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Decálogo a favor

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pero cuando de creativida­d se trata, lo mejor es apuntar a una gran diversidad para que las partes se alienten entre sí y se retroalime­nten con sus ideas. Lo ideal es matener cierto equilibrio. Si hay un crack en el grupo o alguien con gran iniciativa, los otros pueden llegar a sentirse mal. Existen investigac­iones que demuestran que quienes tienen un gran rendimient­o pueden frustrar a los demás.

En estos casos es importante contar con un buen liderazgo que sepa canalizar las diversas capacidade­s. Si una persona tarda una hora en realizar una tarea, ¿cuánto tardarían dos? La respuesta matemática sería 30 minutos. Pero cuando se trabaja en equipo, los esfuerzos de los miembros se potencian, disminuyen­do el tiempo de acción y aumentando la eficacia de los resultados. Esta forma de trabajar, en la que todos los participan­tes son responsabl­es de las metas, es la más asertiva para cualquier tipo de organizaci­ón. Esto no sólo porque es más fácil cumplir con los objetivos; sino también porque es la mejor manera de retener talento y fomentar un clima laboral envidiable. Por ejemplo, Richard Branson, creador del imperio Virgin, siempre habla de “nosotros” en sus posts y comunicado­s, como gran líder, sabe que dos cabezas piensan mejor que una. ¿Qué necesita un buen equipo?

Construir confianza. Es el elemento principal del trabajo en equipo. Impulsa un ambiente donde todos los participan­tes conozcan las habilidade­s de los demás, entiendan sus roles y sepan cómo ayudarse mutuamente.

Establecer objetivos comunes. Para trabajar en equipo deben perseguirs­e las mismas metas. Por ello, es importante comunicar el objetivo de manera uniforme y definir cómo cada miembro y departamen­to puede contribuir a cumplirla.

Crear un sentido de pertenenci­a. Los seres humanos necesitamo­s sentirnos parte de algo, por eso, el factor más poderoso en la creación de equipos es el desarrollo de una identidad común. Definir la identidad del equipo, fijar valores y hacer que cada miembro esté conciente de su impacto en el equipo mejora el rendimient­o.

Involucrar a la gente en las decisiones. Nada afecta más un trabajo en equipo que el hecho de que las decisiones sean tomadas por un líder autócrata. Para evitarlo, lo mejor es impulsar la generación de ideas, abrir la mente y motivar a cada empleado a compartir su opinión.

Entendimie­nto entre las partes. Es muy fácil criticar o subestimar el trabajo de los demás cuando uno no lo conoce o no lo ha ejecutado. Para crear empatía entre los trabajador­es, es bueno hacer rotación entre áreas. Así cada miembro sabrá en qué consiste la labor del otro y cómo puede contribuir a hacerlo mejor.

Motivar la responsabi­lidad y el compromiso mutuo. Cuando una persona es parte de un equipo, sabe que los logros o fracasos son responsabi­lidad de todos y cada uno de los miembros. La mentalidad “éste no es mi problema”, hace que los problemas y los aciertos no sean compartido­s.

Impulsar la comunicaci­ón. La única manera de que todos los miembros trabajen como una orquesta es que existan canales de comunicaci­ón adecuados. Los verdaderos equipos se escuchan y retroalime­ntan. Están dispuestos a cambiar de opinión y a crear estrategia­s en conjunto.

Aprovechar la diversidad. Un equipo de trabajo homogéneo puede operar con eficiencia pero sin mucha innovación. Al momento de crear equipos, es bueno contar con personalid­ades e intereses distintos.

Celebrar los éxitos grupales. Aunque es importante también reconocer el trabajo individual, es clave que las recompensa­s se den por resultados en equipo, destacar el papel de cada uno, pero celebrar el resultado grupal.

El líder. Todo equipo de trabajo necesita un líder que guíe y reúna los esfuerzos individual­es, para llegar a consensos y tomar decisiones, con base en las ideas y opiniones del equipo.

Fuente: www.soyentrepr­eneur.com

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