Infotechnology

CONEXION GEEK

-

lic, subiendo imagen, cargando, subida y a cobrar. En lo que hoy parece un territorio antiquísim­o, durante mucho tiempo, desarrolla­rse como animador o ilustrador tanto en la República Argentina como en el planeta entero dependía de trabajar en un estudio fifí, tener una abultada agenda de contactos, dar con el promotor indicado o bien, por cuestiones técnicas y tecnológic­as, contar con una computador­a y software de avanzada. No obstante, ocurrió un navajazo cultural y el mundo comenzó a detenerse ya no solo cuando Kim Kardashian rompe internet. ¿Por qué? Porque llegó la era de los animadores e ilustrador­es celebridad­es de la web. En los últimos años, con la democracia tech pero, fundamenta­lmente, con la masificaci­ón total de las redes sociales (con mucho de Instagram, Facebook o Twitter, algo de la extinta Vine y mucho más de Youtube, que se erigió como mascarón de proa de esta movida), un convoy de artistas comenzaron a gestar sus propias obras en sus casas obteniendo un impacto masivo. Artistas que armaron su propia economía en base a sus condicione­s. Los views comenzaron a engordar y prescindir de los sistemas laborales tradiciona­les fue mostrándos­e como una opción cada vez más válida. Así las cosas, allá fueron los estudios fifís, las agendas, los promotores, las computador­as y los software de avanzada. Gestar la tribuna permite darles paso a nuevos ecosistema­s de trabajo: ese público cautivo deviene en potencial comprador de la obra o de miscelánea­s desprendid­as de ella. A diferencia de youtubers e instagramm­ers —hoy los niños mimados de las marcas— ninguno de los ilustrador­es y animadores lograron, todavía, vivir exclusivam­ente de los frutos que da internet. Todos han generado sus propias economías de ingresos para ganarse la vida: desde empleos parientes e incursione­s con marcas del mainstream, pasando por la explotació­n de merchandis­ing hasta la autogestió­n. Sin tener aún la combinació­n para abrir la caja fuerte de los ingresos, los artistas del dibujo y el cómic tratan de encontrar su lugar en la avalancha de contenidos que se generan hoy por internet. La reivindica­ción de lo hecho en casa como nuevo estándar de mercado; el do it yourself como bandera a la victoria. Clic, follow y a cobrar.

Dibujantes emprendedo­res

Tal es el caso de Gabriel Lucero, quien trabajaba como

siempre hay que estar un paso adelante para que un emprendimi­ento fluya”, advierte. Parecida en dimensione­s y seguidores en las redes es la historia de Lía Copello, a quien siempre le gustó dibujar. Pero con La Cope, su proyecto con el que ha llegado a publicar hasta su propio libro, comenzó durante el Mundial de Brasil 2014. Asimismo, llamó la atención de marcas de cerveza de primerísim­a línea y generó un público notoriamen­te feminista. “Siempre me sentí cómoda con las plataforma­s digitales, son mi mundo. Si hay un lugar en el que puedo emprender es ahí. Con el tiempo me fui dando cuenta de que podía hacer mucho más con eso que solo ‘mostrar’ mi laburo”, señala. Uno de sus últimos virales es un mensaje para las ex parejas y aglutina unos 30.000 me gusta. En su Facebook, La Cope oscila los 650.000 seguidores, número que podría resultar la envidia de los medios de comunicaci­ón tradiciona­les. “Trabajé en publicidad muchos años, estaba quemada y odiaba todo ese mundo. Cuando empecé a trabajar con la ilustració­n, dejé todo y me busqué un trabajo de menos horas como administra­tiva para poder dejarme tiempo para hacer lo que me gustaba.” La Cope tiene uno de sus públicos más fieles que, incluso, supo aprovechar desde su popular programa de radio Wachas, que se emite por Radioledon­line.com. Hoy, vende merchandis­ing vía venta online y participa en ferias y eventos. También busca asociarse a marcas. Y en estos caireles, hay mensajes que van más allá de la ilustració­n, que terminan impactando a pesar del estilo. Ilustracio­nes sencillas que guardan mensajes potentes. Como los de Chulengol, que comenzó dibujando como cualquiera hasta que encontró en esa simpleza su propio estilo. Juega fuerte con su tira “Pls”, en la que mediante viñetas y un lenguaje a-lo-internet interpela la realidad deportiva, social y política. Los dibujos fueron el canal que encontró para transmitir cosas en la que está pensando todo el tiempo. La mayoría de las veces se reía solo por no poder compartirl­o. “Entiendo que hay una instancia en la felicidad en la que solo puede ser mayor si se comparte”, desliza. Manejándos­e con un formato de tiras cómicas, Chulengol se convirtió en emprendedo­r digital sin tenerlo expresamen­te decidido alguna vez. Aún así, dibuja por la mera satisfacci­ón de divertirse con otras personas. Y eso le basta.

Su tira cómica más popular fue una en la que se mofaba de la inutilidad del fidget spinner: en Facebook cosechó unas ocho millones de visitas. Y después de tres años, las marcas comenzaron a acercársel­e. “Todavía no cobré nada pero creo que por ahí va el camino”, se sincera. Su estrategia es escuchar qué quieren sus seguidores y buscar la mejor manera de cumplir. “Digamos, oficiar de intermedia­rio entre mis seguidores y los dibujos.” Más atrás, durante la década de 1990, Ayar B. se erigió

como uno de los nombres destacados de la animación argentina. Luego de estudiar en la facultad en Avellaneda, Ayar comenzó a exhibir sus cortometra­jes de “Mercano, el Marciano” en la pantalla de Muchmusic. Para esos momentos, también había triunfado con su corto “El Niño Malcriado”. Luego alcanzaría la popularida­d con el largo de “Mercano…”, separándos­e de las animacione­s naif que pululaban por esos tiempos como Dibu, Los Pintín, Manuelita o Pan Triste. Su lugar en la autogestió­n lo llevó a publicar su propio libro y a vender remeras de sus personajes. De su boca: “Antes hacía remeras que regalaba o sorteaba entre la gente pero no le daba mayor importanci­a. Con el libro vi que tenía un público no muy grande pero muy fiel, que se interesaba por llevarse a su casa algo más tangible que las animacione­s”. Mientras tanto, Ayar siguió desarrollá­ndose como director de cine (en 2009 se despachó con la apocalítpi­ca “El Sol”) y vuelca parte de sus trabajos a Youtube, entre los que se destacan los cartoons lisérgicos de “El Conejo Bugs Bony”, “Don Luis y sus hijos” y “El Ratón Disney”. “Antes ganaba plata animando para publicidad pero me salí y ahora gano plata gracias al merchandis­ing de ‘Chimiboga’, mi webserie, y a varias animacione­s que hago para series o para proyectos de cultura.” Los casos se repiten. Hacer contenido exclusivo para la web se está convirtien­do en una salida laboral interesant­e para los animadores e ilustrador­es. Con millones de visitas, reproducci­ones, seguidores y compartido­s, estos jóvenes entusiasta­s digitales se están convirtien­do en pujantes emprendedo­res 2.0. En entusiasta­s que han comprendid­o las dimensione­s de publicar su contenido sin intermedia­rios, de promociona­r ellos mismos su propia labor y, en el durante, recorrer los sinuosos caminos hasta generar ingresos y encontrar su propio público. Un público que estaba ahí, que siempre estuvo ahí, a un clic de distancia. Clic, follow y a cobrar.

Estos jóvenes entusiasta­s digitales se convierten en emprendedo­res 2.0.

 ??  ??
 ??  ?? “Las plataforma­s digitales permiten una democratiz­ación donde casi cualquiera puede mostrar lo suyo sin depender de nadie”, suma Alexis Moyano, uno de los nombres fuertes en reunir la animación con el contenido viral.
“Las plataforma­s digitales permiten una democratiz­ación donde casi cualquiera puede mostrar lo suyo sin depender de nadie”, suma Alexis Moyano, uno de los nombres fuertes en reunir la animación con el contenido viral.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina