Una ventana para asomarse al mundo desde el encierro
Una vez por semana, los establecimientos carcelarios de Córdoba proyectan películas argentinas a la población penitenciaria. El objetivo es que puedan reflexionar sobre la propia situación personal, reconstruir la memoria y sostener la personalidad y la a
Una ventana abierta en un espacio de encierro para que los privados de libertad puedan asomarse al mundo. Así define Gustavo Drincovich, jefe del Departamento Cine de la Agencia Córdoba Cultura, a la propuesta de proyectar películas argentinas en los establecimientos carcelarios.
La iniciativa se dirige especialmente a la población penitenciaria. Y recurre a diversas modalidades de expresión artística para la promoción, revalorización y sostenimiento de la personalidad y de la autoestima de los internos.
“El proyecto habilita la oportunidad de reflexionar sobre la propia situación personal, reconstruir la memoria, convocar los recuerdos, evocar el pasado, la historia personal, las vivencias de los cambios impuestos, las cosas que se perdieron”, explica.
La actividad forma parte del Programa Cine Móvil que promueve el Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales (Incaa) para difundir el séptimo arte. Se procura alcanzar este propósito exhibiendo filmes en lugares que no cuentan con salas apropiadas.
Siguiendo esa línea de trabajo, el jueves último, 24 de los 34 internos que reciben tratamiento en el Centro de Atención de Adicciones de la Cárcel de Bouwer y personal de ese penal –ubicado sobre la ruta nacional 36– compartieron la proyección de Diablo, opera prima de Nicanor Loreti.
La Voz registró esa experiencia, que se ofrece una vez por semana en los distintos establecimientos carcelarios cordobeses.
Desde el primer cuadro, el rodaje atrapó al público.
Durante la hora y media de la función, casi nadie se levantó de su silla ni quitó la vista de la tela.
Salvo porque ningún concurrente comió pochoclo y muchos tomaron mates durante la hora y media que dura la cinta, la sala que se improvisó en el módulo 1 de Bouwer no se diferenció demasiado de una convencional.
Al final de la proyección se abrió el debate, en el que los espectadores intercambiaron impresiones sobre la historia que habían visto. Viene bien
A José (39), por ejemplo, no lo sorprendieron las escenas de sangre y violencia que se suceden con vértigo en la complicada historia de “Marcos”, un boxeador retirado que debe lidiar con su primo “Huguito”, quien cae a su departamento de mala muerte como peludo de regalo, justo el día que la ex del púgil en decadencia decide llamarlo para reencontrarse en la pocilga, ceviche de por medio.
“Estas actividades nos vienen bien porque nos hacen pensar un montón de cosas y prepararnos para cuando recuperemos la libertad”, dice el recluso mientras muestra trabajos de calado y repujado en madera, oficio que está aprendiendo en la prisión.
Marcelo (36) opina parecido: “Me gusta ver películas y trato de venir siempre. Esta me hizo pensar en la violencia que las perso- nas tenemos adentro sin darnos cuenta y cómo podemos terminar si no sabemos controlarla”, reflexiona, mientras ojea otros títulos disponibles para el ciclo (Era el cielo, Hilo rojo, La última fiesta, Casi leyendas...).
“La idea que hemos trabajado siempre es la de colocar una ventana en un ámbito de encierro para que ellos se asomen al mundo”, reitera Drincovich.
“Después, conocer sus opiniones para generar debate y reflexionar sobre temas que les incumben”, acota el funcionario, al frente del Cine Móvil desde que se puso en marcha en 1999. Dar oportunidades Miriam Manco es la jefa del Departamento Educación del Servicio Penitenciario. Ella dice que “siempre se ha intentado traer al contexto de encierro todo lo que sucede afuera”.
El Cine Móvil es una de las opciones contempladas en el Programa Provincial Cultura en las Cárceles” que, desde 2016, implementa el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Córdoba. En la actualidad, unos 900 internos participan en los 37 talleres de distintas disciplinas (música, canto, danzas, teatro, caricaturas, fotografía, etcétera) que se ofrecen en 14 centros educativos del Servicio Penitenciario, según la información oficial.
La política tiene por objetivo desarrollar las potencialidades artísticas de los internos, fomentar nuevas formas de expresión cultural, promover valores de convivencia respetuosa, reducir niveles de conflictividad y abordar desde otras posibilidades expresivas las situaciones que se producen en el ámbito de reclusión.
“La diversidad de propuestas no sólo tiene que ver con las necesidades de nuestros alumnos o la población carcelaria en general, sino también con la posibilidad de que el afuera pueda entrar y traer este tipo de experiencias, entendiendo que aquí hay personas con necesidades, muchas de las cuales no tuvieron oportunidades de disfrutar del cine o del teatro”, dice.
Durante la hora y meDia De la función, casi naDie se levantó De su silla. la sala que se improvisó en Bouwer no se Diferenció DemasiaDo De una convencional.