El amor incondicional
“Y vivieron felices y comieron perdices”, suelen decir al final muchos cuentos de tinte romántico, dando por sentado que a todos nos apetecen esos pequeños plumíferos. ¿Pero nadie reparó en que las perdices pueden no gustarnos o que tal vez somos vegetarianos? ¿Se puede generalizar al hablar de felicidad y amor? No, definitivamente no. Porque no hay reglas generales que apliquen a estos sentimientos, cuya experimentación es tan variada como personas hay en este mundo.
El amor es un sentimiento a veces frágil y la rutina puede desgastarlo con gran facilidad. Es probable que el "contigo pan y cebollas" alcance en la etapa del enamoramiento, pero seguramente se tratará de una apreciación pasajera. Una vez que el velo del enamoramiento cae, quedamos cara a cara frente al otro, ya sin falsas idealizaciones. ¿Y entonces qué hacemos? Algunas personas insisten con otro tópico: "la incondicionalidad" del amor.
Claro que esta idea romántica de amar y ser amados pese a todo, contra viento y marea, es una idea en extremo atractiva. Pero esto no la hace menos fantasiosa cuando se trata de vivir con los pies sobre la tierra.
No importa cuánto hayamos creído en el “hasta que la muerte nos separe”, lo cierto es que nadie puede adivinar el futuro, y es precisamente en el transitar de una relación que las cosas van cambiando; y lo que ayer aceptábamos con gusto, puede empezar a resultarnos insoportable. Dicho de otro modo, es comprensible, humano, que un día empecemos a odiar las perdices, nos hartemos del pan y las cebollas, y la muerte nos resulte demasiado lejana.
La incondicionalidad del amor suele ser una concepción bastante utilizada en textos de autoayuda, pero es una idea complicada si pretendemos aplicarla a la pareja. Sin duda, es noble seguir amando a alguien pese a estar atravesando un trance penoso vinculado a enfermedades o a problemas económicos. Pero si tomamos el concepto de incondicionalidad y lo aplicamos a nuestra relación valiéndonos de su real significado; es decir, dando sin esperar nada a cambio y amando aun cuando no seamos correspondidos, estaremos en la antesala del sufrimiento. Salvo que aspiremos a convertirnos en Buda, es mejor evitar las palabras “incondicionalidad” y “pareja” en una misma frase.
Si buscamos en el diccionario el término “pareja”, veremos que no sólo da cuenta de una relación entre dos personas, sino que también significa igualdad, una condición que no se cumple si nos regimos por la incondicionalidad. Si estamos para el otro cada vez que lo exige, ¿sería justo que ese otro no estuviera para nosotros y en igual medida cuando lo necesitemos? Cuando de relaciones se trata, incondicionalidad no es otra cosa que amor desparejo. •