Los falsos acuerdos de Zoom
Creo que todos estuvimos en una reunión parecida a esta: uno o dos de los integrantes, buenos oradores y extrovertidos, acaparan la atención. Presentan sus ideas y planes en extenso y con poco espacio a comentarios de los otros cinco que fuimos invitados a sumarnos. Entonces, una de sus ideas nos hace mucho ruido. Vemos un posible problema a futuro o un error de estrategia. Intentamos decirlo, pero se minimiza la importancia. Vemos que el resto asiente y que quedan cinco minutos para el fin del encuentro. Entonces ocurre: cedemos ante el pensamiento de grupo. Optamos por conformarnos, por hartazgo, apatía o conveniencia. Sabemos que esta falsa conformidad será contraproducente más temprano que tarde. El acuerdo por pensamiento de grupo no fomenta la innovación, ni las ideas divergentes, no se hacen las preguntas suficientes ni testeos de escenarios posibles que nos permitan trabajar con ideas diversas, discutidas y acordadas realmente.
Ahora agréguenle una palabra: remoto. Desde tener que desmutearnos para decir algo, hasta intentar terminar una idea sin interferencias hogareñas. Animarnos a mantener la tensión que una idea distinta mirando una pantalla o un desacuerdo profundo que enoja y genera impotencia. Las discusiones creativas, las charlas incómodas pero necesarias, las ideas que se enriquecen de un bullicio de personas fueron grandes perdedoras en esta pandemia. El 2020 nos enseñó, entre tantas cosas, que los canales de comunicación digitales como Zoom, son un caldo de cultivo perfecto para los componentes básicos del pensamiento grupal: complacencia, apatía, conversaciones dominadas por pocos y un deseo que se lee en gestos y silencios de terminar de una vez para volver a la pila de pendientes. En muchos casos los intentos de colaboración online tienen aún más pensamiento grupal que las reuniones tradicionales: Se habla de “Zoomthink” o “pensamiento de Zoom”, a esos acuerdos fofos diarios que nos alejan de soluciones efectivas, pero nos ayudan a cortar la bendita video llamada.
A esta altura ya sabemos que
El trabajo remoto no se termina con la aparición de la vacuna contra el Covid-19
las video reuniones nos agotan especialmente porque requieren habilidades nuevas, esfuerzos de comunicación nuevos y dependemos de un funcionamiento técnico fuera de nuestro control que suele llevarse una parte de nuestra energía. Nos sentimos más apurados durante las reuniones virtuales, en parte porque es más difícil mantener la concentración detrás de nuestras computadoras. Puede ser abrumador manejar la incomodidad constante del silencio o una falla, la presión de ser examinado de cerca por colegas, clientes y jefes y el simple agotamiento físico que viene con mirar un punto en una pantalla todo el día. Todo esto genera el malestar psicológico que hace que hablar se sienta pesado y abrumador. Aportamos lo mínimo e indispensable y preferimos enviar un emoji de pulgar levantado antes de explicar por qué una idea no nos parece viable o pedir que se contemplen más caminos posibles para resolver un tema.
Otro falso acuerdo del que estamos siendo parte es asumir que estamos todos en la misma página, cuando en realidad cada área suele tener una idea diferente de, por ejemplo, la finalidad de una reunión. Es cada vez más relevante un rol que se asegure de presentar los temas y el punto desde donde partimos a tratarlos. Erica Dhawan, especialista en lenguaje digital y comunicación corporal, asegura que perdimos buena parte del acceso a las señales tradicionales del lenguaje corporal en las que confiábamos para afirmar y distinguir nuestro pensamiento, y resulta que el lenguaje corporal digital no siempre es intuitivo o universal. Las principales víctimas del Zoomthink o pensamiento grupal online somos nosotros mismos. Si no alzamos la voz a tiempo el resultado que podemos obtener es que nuestro trabajo sea el que corre riesgo.
Y no, el trabajo remoto no se termina con la vacuna contra el Covid-19. En el mundo y específicamente en la Argentina, empresas de todas las industrias y tamaños van a una modalidad en la que nuestras habilidades de trabajo remoto serán cada vez más necesarias, incluidas las de una comunicación asertiva, y un pensamiento creativo e innovadora aún a distancia. Aprendimos que podemos seguir siendo productivos y también valoramos como nunca la riqueza única de sentarnos juntos a discutir, escuchar, poner en tensión y acordar juntos. Asoma el 2021, y es casi una invitación a repensar una nueva etapa, con menos falsos acuerdos y más voces e ideas en cada reunión.