Marina Walker
“Los autoritarismos se van a incrementar y el periodismo va a estar amenazado” “El futuro está en el trabajo colaborativo”
El entusiasmo de Marina Walker Guevara es contagioso. Su prédica en favor del periodismo colaborativo no está basada en la fe, sino en resultados concretos. Fue la cabeza de un equipo conformado por cientos de periodistas de todo el mundo, trabajando juntos, silenciosamente, en la redacción virtual que dejó al descubierto un entramado que parecía blindado: el funcionamiento del sistema
offshore y los paraísos fiscales. Como vicedirectora del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), Walker, radicada desde hace años en los Estados Unidos, dirigió
Panama Papers y Paradise Papers, dos de las investigaciones más grandes de la historia. “Las historias cruzan fronteras, los flujos de dinero son multinacionales, los criminales trabajan en red y los periodistas éramos los únicos que nos estábamos quedando atrás tratando de investigar desde nuestro pequeño rincón del mundo”, describe Walker. Entonces, continúa, el viejo modelo periodístico del “lobo estepario” que protege su primicia, no comparte documentos y trabaja con herramientas tradicionales, no va más.
Con una carrera descollante que incluye investigaciones publicadas en The Washington Post, The Miami Herald, Le
Monde y la BBC, Walker ha ganado o compartido más de 50 distinciones, incluido el Premio Pulitzer. En la actualidad es la directora del Centro Pulitzer, una organización sin fines de lucro dedicada a apoyar proyectos periodísticos de largo aliento.
Días pasados, la periodista mendocina –egresada de la Universidad Nacional de Cuyo– volvió de algún modo a su provincia natal para participar virtualmente de la Feria del Libro de Mendoza y reflexionar sobre el periodismo pospandémico. “Esa redacción virtual de los Panama Papers es lo que está pasando ahora en los tiempos de pandemia, a nivel global. Estamos todos confinados, no podemos hacer paracaidismo en distintos lugares y muchos están buscando nuevas alianzas y formas de trabajo superadoras respecto de lo que se hacía antes”, dice, en comunicación telefónica desde los Estados Unidos.
Walker admite que ha sido “durísimo” hacer periodismo en los años de Trump, cuando la prensa fue tratada como enemiga, pero también considera que el periodismo ha sido parte del problema. “Dejamos de tener esa visión más compleja, íntegra, independiente, que nuestros lectores esperan de nosotros, y al ser atacados asumimos un rol de oposición casi como un mecanismo de defensa”, asegura.
¿Cuáles fueron los principales desafíos que afrontó en los Panama Papers y qué enseñanzas dejó esa experiencia?
La mejor manera de empezar a contar la historia es decir que estaban dadas las condiciones para una colaboración de este tipo. Hacía ya varios años que los periodistas de investigación nos habíamos dado cuenta de que seguir trabajando con el modelo del lobo estepario, de aislamiento y de proteger tu primicia a toda costa no daba para más. Nos estábamos perdiendo las mejores historias porque esas historias no podían ser contadas por una sola persona con las herramientas tradicionales que se habían utilizado hasta ese momento. Se necesitaba otra metodología. ¿Por qué? Porque las historias cruzan fronteras, los flujos de dinero son multinacionales, los criminales trabajan en red y los periodistas éramos los únicos que nos estábamos quedando atrás tratando de investigar desde nuestro pequeño rincón del mundo.
También suele haber mucho ego y poco hábito de periodismo colaborativo.
Exacto, no está en nuestro ADN. Nunca nos enseñaron en ninguna escuela de periodismo que podía haber valor en compartir, en entender una perspectiva diferente y en acceder a documentos de tus colegas para hacer un periodismo mejor. Antes la cuestión era cómo ganar la primicia y cómo tener la tapa del diario. Ese cambio que se aceleró con Panama Papers es uno de los cambios paradigmáticos positivos que tuvo el periodismo en los últimos años. Empezamos con investigaciones más chicas, con prueba y error, y de a poco fuimos creando las condiciones tecnológicas, relacionales y psicológicas. Nos habíamos dado cuenta de cómo usar la tecnología y ponerla al servicio del periodismo para mirar los datos. El desafío era procesar el caos de información y pasar de ese momento caótico a una serie de historias chequeadas, documentadas, bien contadas y de interés público. Finalmente, cuando los
Panama Papers llegan a los periodistas alemanes en 2014, tenemos la suerte de que ellos, que eran parte del ICIJ, habían estado entrenándose en este arte de compartir y tuvieron la iluminación de reconocer que eso los superaba, los trascendía; y que no le iban a estar haciendo justicia a esos datos.
¿Qué papel cumplen los programadores y los analistas de datos en este tipo de investigaciones?
Una cosa que yo nunca me olvido es lo que decía Rigoberto Carvajal, un ingeniero costarricense que era uno de nuestros programadores y que cumplió un papel súper importante: “Yo soy ingeniero, pero primero soy periodista”. Los periodistas nos hemos enriquecido muchísimo al abrirnos a la colaboración entre disciplinas. Esto surge de la necesidad de darnos cuenta de que muchos de nosotros no tenemos las herramientas ni las habilidades para poder hacer el tipo de trabajo que requiere procesar, por ejemplo, once millones de documentos. Necesitamos abrirnos a otras especialidades que nos ayuden a organizar la información. Hay muchas cosas que parecen obvias pero que eran muy complicadas tecnológicamente. Entonces, sin esa alianza de habilidades, destrezas y disciplinas con programadores y analistas de datos pero también con economistas y especialistas en cuestiones contables, nunca hubiéramos podido hacer esta investigación. Los periodistas no estamos tan acostumbrados a darnos cuenta lo poco que sabemos y pedir ayuda.
¿Cómo crearon las condiciones para mantener el embargo y evitar la pulsión del periodista de salir a publicar antes del tiempo acordado?
Una de las decisiones más importantes que nos tocaba tomar en cada momento era elegir bien a los periodistas que iban a colaborar. Al principio pensábamos que teníamos que invitar a las estrellas de cada país y esas personas son las que menos quieren colaborar porque sienten que no lo necesitan. Había que cambiar esa mentalidad y buscar periodistas que a lo mejor no habían logrado todavía lo máximo en sus carreras, que tenían hambre de una buena historia y que tenían ese perfil psicológico que les iba a permitir colaborar y compartir. La comunicación es la clave de todo, el pegamento que une a todas las partes.
¿Por qué?
Porque el peligro era terminar con cientos de personas trabajando cada uno en su cueva con el mismo modelo de lobo estepario, diciéndole nada a nadie. Queríamos trascender eso porque lo que estábamos intentando hacer era investigar un sistema que es global. Para mantener el embargo de la información había un sentimiento de que había una misión más grande que nos unía a todos. En momentos de tantas presiones, nos ayudó muchísimo saber que teníamos este espacio de colaboración y una historia que era la primera vez que se hacía en esta escala. Nadie quería ser quien arruinara algo que tenía el potencial de generar un cambio social y que además era histórico en el periodismo.
¿Y cómo era la coordinación?
Las investigaciones no se coordinan solas. Se necesitan periodistas que tengan la capacidad de liderar y de ser como un coach en todo momento. Era importante enseñarles a compartir prácticas, alentar casi como un entrenador de deportes, poniendo metas pero al mismo tiempo alentando a seguir adelante, porque fueron muchos meses en silencio, sin poder decir nada. Y mientras tanto iban pasando cosas en el mundo que estaban reflejadas en los documentos que teníamos.
¿Por ejemplo?
El tema de las coimas de la FIFA. A finales de 2015 hubo arrestos y nosotros teníamos muchos documentos que apuntaban a ese tema y que hubiera sido genial usar. Siempre teníamos que recordarnos que lo que teníamos era más grande que todas esas historias locales. La decisión colectiva era esperar, y luego publicar algo que sería superador.
¿Cómo fue ejercer el periodismo en la era Trump, con una sociedad agrietada y un presidente que ha considerado a los periodistas como enemigos?
Ha sido realmente durísimo y, como dicen acá en Estados Unidos, ha sido un wakeup call para el periodismo norteamericano que nunca imaginó las cosas que está viendo y que están pasando: verse acorralados, verse atacados, señalados y hasta agredidos verbalmente o físicamente. Es algo que no se había visto en este país, algo que pasaba en otros países y que Estados Unidos denunciaba. Se dio vuelta la mesa y ahora gran parte de la población está dispuesta a creer que los periodistas son enemigos de la gente. Además, otra cosa peligrosa que ha pasado es que Trump se apropie del término fake news.
¿En qué sentido?
En el sentido de que las fake news existen y es un problema gravísimo, pero él le adosa el título al periodismo crítico, y una gran cantidad de la población se siente validada en ese sentido. Creo que ha sido un momento de maduración para el periodismo de Estados Unidos. Al haberse visto vulnerables, se han volcado más hacia la solidaridad y la colaboración, y también a tratar de ser más autocríticos respecto del proceso periodístico. Es muy fácil decir “estamos atacados, es todo culpa de Trump”; es mucho más difícil decir “muchas veces somos parte del problema.”
¿De qué manera el periodismo es también parte del problema?
Dejamos de tener una visión más compleja, íntegra e independiente, y al ser atacados asumimos un papel de oposición casi como un mecanismo de defensa. Ustedes han visto en la Argentina ese papel de oposición que no tiene absolutamente nada que ver con el papel periodístico, y es una pena porque da por el suelo con la herramienta más poderosa que tenemos que es ejercer el periodismo desde los valores, la integridad, la investigación, los datos y la persistencia.
¿Cree que el periodismo pandémico tiene características que lo hacen diferente?
Para mí, casi todas las historias son locales y transnacionales al mismo tiempo. El hecho de no poder desplazarnos nos ha forzado a descubrir nuevos aliados en estas nuevas formas de trabajo distribuido. Esa redacción virtual de la que yo te hablaba –todos en distintos lugares del mundo, comunicados a través de la tecnología y de los datos– es lo que está pasando ahora con la pandemia. Estamos todos confinados, no podemos hacer paracaidismo en distintos lugares y muchos están buscando nuevas alianzas y formas de trabajo superadoras respecto de lo que se hacía antes. Hoy en día son periodistas de investigación quienes conocen los valores periodísticos y la metodología periodística, por supuesto, quienes tienen alfabetización digital y pueden manejar las tecnologías y quienes son capaces de colaborar. Son cada vez más jóvenes, cada vez más adaptables y cada vez más valientes.
Usted estudió el uso de la inteligencia artificial en investigaciones de Big Data. ¿Cómo se puede usar esa herramienta en el periodismo de investigación?
La inteligencia artificial es simplemente un paso más sofisticado en el uso de la tecnología al servicio del análisis de datos. ¿En qué casos es especialmente de ayuda? Cuando la data es vasta, compleja, hay muchas inconsistencias y tenemos que buscar patrones. Y resulta que las distintas evidencias se presentan en distintos formatos, con distintos términos, con distintos lenguajes. La inteligencia artificial es un atajo cuando estamos en esa maraña de datos. Es un caos en el que necesitamos valernos de todas las herramientas que podamos, incluidos estos algoritmos, para poder organizar, clasificar ese caos.
¿Cómo imagina el periodismo de los tiempos que vienen?
En lo negativo, creo que los autoritarismos se van a incrementar: ya están en alza en todo el mundo y los desafíos van a ser mayúsculos porque el trabajo del periodista va a estar mucho más amenazado.
También hay que lidiar con bots, trolls y fake news de escala planetaria.
Si podemos permanecer en los valores que nos definen como profesión, si innovamos en las prácticas y en las formas de trabajar, si innovamos en los formatos y los acercamientos, si usamos la tecnología con inteligencia, creo que podemos hacerles frente. Esa es la salida.