La Argentina, un país indefenso
Uno puede estar muy enojado con el techista, pero no por eso deja su casa sin techo. A contrapelo de tan elemental sensatez, gran parte de la clase política argentina ha borrado de modo tácito la Defensa Nacional como tema. Educación puede ser una “asignatura pendiente”, asunto que no se arregla pero de lo que al menos se discute. El avance sobre la Justicia pareciera ser el tema central. De Defensa casi no se habla, ni en campaña electoral ni en el debate parlamentario. ¿Con qué resultados? Uno muy evidente es el creciente estado de indefensión del país.
Urge rescatar la institucionalidad de las fuerzas armadas y su respeto ante el pueblo de la Argentina. La gran mayoría abriga esperanzas de que políticos, diplomáticos, trabajadores humanitarios, dirigentes, transformen los conflictos en paz y las amenazas en esperanzas, y se encuentre la manera de vivir en armonía sin violencia ni opresión. Pero hasta que llegue ese día tendremos que hacer que los ideales y los errores humanos encuentren un punto medio. Es importante dejar en claro que es necesario impedir la politización de las FF.AA. bajo la noción de control civil objetivo y la profesionalización de las mismas, defendiendo a sus hombres y mujeres que están dispuestos a arriesgar sus vidas.
La guerra global se ha vuelto impracticable. La increíble letalidad del armamento nuclear y su adopción por muchos países lo volvió de uso imposible, al menos desde 1945 hasta hoy. ¿No es una paradoja casi increíble?
Incluso el desacreditado sistema financiero internacional, agente de todo tipo de aprietes, recesiones, desigualdades e injusticias, se ha vuelto –tal vez a su pesar- un fac- tor invisible pero poderoso que actúa contra las conflagraciones internacionales. Los bancos pueden financiar alguna pequeña guerra aquí y otra allá para hacerse de oro, petróleo o diamantes en el mundo más pobre, pero si trataran de hacer ganancias con un conflicto masivo, además de ver perder en segundos el valor de sus activos, serían objeto de la más justiciera persecución pública por parte de los Estados-nación. Y es que, mal que les pese a los bancos, los Estados-nación están diseñados para durar mucho más que las entidades y agencias de crédito.
Una excepción a esta tendencia: los Estados fallidos, que son el mayor peligro de conflicto del día de hoy. El colapso de un Estado desata un “frenesí alimenticio” horripilante por parte de sus vecinos, e incluso de terceros hasta el momento desinteresados, pero fundamentalmente de organizaciones subnacionales sumamente oportunistas y malvadas.
Lo estamos viendo delante de nuestras narices. Los tres enemigos favoritos a nivel nacional de Estados Unidos, respectivamente el Irán de los ayatollahs, luego el Irak del dictador Saddam Hussein y finalmente la dictadura los Assad en Siria, colapsaron en buena medida por acción directa e indirecta de Estados Unidos. En lugar del renacimiento milagroso de democracias, el vacío de poder de esa zona del planeta fue llenada por el Isis, el pseudo-Estado integrista que se propone hacer de la Tierra un califato global regido por la interpretación más medieval, atrasada y sanguinaria de la “Shariah”, la ley islámica. Y ante el nuevo estado de cosas, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia y China, es decir el “Club Nuclear” oficial que representa al Consejo de Seguridad Permanente de las Naciones Unidas, se aviene a negociar con Irán poniendo condiciones sumamente laxas.
Pero el fulminante dominio territorial del Isis tras el colapso de los estados de Irak y Siria y su capacidad de violencia contra las minorías islámicas y no islámicas dejó atónito al planeta. Lo que necesitan los Estados Unidos es una nueva Triple Alianza entre Estados fuertes y muy bien armados en la región, aunque estos se detesten históricamente entre sí, y son Arabia Saudita, Israel e Irán. Estados Unidos hará, de hoy en más, lo imposible por afianzar la estabilidad de estos actores locales con capacidad de contener y destruir a Isis.
La Argentina cumple 200 años como república, de los cuales ya lleva más de dos décadas en creciente indefensión, en un mundo cada vez más armado. Las Fuerzas Armadas, plenamente integradas a la democracia, no saben para qué están. Esa es la gran incógnita. Como lo han hecho muchos países que han emergido de conflictos internos, hoy anteponen el interés nacional y dan vuelta la página del pasado en nombre de un bien superior. Asimismo, se sugiere actualizar las bases legales que permitan definir una política de defensa y elaborar un diseño estratégico de fuerzas; reinstalar el sistema educativo militar de calidad; debatir un presupuesto militar para alcanzar un determinado fin y que rija la escala salarial del personal; definir un programa de desarrollos tecno-industriales para la defensa.
Las Fuerzas Armadas de cualquier democracia están obligadas a ser operativamente respetables. Si no lo son de un modo evidente, lo que se vuelve increíble a la larga es el modelo de país. ¿Cuánto puede durar? Lo que tarde otro Estado u organización subnacional en afectar algún interés vital de la sociedad, sean sus recursos naturales, su aparato productivo o su mismísimo modelo social.
El nivel de indefensión expone seriamente la vida y libertad de los ciudadanos y la supervivencia de la Nación.
“La Argentina cumple 200 años como república, de los cuales ya lleva más de dos décadas en creciente indefensión, en un mundo cada vez más armado. Las Fuerzas Armadas no saben para qué están”.
libro Miguel Angel Sarni es general de División (R) e ingeniero militar. Escribió el Educar para este siglo.