Gente (Argentina)

PUERTO MADRYN EN TIEMPO REAL.

“Llegué pensando que era un centro turístico ideal para el invierno y volví descubrien­do que es un infaltable lugar para el verano”

- Por Agustín Neglia

Agustín Neglia, conductor de Modo selfie y Modo foodie, recorrió la ciudad patagónica y descubrió para GENTE sus secretos mejor guardados.

El conductor de Modo selfie y Modo foodie recorrió la ciudad patagónica y descubrió para GENTE sus secretos mejor guardados. También trazó una hoja de ruta en primera persona, para seguir su huella en este increíble paraje chubutense.

Después de tanto viajar por el mundo, finalmente me hice el tiempo para un destino obligado que cualquier viajero al que le gusten la aventura, la naturaleza y la inmensidad de los paisajes profundos debe visitar.

En un viaje relámpago de cuarenta y ocho horas me fui a visitar Puerto Madryn. Y es que en el fragor de filmar dos programas por semana como Modo selfie y Modo foodie (América TV), y en su versión verano, no me puedo tomar todo el tiempo que me gustaría para recorrer cada destino. Pero no hay mal que por bien no venga. Así que voy a aprovechar para contarles en los próximos párrafos cómo disfrutar de Puerto Madryn y recorrer todos sus rincones en poco tiempo y sin morir en el intento. Siempre antes de encarar cada viaje propongo la misma estrategia: comenzar por lo más importante y a partir de ahí continuar, de manera tal que no nos queden pendientes por cuestiones climáticas o de tiempo las cosas que no podemos dejar de conocer.

Visitar en verano esta ciudad argentina ubicada en Chubut, en la costa de la zona norte de la Patagonia, es una verdadera sorpresa. Todos nos imaginamos un lugar de invierno y abrigo. Llegué pensando que era un centro turístico ideal para la temporada fría, y volví descubrien­do que es un infaltable lugar para el verano. Con temperatur­as de 30 grados y un cielo totalmente despejado, Puerto Madryn se convierte en un punto ideal para tomar sol en sus playas, nadar, practicar snorkel y bucear. Y es que Puerto Madryn tiene casi tres mil metros de playas, con paradores y una excelente gastronomí­a, aparte de los cientos de kilómetros de costa salvaje, ideales para recorrer haciendo trekking, en bicicleta o con un motorhome. Pero ahora repasemos mi itinerario en tiempo real...

DÍA 1. Son las siete 7 A.M. y me estoy poniendo un traje de neoprene para salir a nadar con los lobos marinos. Aunque suene increíble, debo confesarle­s que es muy temprano para sumergirse en el agua y vivir una experienci­a así. Pienso en Buenos Aires y en el calor que azotó a esa jungla de cemento en los últimos días y termino de tomar el ánimo necesario.

La excursión consta de un viaje en lancha de aproximada­mente veinte minutos hasta una bahía donde se encuentran los lobos en su hábitat natural. Llegamos, y el capitán nos da la orden de sumergirno­s. En manada, los aventurero­s nos arrojamos al agua de manera sigilosa, para no ahuyentar a los mamíferos. No hace falta saber nadar: el traje de neoprene te da la flotabilid­ad necesaria y el aislamient­o térmico indispensa­ble para relajarte durante cuarenta minutos en el agua y esperar que los lobos hagan el resto.

De regreso a la costa paramos unos minutos sobre el Folías, un barco hundido hace cuatro décadas, ideal para el “buceo de naufragio”. Sobran dos tanques de oxígeno en el barco y me preguntan si me animo a sumergirme por primera vez para una inmersión de bautismo. Lógicament­e, mi respuesta es “sí”. Pronto me entero de que

Puerto Madryn es la Capital Nacional del Buceo, gracias a sus aguas claras y la calma de sus olas.

Mi periplo continúa por la tarde. Tras dos horas de viaje por caminos de ripio llego a Península Valdés para visitar una de las tantas pingüinera­s que existen en la zona. En este caso y de manera aleatoria elegimos San Lorenzo, un campo con más de 600 mil de estas aves caminando alrededor y acostumbra­dos a la selfie del turista. Los protegen algunos senderos de piedra que marcan el límite entre su ecosistema y el nuestro. La experienci­a es única, como es único poder comprender cómo funciona su modo de vida y descubrir algunas curiosidad­es... ¿Sabían qué los pingüinos se encuentran entre los animales más fieles, ya que intentan mantener la misma pareja y volver siempre al mismo nido?

Finaliza la excursión y me detengo una hora en la estancia San Lorenzo, para probar un rico cordero patagónico a las llamas. Es otra de las experienci­as que no podemos dejar de vivir en el Sur. El cordero se cocina a fuego lento durante algo más de tres horas, a llama, con un aliño de salmuera y especias.

DÍA 2. Sólo me quedan veinticuat­ro horas para vivir esta experienci­a única. Entonces decido recorrer cuatro puntos panorámico­s costeros distintos de Puerto Madryn. Comienzo por el más lejano, trasladánd­ome hasta el Cerro Divisadero, para pegar el mismo grito que Alterio en Caballos salvajes. Claro, es el sitio donde se filmó la famosa escena en la que el talentoso Héctor grita: “¡La puta que vale la pena estar vivo!”.

En camino de regreso y a diez minutos de mi primera parada, llego a Punta Lobos para mirar cómo se comportan esos animales de manera salvaje (sin intervenir, como lo había hecho el día anterior). Ellos se instalaron ya hace varios años debajo de un acantilado, sobre una playa muy exclusiva, y nadie los movió de ahí. Es un área protegida.

A pocos kilómetros de la ciudad, una tercera parada nos acerca al Monumento del Indio, que mira hacia el mar. Es un lugar ideal para la foto, ya que pue

de sumarse a la imagen un cartel gigante que reza “Puerto Madryn” y las banderas argentina y galesa, que memora la llegada a estas tierras de los inmigrante­s de ese origen a mediados del siglo XIX. Cerquita se alza el Ecocentro, un parque temático en forma de castillo de madera y vidrio, que fotografío desde mi dron. No tengo tiempo para recorrerlo por dentro.

Ya es mediodía y debo almorzar. Me recomienda­n el salmón, pero elijo el abadejo, un pescado ideal para pedir en esta zona, acompañado por una rica salsa de mariscos. Ya en uno de los paradores de las playas me calzo unas ojotas, un traje de baño y me dedico a recorrer, de punta a punta, los tres kilómetros de playa. Cámara en mano, entrevisto a turistas y locales, intentando conocer más sobre el espíritu de Puerto Madryn en verano. Ya es tiempo de partir.

Cae la tarde. El avión comienza despegar y miro por la ventana cómo Puerto Madryn queda atrás. No voy a mentirles, estoy cansado. Mientras en mis auriculare­s suena John Mayer, mi artista favorito, pienso: “Volveré en Semana Santa, para formar parte del Via Crucis submarino”. Y también regresaré durante el invierno, cuando a principios de junio lleguen las primeras ballenas. Y, sí: ningún viaje termina cuando quedan cosas por recorrer...■

“En medio de las grabacione­s de ‘Modo selfie’ y ‘Modo foodie’, pude hacerme un hueco de cuarenta y ocho horas para recorrer los lugares más importante­s de Puerto Madryn. Contrariam­ente a lo que creía, es un lugar maravillos­o también en verano ”

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Izquierda: Rodeado por pingüinos, y un lobo marino en su hábitat natural.
Arriba: Agustín junto al equipo que lo acompañó a hacer “buceo de naufragio, en mi inmersión de bautismo”.
Embarcado en la aventura Izquierda: Rodeado por pingüinos, y un lobo marino en su hábitat natural. Arriba: Agustín junto al equipo que lo acompañó a hacer “buceo de naufragio, en mi inmersión de bautismo”.
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Fotos: A.N. y gentileza Ente Mixto de Promoción Turística de Puerto Madryn
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