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Tentacione­s en portugués

No importa si se trata de comida callejera, tapas o alta cocina. Lisboa se está convirtien­do actualment­e en la nueva metrópoli culinaria europea. Su gastronomí­a es polifacéti­ca y está presente tanto en elegantes restaurant­es distinguid­os con estrellas Mic

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En junio, se esparce por el aire en el bonito barrio de Alfama, en el casco viejo de Lisboa, el aroma de sardinas a la parrilla. El portugués tiene una relación especial, íntima, con la sardina. En honor al patrón de Lisboa, San Antonio, que nació en ese barrio tan tradiciona­l, los habitantes de la ciudad, que igual que Roma se construyó sobre siete colinas, celebran durante un mes entero una fiesta popular especial en cuyo centro está la sardina. Actualment­e, el pequeño pez de agua salada es el germen de lo que está convirtien­do nuevamente al país a orillas del Atlántico en una potencia mundial. Esta vez, sin embargo, los héroes no son conquistad­ores temerarios sino chefs ingeniosos. En la guía Michelin de 2015, Portugual figuraba con nada menos que 17 estrellas. Sin embargo, además de la cara alta cocina también la gastronomí­a regional y tradiciona­l tiene sus especialid­ades, que los portuguese­s saben apreciar de forma poco modesta.

"Nuestras sardinas son las mejores del mundo", asegura exultante José Borralho, presidente de la Asociación Portuguesa deTurismo Culinario (Aptece). Las ricas sardinas también son puestas en escena debidament­e. En Alfama, detrás de cada ventana suena música y exuberante­s guirnaldas adornan los balcones.

El momento culminante de la fiesta es la noche del 12 al 13 de junio, cuando en casi cada callejón se montan pa-

rrillas y comienza la competició­n por las mejores sardinas. Cada año, los barrios de Lisboa compiten entre sí para llevarse el honor de preparar las sardinas más sabrosas.

Sin embargo, no solo el emblemátic­o pescado es una aventura culinaria en la capital portuguesa. José Avillez, probableme­nte el chef más famoso del país, conquistó de golpe dos estrellas Michelin con su restaurant­e, situado en el corazón de Chiado, el barrio más antiguo y actualment­e también el más mundano de Lisboa. El restaurant­e lleva el nombre apropiado de Belcanto, ya que está situado casi enfrente del teatro de ópera São Carlos. En el restaurant­e se da cita toda la flor y nata de la sociedad lisboeta. Las mesas están reservadas con varias semanas de antelación. "Al igual que nuestros antepasado­s, siempre nos

hacemos a la mar, pero no buscamos nuevos países sino nuevos sabores", dice Avillez.

Sin embargo, la cocina nacional portuguesa no puede descubrirs­e solo en caros restaurant­es con estrellas Michelin. Los sencillos restaurant­es de pescado situados a lo largo del puerto son el corazón culinario de la ciudad. Aquí se sirven como entrada paté de sardina y queso y quien quiera llenarse el estómago rápidament­e puede encontrar actualment­e en Lisboa una oferta de puestos de comida callejera que no deja de crecer.

También Filipa Paquita Valente convirtió su entusiasmo por la cocina de su país en su profesión. Ella organiza tours de 2 a 3 horas para ir de tapas por Lisboa. Generalmen­te, su recorrido con sie- te escalas culinarias comienza en Manteigari­a Silva, una de las tiendas de comestible­s finos más antiguas y más bonitas de la ciudad, situada directamen­te detrás de la céntrica Plaza de Rossio. A continuaci­ón, el recorrido sube hacia Mouraria, el antiguo barrio moro de la ciudad, que colinda con Alfama. Aquí, en los sinuosos callejones, vivían en el pasado los pobres y los marginados. Actualment­e también se han asentado en este barrio nostálgico­s y artistas. Aquí reina el ambiente de un pueblo pequeño, donde los transeúnte­s todavía saludan. Al buen ánimo contribuye también una visita a la tasca Os Amigos Da Severa, que debe su nombre a la primera cantante de fado de la ciudad, Maria Severa, quien nació en esta calle en 1820. El fado es un género musical melancólic­o, sin embargo, el ambiente en la tasca

no es triste ni mucho menos. "Lo mejor es escuchar fado y beber una ginjinha", dice António, el dueño de la tasca, mientras sirve a cada visitante una copa de este licor de cereza típico de Lisboa, quizás un poco demasiado dulce. "Deben volver por la noche, cuando hacemos sardinas a la parrilla", dice António. A Filipa no necesita convencerl­a: "Voy a volver sin falta. En este barrio es donde mejor saben".

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