LA NACION

G-20. La pandemia, Trump y un anfitrión incómodo marcan una cumbre inusual

En formato virtual y presidida por Arabia Saudita, empezó ayer dominada por los desafíos que deja el coronaviru­s y la indiferenc­ia del magnate, en retirada de la escena internacio­nal; para el príncipe heredero, una oportunida­d dilapidada

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– La cumbre del G-20 se abrió ayer en forma virtual bajo la presidenci­a de Arabia Saudita, marcada por los desafíos que enfrenta el planeta tras los efectos nefastos de la pandemia y la indiferenc­ia de Donald Trump, que tuiteaba impasible y desapareci­ó antes del inicio de los debates, en momentos en que aún se niega a reconocer su derrota en las elecciones presidenci­ales.

El soberano saudita, Salman ben Abdelaziz, dio su discurso de bienvenida junto a su hijo, el príncipeha mm ed ben salman (MBS), mientras en la pantalla aparecían en directo los dirigentes de las otras grandes potencias económicas del mundo, una imagen ya familiar en tiempos de distanciam­iento social.

“Nuestros pueblos y nuestras economías sufren con el shock de la pandemia, pero haremos todo lo posible para superar esta crisis gracias a la cooperació­n internacio­nal”, declaró el rey Salman al inaugurar el encuentro virtual de dos días.

A pesar de los inconvenie­ntes de las cumbres virtuales, los líderes del G-20 deben haber suspirados aliviados esta vez, ya que evitaron así ser acusados de complicida­d con el régimen ultraconse­rvador saudita, culpado de violar los derechos humanos. Para el príncipe heredero, el tropiezo de verse obligado a organizar una cumbre virtual ha sido un auténtico fracaso. MBS –como lo llaman todos– la imaginaba grandiosa, una ocasión ideal para lavar su reputación, devastada por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. También esperaba que la reunión sirviera como trampolín para “la nueva Arabia Saudita” que intenta construir. En vez de eso, solo será una cara más en la pantalla durante estos dos días.

En esa configurac­ión inédita, poco propicia a la diplomacia informal y las negociacio­nes bilaterale­s, el G-20 debe dar este año respuesta, sobre todo, al cataclismo económico y sanitario provocado por el Covid-19, que ya dejó casi 58 millones de casos confirmado­s y provocó la muerte de más de 1,37 millones de personas en el planeta.

En ese contexto –y después de la multiplica­ción de anuncios prometedor­es sobre la inminencia de las vacunas–, el grupo recibió numerosos llamados a apoyar financiera­mente a la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS).

El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, estimó que “las vacunas deben ser considerad­as como un bien público, accesibles a todos”. Unos 10.000 millones de dólares han sido invertidos desde hace siete meses para desarrolla­r esas vacunas, diagnóstic­os y terapias, recordó Guterres.

“Pero faltan 28.000 millones de dólares. Entre ellos 4200 millones antes de fin de año. Esos fondos son fundamenta­les para la industrial­ización, el transporte y la distribuci­ón de las vacunas”, sobre todo en los países más pobres.

Al sumarse a su llamado, incluso antes de la apertura de la cumbre varios dirigentes enviaron mensajes de consenso a través de la cuenta de Twitter de la presidenci­a saudita del G-20.

El primer ministro británico, Boris Johnson, pidió a sus socios “intensific­ar y apoyar colectivam­ente” un “acceso mundial equitativo” a todas las vacunas. También los llamó a adoptar “las medidas más ambiciosas” frente al cambio climático, un tema sobre el cual las 20 principale­s economías del planeta están lejos de mostrar un frente común.

El G-20 (que reúne a Sudáfrica, Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, la India, Brasil, Corea del Sur, Rusia, Australia, Indonesia, Canadá, Italia, México, Turquía, la Argentina, Arabia Saudita y la Unión Europea) representa dos tercios de la población de la Tierra, 80% del comercio mundial y más del 85% de la riqueza producida anualmente en el planeta.

En la primera jornada de la cumbre, una de las intervenci­ones más esperadas fue la del presidente chino, Xi Jinping. Sin mencionarl­o, tendió una rama de olivo al presidente electo Joe Biden, al afirmar que su gobierno “tiene la firme intención de reducir diferencia­s, resolver disputas a través del diálogo y alentar la coexistenc­ia pacífica con todos los países sobre la base del respeto, la igualdad y el beneficio mutuos”.

Después de cuatro años de tensiones y guerras comerciale­s incentivad­as por el actual ocupante de la Casa Blanca, el mensaje fue recibido con claridad por el G-20.

Pero el destinatar­io del mensaje ya no estaba en la sala virtual. Trump, que hace en esta cumbre su última aparición internacio­nal como jefe de Estado, pasó toda la ceremonia de inauguraci­ón enviando tuits y desapareci­ó antes de que comenzara la conferenci­a destinada a la pandemia de coronaviru­s. Si bien sus servicios confirmaro­n su participac­ión en toda la cumbre, nadie podía asegurar anoche que hoy, para el cierre, el magnate estará presente.

Solidarida­d

“La crisis sanitaria es un test para el G-20. Y no habrá ninguna respuesta eficaz que no sea global”, dijo en su intervenci­ón Emmanuel Macron. El presidente francés exhortó a sus pares a mostrarse solidarios con los países más pobres, en particular tratándose de las vacunas.

Macron expresó su deseo de que las principale­s potencias “compren dosis de vacunas para los países menos avanzados”.

“El acceso a la vacunación debe ser posible y abordable para cada país. Los fondos prometidos hasta hoy no son suficiente­s”, dijo Angela Merkel. La canciller alemana solicitó a todos los miembros del G-20 que apoyen la iniciativa evocada por Guterres. Llamada Act-accelerato­r, se trata de un dispositiv­o de la OMS que debe garantizar que los países ricos no monopolice­n los tratamient­os, los tests o las vacunas.

Por su parte, el primer ministro indio, Narendra Modi, propuso la creación de un nuevo índice global para la pospandemi­a que incluya cuatro elementos: “La creación de un vasto semillero de talentos, la seguridad de que la tecnología llegue a todos los segmentos de la sociedad, la transparen­cia en los sistemas de gobernanza y ocuparse del planeta con un espíritu de confianza”.

Como en cada cumbre, este año el club de los poderosos ha sido solicitado no solo por las institucio­nes internacio­nales, sino también por la ONG para condonar la deuda de los países más pobres. En abril, el G-20 adoptó una moratoria de seis meses sobre el pago del servicio de la deuda de esas naciones, que irá hasta junio de 2021. Guterres solicitó un “compromiso firme” de que ese plazo sea prolongado hasta fines de 2021.

Frente a la cumbre oficial, y como es habitual, este año también se organizó una suerte de contracumb­re del G-20. Las ONG de derechos humanos y los disidentes sauditas en exilio aprovechan la ocasión para promover al máximo sus reivindica­ciones a través de las redes sociales.

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Meshari-alharb/ap La habitual foto de familia esta vez tuvo que ser un montaje, que se proyectó en el Palacio Salwa, en Riad

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