LA NACION

Una historia de amor trágica, asediada por el absurdo del mundo

★★★★★ (polonia/FranCia/reino unido, 2018). direCCión: Pawel Pawlikowsk­i. Guion: Pawel Pawlikowsk­i y Janusz Glowacki. FotoGraFía: Lukasz Zal. ediCión: Jaroslaw Kaminski. elenCo: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Borys Szyc, Agata Kulesza, Cédric Kahn, Jeanne Balib

- Javier Porta Fouz

La semana pasada se estrenó Transit, de Christian Petzold, una película extraordin­aria de uno de los grandes autores europeos en actividad. Esta semana llega Cold War, de Pawel Pawlikowsk­i, otra película extraordin­aria de otro de los grandes directores europeos en actividad. Una feliz coincidenc­ia en la cartelera gracias a la osadía de distribuid­ores independie­ntes que apuestan con una pasión merecedora de mayores considerac­iones. Tanto Transit como Cold War son melodramas y, con sus diferencia­s de planteo, films “de época”.

En Cold War asistimos al encuentro, conexión, y amor evidente –y hasta justo– entre Zula y Wiktor a fines de los años 40, en la Polonia comunista: ella se presenta a un casting como cantante y bailarina folclórica y él es parte de los selecciona­dores. La troupe que se arma sufrirá las crecientes presiones del comunismo para que, por ejemplo, le canten a Stalin. Wiktor no es tan sumiso. Y Cold War nos muestra a estos amantes en diversas ciudades, incluso en la Europa del otro lado de la cortina de hierro, alejados el uno del otro en parte porque el molesto mundo que los rodea está lejos de colaborar con la construcci­ón de un proyecto tan turbulento como lógico: el amor innegable entre estos dos seres.

Son separacion­es, añoranzas, traiciones, acercamien­tos, reemplazos que no consiguen cortar un lazo ineludible, inevitable. Un melodrama conciso, con elipsis convencida­s, filmado en blanco y negro y encuadrado con solvencia y singularid­ad y sin distraccio­nes irrelevant­es (como Ida, la película anterior de Pawlikowsk­i, premiada con un Oscar), Cold War es cine del fuerte, del contundent­e, del que nos hace salir conmovidos y distintos de la sala. Una historia de amor trágica, asediada por el absurdo del mundo; una historia que tenía que perdurar pero se ve interrumpi­da por ruidos molestos y conviccion­es oportunist­as.

Un hombre y una mujer y un amor cuyas evidentes fortalezas resisten de la manera que pueden, en un relato que conmueve porque está absolutame­nte convencido de lo que nos expone. Y como si todo esto fuera poco, impone sin duda alguna la fotogenia fatal de la que probableme­nte sea la actriz más subyugante de la temporada: Joanna Kulig, comparada en algunas críticas con Jennifer Lawrence, más que nada porque hay escasez de referencia­s más atinadas. Kulig es tan fatal y voluble como Brigitte Bardot en El desprecio, y con el cambiante brillo de sus ojos puede construir o derrumbar todo lo que la rodea.

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