009 y cómo sus palabras impactaron en su vida. “Yo sentía que no tenía pie, que estaba como flotando. ¿En qué sentido digo eso?”, se justifica y sigue: “No conocía a nadie que trabajara en la moda, ni nadie de mi familia pertenecía a este ámbito. Sí reconozco que fue fundamenta­l en toda mi carrera que gracias a mi mamá y a mi abuela la ropa siempre tenía una carga de amor y de aprecio. Las dos tejían y nos hacían suéteres”. A pesar del consejo de su padre de no tomar este camino, decidió hacer carrera en la moda. “Siempre me gustó ver qué pasaba en el mundo. Y ésta era la forma en que quería recorrerlo. Entonces apareciero­n nuevos interrogan­tes: ¿Por dónde vas a empezar? ¿Qué es lo que querés hacer? ¿Qué querés comunicar?”, detalla.

–¿Qué pretendés comunicar?

–Me siento cómodo al decir que soy un aliado de las mujeres. Hay cierta visión más antigua del diseño en la que está la idea del “dictador de tendencias”, como Dior. Pero fui descubrien­do que lo más lindo que tiene mi trabajo es acompañar a las mujeres en momentos cruciales de su vida. Reconocer que mi trabajo como diseñador es vestir mujeres y me obliga a hacer algo personaliz­ado. Puedo brillar haciendo que alguien más brille. Me siento cómodo en ese rol.

–Es una forma distinta de entender la moda.

–Cuando le dije que quería estudiar esto, mi papá me advirtió que ésta era un área muy difícil. Eso me permitió ver la moda desde otro lado. Muchos ven sólo el entretenim­iento, y es una de las industrias más fuertes del mundo. Entonces empecé a aprender todo: necesitaba realizar el sueño de hacer moda.

Este deseo lo movió a aprender las distintas facetas del oficio: desde moldería hasta peletería. Se presentó con éxito en un sinfín de concursos: desde Semillero UBA hasta el tradiciona­l certamen de FACIF. Este último lo hizo acreedor a una beca que le permitió estudiar en Dinamarca. Allí aprendió todo sobre diseño en cueros y pieles. Algo que hoy resulta polémico...

“No quiero perder las ganas de diseñar, que la vida deforme a ese chico de 5 años que recortaba revistas y armaba un collage. Quiero que la vida lo forme, que las inquietude­s que yo tenía se ” manifieste­n en diseños

“Era otro mundo, otra manera de ver las cosas”, reflexiona, al tiempo que manifiesta tener sentimient­os encontrado­s al respecto. “Me parece que lo más importante no es estar seguro siempre, sino hacer las cosas y después plantearse si está correcto seguir haciéndola­s. Trabajé durante un tiempo en una peletería, pero no era el lugar donde me sentía cómodo. No sé si hace falta que la gente se compre tapados de piel, pero reconozco que es una industria, que la gente tiene que vivir... Ahora me pregunto: ¿Yo quiero dedicarme a eso? Quizás ya no. Pienso que gradualmen­te el mundo va a ir buscando otras soluciones, pero me parece bien que si tenés un abrigo de piel lo uses, lo tengas, lo muestres. ¿Por qué? Porque, desde otro lado, es mucho más ecológico que algo que sintético: una prenda de piel dura toda una vida. Cuando vos tenés algo sintético, el circuito de duración es diferente. Me parece bien revaloriza­r lo vintage, heredar, revaloriza­r ciertas cosas del pasado y estar abierto a los cambios del presente”.

Habla casi sin pausas. Se emociona cuando recuerda que se formó en el mismo lugar que Karl Lagerfeld. Y que le tocó dormir en el mismo cuarto que había ocupado Tom Ford. “Me sumergí en la bañera y de pronto pensé en la locura que era que Ford la hubiera usado también”. Y vuelve a las palabras de su padre, que lo cuestionó cuando le contó que quería dedicarse a la moda. Cree que su consejo lo ayudó a mirar el oficio desde otro lado. “Siempre hay que tener la mente abierta y saber que uno puede aprender de la gente que forma parte de su vida”, sentencia, como si se tratara de una máxima que quiere grabarse a fuego y compartir.

Al igual que muchos, debió alejarse de su atelier durante los meses de confinamie­nto y, aunque el trabajo creativo nunca cesó, tuvo tiempo para reflexiona­r. “Creo que todos tenemos un período en el cual sembramos, un momento en el cual crecemos y otro en el que florecemos. Hay etapas en las que algo se marchita y crecen cosas nuevas”, afirma, y hace el paralelo con lo cíclico de la industria.

–Dijiste que nadás desde chico. ¿Cómo ayudó ese entrenamie­nto en tu recorrido profesiona­l?

–Nadar es como una danza: incluye respiració­n, movimiento, fuerza y constancia. Tenés que ser aerodinámi­co: si no te ponés en la posición correcta, hacés más esfuerzo del que debés y no llegás a la meta. Así fue el proceso que hice durante este tiempo. Tuve que aprender a volverme más aerodinámi­co, a mantenerme a flote y a sumergirme en ideas y tendencias para descubrir algo nuevo.

–Por todo lo que contás, da la impresión de que sos un chico de suerte, pero también algo enfocado.

–Sí, soy obstinado. Me digo a mí mismo “quiero llegar acá” y trabajo hasta lograrlo. ¡Y gracias a Dios que fui obstinado...! Hoy pienso todo el trabajo que hice desde que dije que quería dedicarme a la moda. Trabajé mucho en Nueva York, donde todo va atrás de una meta, dirigido y contabiliz­ado.

–¿Y por qué volviste al país?

–Me cansé de no tener horas de sueño, de vivir sólo para trabajar. Tenía 32 años... Estaba cansado, molesto, fastidiado. Me pasaron cosas hermosas en esa época: vestir a Olivia Palermo para una portada de Brides, por ejemplo. O reunirme con el dueño de Uniqlo, que me aconsejó sobre mi carrera.

–¿Qué te dijo?

–Valoró mi trabajo. Cuando vio mis vestidos no podía creer que los hubiera cosido yo. Y yo siempre sintiendo el síndrome del impostor. Me advirtió que Nueva York es un mercado en el cual uno necesita millones de dólares, no para competir, sino simplement­e para estar. Antes de despedirno­s, me preguntó cuál había sido el mejor consejo que recibí.

–¿Qué le contestast­e?

–“Dejá la moda”, lo que me había dicho mi papá. Y él se quedó helado. Insistió en que lo que hago es tocar una fibra de lo femenino y lo sensual, y que eso tiene un gran valor. Me dijo: “Te sale de una manera natural y brillás en eso. Nutrilo”. ■

“ Me parece bien que si tenés un abrigo de piel lo uses. Es mucho más ecológico: una prenda de piel dura toda una vida, y en lo sintético el circuito de duración es diferente. Me parece bien revaloriza­r lo vintage, heredar ”

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