UNA CASACA ESPECIAL
El viernes fue el Día Mundial de Lucha contra el Cáncer de Mama y, para ayudar a tomar conciencia de esta enfermedad que se puede prevenir, Independiente ayer utilizó una camiseta especial, de un tono coral. Bien ahí.
Hay algunas verdades (cuestionables, por supuesto) que en el fútbol de vez en cuando salen a la luz para bajar algunos mitos nuestros plagados de exitismo: por ejemplo, ayer en Avellaneda quedó en evidencia que los partidos los ganan los jugadores por más que tengas en el banco a Superman de entrenador. Si el volante que tenés enfrente la pisa, la toca y la ves pasar y pasar, no hay indicación táctica que sirva. Si el nueve pica al vacío y te saca tres metros, no hay conito ni flechita en el pizarrón que logre frenar la diferencia. Independiente bajó a tierra a Huracán. Le demostró que es muchísimo más equipo. Por escándalo. Lo dice Serrat: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Y lo que se vio en cancha fue contundente: el Rojo lo aplastó desde que arrancó el partido, jugó al gato y al ratón y hasta le hizo precio. No hay vueltas.
En apenas 15 minutos, el equipo de Holan le había creado al Globo cinco situaciones de gol. Una entró, la de Gigliotti cuando apenas iba un minutito de juego, con un pase descomunal de Gaibor, el ecuatoriano al que todavía lo están estudiando porque no le sacan la ficha, el que se destapó de una buena vez para dejar en claro que tiene talento, toque profundo y visión de juego. Bienvenido. La voracidad del Rojo se evidenció en la presión alta, en la rotación de los volantes y, sobre todo, en la rapidez en la transición defensa-ataque. Jamás hubo equilibrio de fuerzas. Porque mientras Gaibor triangulaba con Meza y Benítez, el mediocampo de Huracán sólo la vio pasar. Se notó la ausencia de Damonte. El doble cinco jamás contuvo, los volantes externos no se metieron en juego y el fondo hizo todo casi mal. Si los muchachos de Lechuga tuvieron alguna chance de soñar, fue por alguna pelota parada. Pero no siempre el rival se descuida y lo paga.
Independiente hizo, tal vez, su mejor partido en mucho tiempo. No hubo puntos bajos. Sí un laburo colectivo sólido. El equipo supo amalgamar dos aspectos del que poco pueden jactarse: tiene pausa (Meza y Gaibor) con explosión (Benítez y Cerutti). A todo esto, cuenta con un delantero de área que, como él dice, está en su mejor momento: todo lo que le cayó a Gigliotti fue gol o peligro de gol. Si el nueve hubiese estado más fino, hubiese sido un afano suspendanlo... Pese a las bajas por lesiones, a los jugadores que llegaron sobre la hora de sus viajes con sus selecciones, el Rojo dejó en claro que eso de pelear la Superliga no es verso. Jugó un partido de la san Puma.