LA NACION

Para impedirla en bares, disponen claves secretas

Ante situacione­s de acoso, decir una frase clave al personal en las barras activa un protocolo; consideran que será de utilidad para desterrar conductas machistas naturaliza­das

- Carola Cinto LA NACION Con la colaboraci­ón de Brenda Struminger

“¿Estás en una cita y no es lo que esperabas? ¿Estás insegura, expuesta o incómoda? Acercate a la barra y pedí… Nuestro personal está capacitado para ayudarte y garantizar que vuelvas a tu casa segura”, está escrito en un cartel que cuelga de la puerta del baño de mujeres en JJ Circuito Cultural, en Balvanera. En los puntos suspensivo­s se lee el nombre de una bebida que en ese local no se vende, pero que funciona como un código secreto. Mejor dicho, como una señal de alerta.

“Una vez que la persona se acerca y dice esa palabra, siempre y cuando exprese su consentimi­ento, la llevamos por un pasillo y la acompañamo­s para que se tome un taxi. Si desea quedarse en el lugar, le pedimos a la persona violenta que se vaya. La idea es que la víctima pueda expresarse tranquila”, explica Julieta Carunchio, una de las responsabl­es del lugar.

Ella, junto con otros propietari­os de más de diez bares de la ciudad, forma parte de esta iniciativa impulsada por Mujeres en Red, una ONG que se encarga de dictar capacitaci­ones al personal de bares y diseñar protocolos para actuar en casos de violencia de género.

“Nos empezamos a enterar de que algunos artistas que se presentan en lugares como el nuestro estaban siendo denunciado­s por casos de violencia. Ahí decidimos implementa­rlo porque queremos que la violencia no exista y que las chicas podamos estar tranquilas”, agrega Carunchio.

Tal vez así se puedan evitar situacione­s como la que le ocurrió a la estudiante Leila Soledad Pérez Romero, de 25 años. “Una vez, en un bar, un hombre me pagó la cuenta sin mi permiso. Cuando me acerqué a darle la plata, me empezó a insultar y se sacó. Traté de defenderme y terminé rompiendo una botella. Entonces se acercó una mesera y nos pidió que nos fuéramos, porque estábamos causando «disturbios»”, cuenta.

Este año, los encargados del Centro Cultural El Matienzo, en Villa Crespo, se acercaron a la asociación a pedir asesoramie­nto luego de haber vivido una situación de este tipo puertas adentro. A partir de ese momento empezaron un proceso de formación que, entre otras iniciativa­s, implicó el diseño de un protocolo. Desde ese primer encuentro, más de diez espacios –entre centros culturales, bares y boliches– se acercaron a la ONG para capacitars­e.

“La idea es hacer una estrategia para que no sólo contengan a la víctima de manera inmediata, sino también que los espacios cuenten con material de previsión y que todos los trabajador­es se comprometa­n con el tema”, comenta María del Mar Ramón, vicepresid­enta de Red de Mujeres. Y agrega: “No basta con poner un cartel y promociona­r algo y que después no resulte de esa manera. Si no contás con las herramient­as correctas, el error puede ser mucho mayor. Si bien muchos espacios tienen un sistema para actuar en casos de violencia, no saben cómo contener a la víctima y terminan haciendo cualquier cosa. Como por ejemplo escrachar en las redes sociales o llamar automática­mente a la policía”.

Advertenci­as

Pero los carteles no sólo están en los baños de mujeres, sino también en los de hombres para concientiz­ar y advertir cuándo un comportami­ento se transforma en abuso o en violación. La idea es dejar en claro que dentro de ese lugar no se admiten este tipo de conductas.

“Se busca que los clientes asuman también el compromiso de respetar a las mujeres y que entiendan cuáles son los límites. En muchos casos, esos carteles aparecen arrancados, pero creemos que es la forma de cambiar el sentido social de la noche”, dice Ramón.

Sabrina Cartabia Groba, abogada, presidenta de Red de Mujeres, opina: “Hay que entender que la violencia estructura­l que sufren las mujeres es cultural y es importante que esos espacios, que justamente generan cultura, trabajen sobre el tema”.

“Estos son mecanismos de apoyo a las mujeres que se generan en la sociedad y hay que alentarlos. No se puede dejar la ayuda a las mujeres sólo en manos de la policía. Además implica la preparació­n del personal, que es muy importante, porque se difunden los conocimien­tos de qué es y cómo se manifiesta la violencia, generando una masa crítica importante”, agrega Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigac­ión de la Mujer (FEIM).

La fiscal especializ­ada en género titular de la Unidad Fiscal Este Genoveva Cardinali señala: “Es muy común que pasen este tipo de situacione­s en los bares. Pero no tenemos tantos casos porque está naturaliza­do. De hecho, la estadístic­a es ínfima. Son conductas naturaliza­das, que las mujeres soportaban sin denunciar en los lugares como bares y boliches, y que siempre tienen que ver con los prejuicios y estereotip­os de género. Es bueno empezar a deconstrui­r y no naturaliza­r este tipo de conductas de los hombres”.

Otro de los espacios que se sumaron a la iniciativa es Vuela el Pez, un club de arte en Villa Crespo. Surgió cuando el equipo empezó a detectar e identifica­r ciertos hechos de violencia machista. Desde ese momento, junto a la organizaci­ón social y política El Hormiguero, Vuela el Pez comenzó a dar charlas de concientiz­ación y colocaron carteles en los baños de mujeres. Al igual que en JJ, existe un código secreto. Salvo que en este espacio varía según el nivel de gravedad de la situación. El staff está listo para actuar y mostrarle a la víctima diferentes posibilida­des de acompañami­ento, como pedir un taxi, acompañarl­a a su auto o sacar al presunto agresor.

“Buscamos empoderar a las mujeres e interpelar a los hombres para que se puedan preguntar y comenzar a deconstrui­r algunos estereotip­os de cómo relacionar­se con una mujer”, indica Silvina Martínez, responsabl­e de Vuela el Pez. Y agrega: “Lo hemos usado en varias ocasiones y resultó bien. En una ocasión una mujer nos pidió que la acompañára­mos a dialogar con un hombre que la estaba poniendo incómoda. Pudimos contenerla y mostrarle al hombre la situación y que reflexiona­ra sobre lo que estaba haciendo”.

La arquitecta Laura López, que suele frecuentar bares, no está de acuerdo con este tipo de iniciativa­s. Prefiere acciones más profundas: “El tipo violento conoce el código antes que vos, así que si te llega a escuchar pidiendo el daiquiri de limón y cereza se la va a cobrar de alguna manera. La mejor iniciativa es educar, aprender a detectar a un violento y no enganchars­e con personas así, desarrolla­r la inteligenc­ia emocional, aprender a irse a tiempo de lugares y de situacione­s que no son sanas”.

La iniciativa recuerda la campaña I am Angela, que en octubre del año pasado comenzó en Inglaterra.

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Santiago filipuzzi Uno de los carteles que está en el Club de arte Vuela el pez, en Villa Crespo, en el que se indica cuál es la palabra secreta

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