El temor de los hinchas es más fuerte
Quienes conocen bien al juez federal Sergio Moro apuntan que tres elementos lo llevaron a aceptar la designación como ministro de Justicia y Seguridad Pública del presidente electo brasileño, Jair Bolsonaro, que representa una jugada de marketing positivo del dirigente ultraderechista, pero también un riesgo muy grande para el magistrado.
En primer lugar, Moro es un juez idealista, convencido de que desde su nuevo cargo conseguirá marcar “una diferencia mayor” en el combate a la corrupción y el crimen organizado.
Segundo, el juez cree que frente a las posturas extremistas de Bolsonaro a favor de la dictadura militar y de la tortura, con ofensas a las mujeres, los gays, los homosexuales y su rechazo al activismo pro derechos humanos y ambien- podrá servir de “escudo institucional en defensa del Estado de Derecho”.
Y por último, quienes trabajan codo a codo con Moro no descartan que esté motivado por una cuestión de ambición personal, subirse a un trampolín desde el que luego saltar como presidenciable en las próximas elecciones. Su propia esposa, Rosangela, ve con buenos ojos la incorporación al gobierno de Bolsonaro, a quien apoyó desde las redes sociales.
“No hay dudas de que para Bolsonaro la aceptación de Moro es un espaldarazo fuerte a su futura gestión, un gesto claro hacia sus seguidores, a quienes en la campaña prometió que no dará tregua en la lucha contra la corrupción y la criminalidad. Se anotó la ficha más importante en ese ámbito que existe hoy en Brasil”, subrayó a la nacion el profesor de ciencias Políticas Flavio Britto, de la Universidad de Brasilia.
Para el académico, las críticas de supuesta parcialidad y partidismo del juez que surgieron desde la izquierda ya estaban igualmente presentes antes, en especial en el Partido de los Trabajadores (PT), que se siente “víctima” de una persecución política de Moro y el Poder Judicial. Pero el prestigio internacional del célebre magistrado sí puede verse afectado ahora.
“Moro tiene mucho más para perder con esta decisión que Bolsotal, naro. En el exterior no ha sido bien recibida esta movida, que puede afectar la reputación mundial de la operación lava Jato en general”, advirtió el analista de Relaciones Internacionales Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas. “Es una decisión muy arriesgada para él”, añadió.
Exposición
con él coincidió el politólogo Mauricio Santoro, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. “Primero, Moro se alía a un político de extrema derecha con mala reputación. Segundo, estará expuesto al desgaste natural de cualquier gabinete, con sus discusiones político-partidarias, que podrían sacarlo de allí en cualquier momento, y mucho más con el grado de improvisación que hemos visto en el equipo de Bolsonaro. Y luego habrá que ver cómo reacciona ante las acusaciones de corrupción y denuncias de abuso de poder que surjan contra el próximo gobierno. Tendrá que ejercer un difícil equilibrio”, pronosticó Santoro.
Por otra parte, la entrada de Moro a la administración de Bolsonaro no solo no aplaca la profunda polarización política que vive Brasil desde hace varios años, sino que la incrementa.
En este escenario de tanta división social que marcó a la campaña electoral en Brasil, Bolsonaro parece estar decidido a no buscar una conciliación nacional, sino a satisfacer solamente las demandas de sus electores para mantenerse fuerte en un gobierno que se preanuncia como difícil. Seguirá la máxima latina de divide et impera, generando conflictos constantemente, así como ha sido la marca de su admirado Donald Trump en Estados Unidos.