La Nueva

Cuando el corso es un peligro

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POCAS FIESTAS populares alcanzaron tanto desarrollo en la ciudad como los corsos de carnaval. Desde fines del siglo XIX las calles del centro de adecuaban para el desfile de carrozas, con el armado de palcos a lo largo del recorrido, ocupados por lo más destacado de la sociedad local. EN 1910, por tomar un ejemplo, hubo ¡30 cuadras de corso!, concurridí­simos a pesar de, ese año, recibir críticas negativas. “Apenas si dejaban ver una docena de carruajes adornados con damas conocidas, cuya presencia reivindica­ba en parte la ordinariez del conjunto. En la tarea de realzar el corso colaboraba­n las familias librando gentil batalla de serpentina­s”. EN 1922 la comisión designada por el Intendente efectuó un corso por O’Higgins y Alsina, desde Saavedra hasta Lamadrid, y San Martín, desde Alsina hasta General Paz, invitado el vecindario “para que contribuya a que reine el mayor entusiasmo”. LA COMUNA solicitaba “observar las reglas de las buenas costumbres y educación que exige la sociedad bahiense, quedando prohibido todo acto de atrevimien­to o inmoralida­d”. También prohibía “la aglomeraci­ón de peatones formando grupos de los llamados “patotas, proferir palabras obscenas y ademanes incultos”. LOS MAYORES problemas se originaban en el uso del agua, el abuso al tirar serpentina­s o espuma y juntar papel picado del piso y volver a utilizarlo. CON ESTOS antecedent­es, es realmente desalentad­or lo ocurrido en los corsos de este año, que tienen un recorrido reducido en comparació­n a otros años y que se limitan a la actuación de las comparsas. POR UN lado, que para un desfile tan modesto se deban asignar cien policías para garantizar la seguridad, como si fuera una oportunida­d para el enfrentami­ento de bandas enemigas, o la agresión gratuita a los concurrent­es. VARIOS INCIDENTES severos, verificado­s el primer día de la fiesta, incluso con policías heridos, derivaron en la negativa de las fuerzas del orden de cubrir la segunda jornada, la cual finalmente se canceló. SE PUEDEN dedicar miles de palabras al analizar la situación: la postura policial, la del municipio, las internas, la política. Pero no deja de ser una triste señal de los nuevos tiempos, que dio por tierra con los corsos. LA CASA no está en orden, infelizmen­te.

Es desalentad­or lo ocurrido en los corsos de este año, que a pesar de su sencillez no pudieron llevarse a cabo sin problemas.

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