LA NACION

Cuáles son los riesgos usuales de este tipo de práctica

Si no se cortan las ramas de forma adecuada, crece la fragilidad del ejemplar

- Fernando J. De Aróstegui

Especialis­tas y vecinos que reclaman por los defectos en las podas del arbolado, señalan que se compromete la salud de los ejemplares, lo cual redunda en un deterioro de la calidad medioambie­ntal. “Para podar correctame­nte un árbol hace falta tener conocimien­tos de biología. Si no, existe el riesgo de dañarle la corteza, lo cual puede resultar mortal”, explicó Agustín Tesio, ingeniero agrónomo y arboristas certificad­os por la Internatio­nal Society of Arboricult­ure.

Agregó que es preciso saber cómo ejecutar los cortes, de manera que las heridas cicatricen. En caso contrario, el árbol es pasible de quedar expuesto a hongos: “Por ejemplo, los hongos xilófagos –que comen la madera– pueden ser letales para un árbol. El daño no se ve a simple vista porque se produce por dentro y sólo es detectable con instrument­ación sofisticad­a”.

Tesio señaló que, aunque a cada especie le correspond­e un tipo de corte, en las podas porteñas casi siempre se observa una técnica: el desmoche. Es una poda drástica que busca eliminar un porcentaje muy grande de la copa con un recorte indiscrimi­nado de ramas. Sin embargo, a cada rama cortada así con el tiempo se le desarrolla­rán una multitud de brotes, lo que provoca una elevada e innecesari­a multiplica­ción de ramas.

En la acción de amparo que presentó la vecina Claudia Heras para que el gobierno cumpla con la ley de arbolado urbano, se cita a Fabio Márquez, licenciado en diseño del paisaje, especializ­ado en espacios verdes y gestión pública: “Nuestros árboles están sometidos a una poda, que es una tala”. Luego se consigna que “la poda de ramas realizada en la mayoría de los casos pareciera alcanzar el 70% del volumen de la copa, dejando solamente la parte superior de la misma, y reduciendo de modo extremo el follaje para la fotosíntes­is necesaria”.

Y se consigna que con este tipo de poda “queda descompens­ado el árbol al extraerle ese follaje a lo largo del tronco, dejando sólo un mínimo en su parte alta de la copa, donde queda desequilib­rado mecánicame­nte”. Esta falta de estabilida­d se agrava por el deterioro que sufren las raíces, mutiladas por trabajos de obra en veredas. Así, con las tormentas los árboles se vuelven más vulnerable­s y aumenta el riesgo de caídas.

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