Alumbrando el camino
No hay duda de que todas las épocas han tenido su propia dificultad, que siempre hubo crisis, problemas y duelos. Pero también sucede que la era que nos toca a nosotros tiene sus particularidades y que somos sujetos insertos en esta sociedad, por lo cual nos vemos afectados por cuestiones puntuales. En tal sentido, también podemos pensar el concepto de depresión en relación con esta posmodernidad que atravesamos.
Si hay algo que caracteriza nuestra era es el individualismo, la caída de los valores, haber otorgado al dinero y a lo material la jerarquía de un valor, la cultura del aquí y ahora, el culto de la imagen, la frivolidad y la consecuente búsqueda de la eterna juventud, la falta de credibilidad en las instituciones, etcétera.
Todos quieren mostrarse y estar en vidriera, validándose a sí mismos a partir de lo que tienen y no de quiénes son. Hay personas que incluso buscan la fama por la fama misma, sin mérito alguno. De ahí el surgimiento de tanto reality show televisivo a nivel mundial. Como si la falta de credibilidad en el futuro incrementara el vacío existencial del individuo, quien condenado a un eterno presente procurase satisfacer su vacío a través del consumo desenfrenado. Y, desde luego, este no resultará suficiente, y es así cómo la angustia siempre vuelve.
La angustia existencial es un condimento que alimenta muchas veces la depresión de un sujeto. Quien desea encontrar un futuro, un proyecto de vida, dentro de una sociedad donde todo el tiempo se dice que no hay futuro, puede que busque algo que lo satisfaga ya. Tal vez por eso, procurando tapar aquel vacío del que brota la angustia, muchos caigan en conductas adictivas con drogas, alcohol y otros excesos.
Podríamos considerar que esta posmodernidad dispara a veces procesos depresivos o acrecienta la depresión que ya padece una persona. El filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, quien definiera a esta época como “la era del vacío”, advirtió en una entrevista que mientras la sociedad se dirija más hacia lo frívolo, se volverá más ansiosa, lo cual se manifiesta en un aumento de la depresión.
¿Qué hacer entonces ante esta posmodernidad y sus exigencias de belleza, juventud y éxito? En principio, dejar de compararnos con los supuestos modelos que impone la sociedad, y comenzar a cuestionar sus parámetros, asumiendo nuestro vacío existencial y entendiendo que no podrá saciarse con objetos o placeres transitorios. Dicho vacío persistirá a menos que le encontremos un sentido real a nuestra existencia. Sentido que habrá de variar en cada uno y que corresponde, por lo tanto, a una búsqueda individual. Pero semejante búsqueda no será fructífera si somos dominados por el paradigma de esta era y no apartamos la mirada de nuestro propio ombligo. •