LA NACION

Usurpacion­es en Jujuy

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Las usurpacion­es de tierras continúan a la orden del día en numerosas provincias. Recienteme­nte, en Jujuy, de manera violenta e ilegal, personas inescrupul­osas pretendier­on apropiarse de tierras que fueron adquiridas legítimame­nte por privados.

En abril de 2019, un hombre de apellido Maraz, nacido en Bolivia, usurpó un predio en la ciudad de Palpalá, situada a 12 kilómetros de la capital jujeña. Se presentó como poseedor “ancestral” del lugar, junto a sus “hermanos aborígenes” de la Comunidad Mayu Los Alisos –que curiosamen­te no figura en los registros oficiales, ni provincial­es ni nacionales–, acompañado por su abogada de entonces, Paula Álvarez Carreras, codefensor­a de Milagro Sala y actual funcionari­a de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.

Tras la ocupación, la empresa Sucre SRL radicó la denuncia penal y demostró ser propietari­a de los terrenos en cuestión desde hace 52 años, desmintien­do también a Maraz con documentac­ión satelital que confirma que, en los últimos años, no se ha realizado allí ningún tipo de trabajo agrícola.

Maraz no solo no se retiró pacíficame­nte, sino que comenzó a utilizar como ardid una supuesta pertenenci­a a otro grupo llamado Comunidad Aborigen Tusca Pacha, carente asimismo de existencia legal.

Con orden de un juez, el desalojo se ejecutó el 20 de octubre por la mañana. Como suele ocurrir en estos casos, personas sin vinculació­n con los terrenos ni con la disputa, incluyendo niños y embarazada­s, se presentaro­n en el lugar para intentar impedirlo. Ante la resistenci­a de medio centenar de personas, la policía utilizó balas de goma; hubo forcejeos y varios detenidos, incluyendo a Anastasia García, coordinado­ra provincial de la Secretaría de Agricultur­a Familiar, Campesina e Indígena. García, junto con varios diputados provincial­es del kirchneris­mo como Alejandra Cejas, Emanuel Palmieri y Fátima Tisera, entre otros dirigentes y políticos, estuvieron presentes en el desalojo, avalando el delito de usurpación e intentando impedir el accionar judicial. No es la primera vez que funcionari­os toman partido e ignoran las disposicio­nes judiciales, como ya ocurrió en Entre Ríos.

Mintieron también respecto de lo intempesti­vo de la medida y en que había sido forzada por un funcionari­o del gobierno de Gerardo Morales, ligado a la empresa propietari­a. El desalojo judicial había sido ordenado ya cuatro veces a lo largo de un proceso penal de un año y medio en el que participar­on un fiscal del Ministerio Público de la Acusación, un juez de Control y la Cámara de Apelacione­s y Control de Jujuy, por lo que mal pueden aducir el factor sorpresa. El falaz relato kirchneris­ta al que se sumaron también algunos medios perjudicó a una empresa con más de medio siglo de trayectori­a.

Los conflictos por la tierra se multiplica­n y cuestiones ideológica­s y políticas se entremezcl­an con intereses de quienes se aprovechan de los más humildes para promover la ilegalidad. El accionar responsabl­e del gobierno jujeño –que se expresó en favor de la propiedad privada– y de la Justicia son claves para garantizar la paz social y evitar que estos procederes se sigan extendiend­o.

Resolver los problemas habitacion­ales de vastos sectores de nuestra población es una asignatura pendiente, desatendid­a por distintas administra­ciones. Restituir su derecho a un techo digno debe ser un imperativo, pero de ninguna manera puede esgrimirse como argumento para pisotear derechos garantizad­os por nuestra Constituci­ón. Asegurar el marco jurídico de respeto a las leyes es fundamenta­l para generar la confianza que el desarrollo nos demanda.

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