Sebastián Borensztein “Me resulta imposible esquivar el humor”
El guionista y director de cine acaba de publicar la novela “El Ruso”, un thriller protagonizado por un cantor de tango destinado a cambiar la historia. Revela que una escena está inspirada en una travesura de su padre, Tato Bores. es judío porque es lo que lo pone en máximo riesgo en la historia y lo expone de manera temeraria.
–¿Ves puntos de contacto (estructuras narrativas, el tipo de personaje, los sucesos al borde de lo inverosímil) entre tu obra cinematográfica y este debut en la novela?
–Sí, en todos los casos son personajes comunes puestos en situaciones extraordinarias. Es lo que más me gusta a la hora de desarrollar una idea, independientemente del formato que adopten.
–“El Ruso” tiene momentos que son como pasos de comedia en una trama que es dramática en términos históricos. ¿La pensaste así, con esos giros, de manera deliberada?
–Me resulta imposible esquivar el humor, porque es mi propio punto de vista en casi todos los aspectos de la vida. Incluso a veces pongo un poco el freno en ese sentido para no desviarme del tono del relato, pero la pincelada siempre aparece y la dejo fluir, es parte de mi ser.
Historia, drogas y una escena inspirada en Tato
–¿Podés contar el origen de la escena en la que el chico se tizna la cara adrede para ganarse unas monedas abriendo las puertas de los coches?
–Mi viejo hacía eso, en secreto, porque si sus padres se enteraban se pudría todo. A mi viejo le encantaba estar en la calle, y veía cómo algunos pibes se ganaban la monedita abriendo puertas de los autos en la puerta del Teatro Colón y en las iglesias donde se casaba la gente de la alta sociedad. Como él era muy rubio, no daba el perfil de niño necesitado, entonces se ensuciaba la cara y desemprolijaba su ropa para parecer un mendigo. Tendría entre 8 y 9 años, y pienso que ese fue el comienzo de su vida de actor.
–¿Hiciste una investigación específica para escribir la novela?
–Recurrí a la investigación para poder describir lugares que no conozco, y para ser preciso en cuanto a algunos nombres y datos personales de ciertos personajes, pero en general, soy un lector de Historia y los acontecimientos propiamente dichos los conocía muy bien desde antes.
–Tiene un rol importante el Pervitin, esa especie de súper energizante, fuertemente adictivo, que le daban a las tropas alemanas y que se vendía libremente. ¿Creés que tuvo realmente alguna incidencia en la transformación de los alemanes en nazis fanáticos?
–Hay historiadores que sostienen que no se puede disociar la euforia colectiva nazi del consumo masivo de Pervitin, que es una metanfetamina. Yo adhiero a esa mirada, porque pienso que no alcanza con la sola frustración producida por la derrota alemana en la Primera Guerra, ni con la humillación que significó para Alemania el pacto de Versalles. Joseph Goebbels manejó a la perfección la manipulación de la sociedad a partir de la teoría del enemigo común, en ese caso los judíos, pero el consumo masivo de metanfetamina no puede no considerarse, más aun considerando que la sociedad alemana era la más evolucionada de su tiempo. Entonces, que tanta gente pensante se volcara fanáticamente a la locura nazi hace muy interesante pensar la idea del consumo masivo de Pervitin como coadyuvante en esa locura.
–Aparece en varios momentos la cuestión de los vínculos del gobierno de Perón con los nazis. ¿Qué idea tenés de esa relación?
–En la novela solo se lo menciona en su paso como agregado militar en la embajada argentina en Italia en tiempos de Mussolini. Pero sabemos que durante su presidencia se facilitó el ingreso bajo identidad falsa a muchísimos nazis. Nuestro país fue un destino importante en la ruta de las ratas, como se le llamó a la fuga de nazis tras la derrota.
–¿Pensás que la ficción puede ser una forma de “revancha”, que permite, aunque sea en un plano ideal, cambiar la Historia?
–No lo sé, pero me permitió cagarme en los nazis. Y eso no es poco.
–¿Creés en el destino, como siente El Ruso, o es algo literario, que usás para darle sustancia al personaje?
–El destino como idea me desconcierta mucho, y me atrae. Me debato entre pensar que nuestro destino está escrito y simplemente lo transitamos, y su contrapartida que es escribirlo a cada paso que damos.
Quise experimentar la libertad total de contar una historia sin preocuparme por cuánto cuesta tal o cual frase a la hora de traducirla en imagen.