Rumbos

Las mañanas de Tito

“En la década del 70, en pueblos como Berrotarán, era común realizar todos los jueves los remates de vacunos”.

-

En la misma línea de los relatos sobre las caravanas interminab­les que comparten compinches y que duran varios días, mi amigo Alberto Rodríguez Etulain, periodista que trabajó durante muchos años en LV16 radio Río Cuarto, hasta que se jubiló, me contó hace poco que en su pueblo, Berrotarán, el famoso bar del “Canario” Conti solía estar abierto día y noche y muchos de sus clientes perdían allí la noción del tiempo.

En la década del 70, en pueblos como ese, era común realizar todos los jueves los remates de animales vacunos. Aunque semanales, eran todo un acontecimi­ento, ya que terminaban con una buena comilona entre todos los participan­tes en la que, luego del asado que hacían los hombres, venía una ronda de postres preparados por las mujeres de los rematadore­s. Amenizaba siempre uno que otro guitarrero que extendía el encuentro hasta pasadas las cuatro de la tarde.

Las “ferias”, como les decían, eran el comienzo del fin de semana, y muchos no se conformaba­n con ese banquete. Querían que la

rumbos

cosa se extendiera. Y a eso lo encontraba­n, justamente, en el bar del “Canario”.

Un jueves, un grupo conformado por el escribano, el dueño de la fábrica de baterías, Tito Ceballos, un productor de la zona, y otros dos hacendados de las Peñas Sud, se reunieron en el boliche de Conti a filosofar por todo lo alto en medio de vasos, copas y mucha camaraderí­a.

El reloj no le importó a nadie, las charlas de ese encuentro se hicieron interminab­les, y el “Canario” no hacía faltar en las mesas la cerveza, el vino y, de tanto en tanto, les llevaba una buena picada o unos especiales de jamón y queso, para mantener fuertes a los honorables parroquian­os. No fuera a pasar que el cansancio los venciera e interrumpi­eran anticipada­mente el maratón de consumo que tan bien le venía a las finanzas del bar.

Ese jueves la tertulia se extendió más de lo acostumbra­do. La noche pasó como un suspiro y se hizo viernes, pero ellos siguieron como si nada.

En un momento, y como era de esperar, se agotaron las bebidas y, por fin, los amigos de la “feria” se dispusiero­n a marchar, pagaron lo consumido, y el primero en encarar para la vereda fue Tito Ceballos. Abrió con sus dos manos la cortina de tiras multicolor­es de la puerta del bar y el sol le pegó de llenó en la cara.

Después de tantas horas sin tener noción del tiempo, Tito no pudo contener su sorpresa y esbozó una frase que quedó grababa: “!Qué mañanón!”.

Lo que Ceballos no sabía era que eran las cinco de la tarde del día siguiente al que llegaron al bar.

Desde ese día, para cada vez que una persona se confunde o para indicar que se hizo tarde, se institucio­nalizó en Berrotarán el famoso: “¡Qué mañanón, dijo Tito! Y eran las cinco de la tarde”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina