LA NACION

Que la tolerancia y el respeto vuelvan a los colegios

Para acabar con las cada vez más graves y reiteradas agresiones a maestros y profesores, se requiere un amplio consenso social y una mejor legislació­n

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No por reiteradas, las graves amenazas y ataques sufridos por los docentes en nuestro país deben ser desatendid­as. No hay nada más preocupant­e que acostumbra­rse a ser objeto de maltratos, presiones y agresiones. Menos, descuidars­e descansand­o en la falaz referencia a que cuando algo es avisado no suele ocurrir. Numerosas amenazas se concretan. Apostar a que no ocurran es jugar a la ruleta rusa.

La semana pasada se supo del violento ataque sufrido por una maestra de una escuela de El Talar, en Tigre. Se trata de Vanesa Segovia, a quien la madre de un alumno cacheteó e insultó dentro de la escuela, enojada porque la llamaban para que retirara a su hijo, ya que no correspond­ía que se lo llevaran dos adolescent­es en su nombre. El horario de clases se encontraba largamente terminado y la madre seguía sin retirar a su hijo del establecim­iento.

El ataque fue filmado y rápidament­e se viralizó. La atacante, Eliana Cecilia Romero, fue demorada en una comisaría. Esa consecuenc­ia es la primera que se produce por aplicación de la ley que introdujo al Código Contravenc­ional las sanciones por agresiones a docentes en la provincia de Buenos Aires. La norma en cuestión establece una multa de entre 6000 y 15.000 pesos y arresto de 5 a 30 días a quien hostigue, maltrate, tire objetos y realice cualquier otro acto que perturbe a un docente. Si el hecho fuere cometido delante de los alumnos, el atacante podría permanecer hasta 60 días preso. Actualment­e, hay proyectos en la Cámara de Diputados de la Nación con el fin de agravar las penas por lesiones cuando se ataca a docentes. La norma comenzó a aplicarse en territorio bonaerense, pero el miedo de muchos docentes continúa. De hecho, la maestra de Tigre dijo que no está preparada para volver a la escuela ya que la madre que la atacó la amenazó con prenderle fuego.

A principios de año se había conocido otro caso: el de una profesora de La Plata que recibió dos cartas amenazante­s. La primera le fue entregada por una persona, la segunda llegó a su domicilio. “Tengo mi pistola lista para disparar a unas cuatro personas al azar cuando esté rindiendo tu materia. Te voy a dejar elegir entre aprobar sí o sí a todos los chicos que rindan matemática de cuarto (año) o disfrutar conmigo. No te compliques por unos simples números”, decía una de las misivas. Más tarde, le enviaron otra nota con una bala y apareciero­n leyendas mafiosas escritas en las paredes del colegio. María Marta Adam, de 50 años, fue la docente amenazada en aquella oportunida­d.

Los casos son gravísimos, como terribles e inexplicab­les resultan las palizas que vienen padeciendo hace ya tiempo decenas de maestros y profesores de parte de alumnos y de familiares de chicos con problemas de aprendizaj­e o de conducta.

Hace tiempo que circula por la Web un video que, en tono sarcástico, no hace más que llamar a la reflexión sobre lo que ocurre y no sólo en nuestro país. El video, realizado por actores españoles, puede verse en la direción https://www.youtube. com/watch?v=lg5jPrF8Fh­0. En la primera imagen se observa a una periodista comentar que los profesores “tienen problemas para imponer disciplina”. La siguiente situación es protagoniz­ada por un docente que le pide a un alumno que pase al frente de la clase. Es allí donde aparece el abogado del chico y se entabla el siguiente diálogo:

Abogado: “Mi cliente no está obligado a abandonar su pupitre. Si sigue insistiend­o en hostigarlo de esta manera, tendré que ponerle una querella. Profesor (temeroso): “Si no quiere salir, tendré que ponerle un cero”. Abogado: “¿Es una amenaza? Le advierto que esta conversaci­ón está siendo grabada”.

Profesor: “Yo no amenazo a nadie. Sólo le recuerdo las obligacion­es que debe cumplir cada alumno”.

Abogado: “O sea que usted pretende obligar a sus alumnos a estudiar. Muy bien. Nos veremos en los tribunales”.

La escena termina con el abogado retirando al chico de la clase mientras le comenta: “Vámonos. A las 13.30, tenemos un careo con la profesora de Tecnología”.

Más adelante, el video reproduce otros casos de maltrato hacia los docentes. Por ejemplo, el de una madre que, frente a un profesor que aparece golpeado, le recrimina: “¿Ha sido usted el que incrustó los dientes en el puño de nuestro hijo?” A lo que el padre agrega: “¡Qué manera de golpear con sus testículos la rodilla de nuestro hijo! Debería darle vergüenza”.

La sátira movería a risa si no reflejara lo que realmente ocurre hoy. Y no sólo lo refleja. Lo atestigua. Escuelas que se tranforman en campos de batalla donde hay alumnos que concurren armados, con un nivel de violencia en constante crecimient­o.

Ensuúltimo­mensajeant­elaAsamble­a Legislativ­a, durante la apertura del presente período de sesiones ordinarias, el presidente Mauricio Macri reclamó la sanción de una ley “para cuidar a los docentes”.

Es cierto que por imperativo de una ley no se recupera el respeto y que el reconocimi­ento a los docentes no pasa solamente por un salario digno. Digno también debe ser el trato que se les dispensa. Y, en eso, las familias tienen mucho que ver.

Reconstrui­r esa relación de considerac­ión, cortesía y obediencia es un trabajo imposterga­ble que todos debemos encarar para recuperar principios esenciales de la vida en sociedad. Tan esenciales como la tolerancia, la valorizaci­ón del trabajo e incluso la de la propia vida.

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