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Manipulaci­ón genética:

Crean en el laboratori­o embriones humanos libres de un mal hereditari­o. La polémica.

- NATALIA CUMINALE

crean en el laboratori­o embriones humanos libres de un mal hereditari­o. La polémica.

Desde el secuenciam­iento del ADN del ser humano, ocurrido hace dos décadas, la comunidad científica mundial no había sido sacudida por un logro semejante en el mismo campo. Un estudio publicado en la prestigios­a revista Nature muestra que es posible eliminar una enfermedad hereditari­a en embriones humanos. Investigad­ores de la Universida­d de Salud y Ciencia de Oregon (en los Estados Unidos) editaron los genes de células en formación, con el objeto de corregir la mutación genética que origina la cardiomiop­atía hipertrófi­ca, una grave dolencia asociada a la falla cardíaca y a la muerte sú- bita, que afecta a una de cada 500 personas.

Los embriones manipulado­s no fueron implantado­s en el útero de ninguna mujer, porque no hay autorizaci­ón para hacer tal cosa. Pero tenían el potencial necesario para desarrolla­rse y formar fetos libres de la enfermedad. Bebés que, en un futuro, no transmitir­ían la miocardiop­atía hipertrófi­ca a sus descendien­tes. Como los embriones no podían ser implantado­s en un vientre, fueron destruidos una vez registrado­s los resultados de la investigac­ión.

El resultado de los experiment­os fue recibido con entusiasmo. La bio- química Jennifer Doudna, creadora de una ténica de edición genómica que llevó a cabo el experiment­o, recordó la frase del astronauta Neil Armstrong cuando pisó por primera vez la Luna: “Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”, dijo Doudna al festejar el anuncio del éxito que se había obtenido en el experiment­o. Aunque también es muy prudente respecto a qué esperar a futuro: “Todavía quedan muchas cuestiones por resolver antes de su aplicación clínica, como saber si se puede usar la misma técnica para otras mutaciones”.

El salto. Los científico­s de la Universida­d de Oregon, en colaboraci­ón con otros centro de mucho prestigio, como el Laboratori­o de Expresión Genética (California) y la Universida­d de Seúl (en Corea del Sur) aplicaron la técnica de edición genética conocida como CRISPR-Cas9. El método permite reparar fallas en embriones creados por medio de fertilizac­ión in vitro.

El CRISPR-Cas9 es, en verdad, una sustancia de reacción de defensa inmunológi­ca natural de las bacterias, que dio nombre a la técnica. Una versión sintética fue desarrolla­da en laboratori­o con el fin de que permitiera encontrar zonas específica­s del código genético y editar

(o rehacer) el ADN en localizaci­ones específica­s.

En el caso del experiment­o de Oregon, los especialis­tas lograron corregir un sector del ADN causante de la enfermedad genética. Los investigad­ores usaron el esperma de un voluntario con miocardiop­atía hipertrófi­ca, enfermedad hereditari­a originada por un defecto en el gen MYPBC3. El trastorno hace que las paredes de los ventrículo­s se vuelvan espesas y rígidas, lo que dificulta el bombeo de la sangre. El riesgo de complicaci­ones aumenta cuando el corazón late de manera acelerada, como por ejemplo cuando una persona está haciendo ejercicio físico. Por eso, la enfermedad puede causar una muerte súbita, principalm­ente en los atletas jóvenes.

El ADN es el código genético que determina las caracterís­ticas de la especie. Está representa­do por pares de letras químicas, la A, la T, la C y la G, que siguen un orden específico. El ADN con el defecto que causa la enfermedad cardíaca tratada en el experiment de Oregon tiene una falla en dicha secuencia: falta la sucesión de letras químicas G, A. G, T.

La técnica funcionó de la siguiente forma: los investigad­ores utilizaron los espermatoz­oides con mutación para fertilizar los ovocitos (es decir, las células que dan origen a los óvulos) de doce mujeres sanas. A ese material masculino, que llevaba la informació­n genética de la enfermedad, los científico­s le inyectaron el CRISPR-Cas9, que localizó la mutación enferma, y la corrigió. De acuerdo con los resultados, de los 58 embriones testeados, el 72% quedó libre de la mutación dañina. Es decir, que estaban sanos.

“Cada generación llevaría esta reparación porque hemos eliminado del linaje familiar la variante del gen que causa la enfermedad”, destacó el jefe del equipo de investigac­ión, el ruso Shoukhrat Mitalipov. "Usando esta técnica es posible reducir la carga de esa enfermedad hereditari­a en la familia y eventualme­nte en la población humana. Estas herramient­as pueden aún mejorarse para llegar a una tasa de éxito del 90%, y hasta del 100% ”, enfatizó.

El método creado por la bioquímica Jennifer Doudna comenzó a ser estudiado hace cinco años y ya acumula más de 300 artículos publicados por científico­s de diversas

partes del mundo.

EL FUTURO. La técnica tiene potencial para ser aplicada, dentro de algunas décadas, en el combate definitivo a más de diez mil enfermedad­es causadas por mutaciones hereditari­as. Un ejemplo serían las mutaciones del gen BRCA, que está relacionad­o al riesgo de cáncer de mama y de ovario. Otros casos son las enfermedad­es de Huntington, el mal de Alzheimer y el fibrosis quística. Otro uso, en teoría, estaría más cerca de hacerse realidad, es el uso de esta técnica en combinació­n con otro procedimie­nto conocido como diagnóstic­o preimplant­acional, aplicado a personas con enfermedad­es genéticas hereditari­as.

Se intenta realizar la fertilizac­ión in vitro y elegir a aquellos embriones que son saludables, eliminando a los enfermos. En lugar de hacer desaparece­r un problema del cuerpo, la meta es tratar de identifica­rlo en el embrión. El uso de este recurso es- tá siendo muy debatido y despierta una fuerte polémica.

El CRISPR-Cas9 es un capítulo de lo que se denomina ciencia básica, y que está lejos de ser empleado en la práctica clínica cotidiana. Aún hay un largo camino a recorrer, y está lleno de desafíos científico­s, legalos y éticos a resolver.

EL DEBATE. En el plano legal, hay quince países europeos que prohíben cualquier intento de cambiar la línea germinal humana, o sea, lo que se hizo en los Estados Unidos sobre embriones con miocardiop­atía. En ese caso, lo que se impide es la alteración de los embriones y su implantaci­ón en el útero.

En los Estados Unidos hay una ley que no permite la utilizació­n de fondos públicos para crear embriones humanos para investigac­ión. El estudio actual, por ejemplo, fue financiado por empresas privadas y fondos universita­rios. A pesar de esas limitacion­es legales, en el ámbito científico ya se apuesta a que, en menos de dies años, la línea germinal de algún bebé ya nacido habrá sido alterada. Eso significa que tal vez un “bebé CRISPR” ya esté en el horizonte, y las implicanci­as éticas de eso son enormes.

Tan monumental­es son, que la propia Jennifer Doudna cuenta en un libro que, al iniciar sus investigac­iones, solía tener una pesadilla en la que Adolf Hitler le preguntaba sobre la nueva técnica. La misma investigad­ora teme que la técnica tenga un uso aberrante, como revivir la eugenecia nazi, que mataba seres humanos “defectuoso­s”. Y las consecuenc­ias van incluso más allá: ¿quién podría garantizar que no se buscará, en un futuro, alterar los embriones para lograr que un bebé sea más bonito, más fuerte, más inteligent­e?

La ciencia actual no es capaz de manipular un embrión con toda esa complejida­d, pero ese es un futuro posible. Por eso, la discusión ética está en toda su efervescen­cia.

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FOTOS: CEDOC.
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FOTOS: CEDOC. TÉCNICA PROMISORIA. El método permite reparar fallas en embriones creados por medio de fertilizac­ión in vitro (izq.). El equipo científico (der.).
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FOTOS: CEDOC. COPYRIGHT VEJA. CON LÍMITES. Los científico­s no implantaro­n los embriones en un útero, porque está prohibido.

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