Olé

El Muñeco fue el mentor de otra gesta histórica. “Va a quedar en la memoria de todos”, contó. Y ahora quiere más.

- POR MARTÍN BLOTTO mblot to@ ole.com.ar

Es el cerebro que planificó la remontada. Es la figura que contagia, inspira la fe y derriba utopías. Es el maestro mayor de obras que no para de reconstrui­r al equipo. Es el ambicioso arquitecto de ilusiones monumental­es. Es el guionista y director de una película que nadie quiere que termine. Es Marcelo Gallardo, el hombre que no para de subir la vara y supera los límites de cualquier idilio ima- ginado. “Lo soñé así. Nos salió todo, no les dejamos levantar la cabeza en ningún momento. No nos relajamos ni cuando teníamos la ventaja que necesitába­mos para pasar de fase”, sostuvo el técnico. E invitó a todos a soñar junto a él. “Dije que era el desafío más importante porque no iba a ser fácil dar vuelta la serie. Había que tener mucha convicción, pasar un mensaje fuerte. Sabía que con el apoyo de la gente podíamos tener una noche histórica. Que esto sirva para lo que viene: estamos otra vez entre los cuatro mejores”, contó.

Cuando los argumentos para creer parecían agotarse, los hinchas e incluso los jugadores se abrazaron a un técnico cuya estampa ya es toda una imagen de culto. “¡Muñeco, Muñeco!”, fue el grito que estalló en el Monumental después del cuarto gol. Lejos de colgarse la medalla, algo despojado del perfume de la euforia que embriagó a todos, el entrenador eligió transitar el camino de la humildad y les adjudicó el mérito a sus futbolista­s: “Fue un partido perfecto desde lo táctico y lo futbolísti­co. Y fueron ellos los que llevaron lo estratégic­o a la perfección en el campo de juego. Los futbolista­s hicieron un encuentro increíble. No fue un rival débil, nosotros lo hicimos parecer débil”.

No sólo las más de 60.000 almas que reventaron las tribunas se rindieron a los pies del Muñeco. El técnico de Jorge Wilsterman­n, Roberto Mosquera, se acercó al vestuario de River después de la goleada para felicitar a su colega. Nada de lo que sucedió fue magia. Detrás del baile hubo un estratega que supo encontrar la llave para entrarles a los bolivianos. “Vi partidos del rival. Los que Wilsterman jugó frente a Atlético Mineiro (1-0 y 0-0) fueron los que me dieron la pauta de cómo teníamos que tratar de jugarles: buscando los espacios, atacando por adentro. Elegí la línea de tres en el fondo porque vi cómo le habían jugado ellos al Mineiro”, detalló Gallardo. Sin embargo, más allá del pizarrón, el entrenador ponderó al factor emocional y reconoció que esa fue la clave principal de la remontada: “Se decía que darlo vuelta era un milagro, una hazaña, pero el grupo y la gente se aferraron a la creencia de que era posible. Va a ser uno de los encuentros más recordados de mi ciclo. No levantamos ningún trofeo, pero va a quedar en la memoria de todos nosotros y de los hinchas. Llegamos a la semifinal con un envión muy grande”.

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