QUIROS “Las pandemias no dan espacio a las miradas partidarias”
Después de negarse al cargo, aceptó la propuesta de ser ministro de Salud en la Ciudad de Buenos Aires. Llevaba años asesorando en la gestión pública y sentía que era el momento de devolverle algo a la sociedad. Jamás imaginó que debería enfrentarse a una pandemia. “Y... uno no se prepara para lo que no espera”, dice quien logró sortear la primera ola de coronavirus y se prepara para hacer frente a lo que sigue.
La oficina es austera. En el escritorio hay unos cuantos papeles desparramados y sobre una repisa algunas fotos familiares. “No son actuales”, dice Fernán Quirós (59), ministro de Salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y uno de los políticos que más han sobresalido durante el último año. Es el noveno de diez hermanos. Tiene tres hijos y cuenta que antes de tener que organizarse en burbujas las reuniones familiares eran muy multitudinarias.
Igual que para el mundo entero, para él el 2020 estuvo atravesado por la pandemia de coronavirus. Por su cargo, con más responsabilidades y mucha más exposición que el común de la sociedad. “No lo esperaba. Y uno no se prepara para lo que no espera”, reconoce con el tono sereno que parece ser una marca registrada. Fue médico durante toda su vida: se formó en la Universidad de Buenos Aires y trabajó en el Hospital Italiano luego de especializarse en Medicina Interna.
Con una larga trayectoria en consultorios, con horas de docencia y luego de haber implementado estrategias como la historia clínica electrónica y la promoción de los Centros de Atención Primaria de Salud, no puede imaginar su vida sin la medicina. “Me gustan los deportes, la actividad deportiva”, reflexiona y agrega: “También me gusta lo que sea planificar y organizar”.
–¿Eso te motivó a moverte a la política?
–No. En realidad, tenía la convicción de que luego de 30 años de desarrollar mi profesión en un hospital sin fines de lucro, como es el Italiano, era tiempo de devolverle a la sociedad lo que había podido construir.
–¿En algún momento te arrepentiste?
–Nunca. A veces estuve agobiado y cansado, algo superado, tratando de aprender nuevas cosas. La función pública es muy diferente al hospital. Mientras allí hay un propósito institucional, en el espacio público se busca una construcción colectiva y mi misión es facilitar ese diálogo, coordinarlo, permitir que emerjan propuestas de la comunidad. El eje central es crear y construir espacios donde se exprese la diversidad y puedas encontrar puntos de unión.
–¿Con qué obstáculos te encontraste en esta tarea?
–La mayor dificultad es la capacidad que tenemos las personas de vincularnos por las diferencias. Construimos la identidad a partir de diferenciarnos de otro. En el espacio público hay que hacer lo inverso: respetando la diversidad, buscar planos de encuentro y proponer un camino para andar. La mayor dificultad es construir espacios donde las personas cambien la mirada.
–¿Lo lograste a lo largo de la pandemia?
–Ése fue uno de los grandes desafíos. Noté que debía construir. Yo venía con la idea de buscar un acuerdo en el sistema de salud, con una mirada a largo plazo, en colaboración con todos los actores... Y me encontré con la pandemia, que exigía un acuerdo ya no con el sistema de salud, sino con la comunidad toda. Por eso puse el foco en la comunicación, en el diálogo ciudadano. Estuve en el territorio escuchando, entendiendo y aprendiendo de la mirada de cada una de las personas.
–Esto con respecto a la ciudadanía, ¿pero cómo fue el diálogo con el Gobierno nacional?
–Partí del mismo concepto. Desde el primer día entendimos que las pandemias no dan espacio a las miradas partidarias sino que plantean la imperiosa necesidad de establecer acuerdos de cooperación. Sistemáticamente, nos hemos puesto de acuerdo en cómo teníamos que seguir. Luego, las formas de gestionar socialmente la pandemia son cuestiones de estilo, naturales en los espacios políticos.
–¿Fue exitoso el manejo de la pandemia?
–La palabra no aplica a un proceso tan doloroso y tan largo. No veo la posibilidad de usar ningún calificativo positivo dentro de un proceso de dolor social tan profundo y prolongado. Sí creo que este Ministerio se dedicó desde el primer día a estar muy cerca de la gente, a ser empáticos y dedicarnos al cuidado de la salud, comprendiendo el momento emocional, sanitario, económico y afectivo que las personas están pasando.
–La Ciudad es uno de los distritos con más muertos por millón de habitantes...
Tengo el foco en la cuestión de política sanitaria, para lo que me formé. Los sistemas de salud requieren una mejora. Quienes están trabajando adentro necesitan otro contexto y los pacientes también lo precisan. Pero la vida tiene infinitos caminos y uno los va transitando
–Para comparar tasas de fallecidos hay que nivelar por el riesgo de tener un fallecido. Primero, por la pirámide poblacional de la Ciudad. No podés comparar una ciudad avejentada, con una proporción alta de personas mayores de 60 años –que son los que fallecen– con un distrito que tenga una pirámide poblacional de base ancha, con mucha gente joven. Lo primero que hay que hacer para comparar las tasas de mortalidad es estandarizar la pirámide poblacional. Y ahí la Ciudad de Buenos Aires queda en la media del país y por debajo de muchas urbes latinoamericanas. Por otra parte, es la posibilidad de que la enfermedad corra. No es lo mismo una ciudad horizontal, con menos habitantes y una distribución dispersa, que un lugar como éste, con 3 millones de personas en un lugar muy pequeño. Hace falta un análisis un poco más sofisticado que el que se ve en el debate público.
–Sin embargo, todo este año fue llevado a ese espacio, incluso la campaña de vacunación.
–Ésta es una enfermedad que tiene tal impacto en todas las dimensiones que las personas opinamos y hacemos interpretaciones. A nuestro juicio, la estrategia argentina para llevar adelante el plan de vacunación nacional es correcta. En estos primeros 6 meses se debe vacunar a los grupos de riesgo, no es una campaña de vacunación para toda la sociedad. Hay etapas bien definidas.
–¿No es muy lenta la ejecución del plan?
–Una cosa es la estrategia y otra el acceso a las vacunas. Y esto está siendo más lento de lo que esperábamos. Todas las jurisdicciones estamos dependiendo de las definiciones públicas de Nación. Esto es así en todo el calendario de vacunación de Argentina.
–Dijiste que la segunda ola tiene que ver con la interacción social, porque luego de meses la gente se fatiga y cuesta sostener los cuidados. ¿Nos encontrará esperando la vacuna? –Primero, un pequeño ajuste a tu comentario: va a ser mientras esperamos que se vacunen las personas de riesgo. Ese detalle es importante, porque tenemos dos instrumentos al mismo tiempo: por un lado, las políticas que pueden demorar la segunda ola y tienen que ver con el rastreo. En esta línea, la Ciudad está testeando cinco veces más que hace dos meses y eso bajó en la tasa de positividad, pero además facilita que la ciudadanía sepa quién está enfermo y pueda aislarse más rápidamente. Por otra parte, tenemos que ver qué hacemos para que la segunda ola genere poco daño. Si los grupos de
riesgo están vacunados, el daño social va a ser muy pequeño. Tenemos que concentrarnos en vacunar a los grupos de riesgo antes de la segunda ola y estamos a tiempo. Es fundamental que las personas sigan focalizadas en el cuidado y que aceleremos el plan de vacunación.
–¿Qué te preocupa hoy?
–Seguir manteniendo un vínculo apropiado entre los gobiernos que implementan políticas públicas y la ciudadanía que tiene que participar en la ejecución de las mismas. Para mí lo más importante es tener la información transparente, oportuna y precisa para que entendamos cómo nos tenemos que cuidar y, sobre todo, que todos comprendamos que en esta pandemia el cuidado tiene que ser individual y colectivo.
Al principio se cuestionaron los testeos a los viajeros y hoy vemos que la mayoría de las personas que salen de la Ciudad pasan por el testeo al regresar. Hay un acuerdo ciudadano que reconoce que las políticas públicas que se proponen son de cuidado individual y colectivo