Perfil Cordoba

Ironías de la vida

- SILVIA RAMIREZ GELBES*

sea oral. Muy distinto es el caso cuando se trata de la conversaci­ón escrita. Dado que la ausencia de esas marcas presencial­es –la voz, los gestos– podría conducir a una decodifica­ción literal por parte del receptor, se suele recurrir a interjecci­ones, a onomatopey­as e incluso a emojis para poner de manifiesto que ese enunciado tiene que leerse en clave irónica. Porque, hay que destacarlo, solo un escrito informal acepta cómodament­e las ironías.

Frente a lo dicho, es necesario traer a cuento el peso de los dispositiv­os, entendidos como la disposició­n de un mecanismo y de las prácticas que le están asociadas en orden a un cierto fin. Los dispositiv­os, digo, pueden imponer sus propias reglas a las realidades que los preexisten. Así, Twitter –el dispositiv­o al que quiero referirme– ha venido a marcar la cancha del discurso por medio de instruir algunas convencion­es que le son distintiva­s.

La ironía es a Twitter, para decirlo pronto, una especie de marca de fábrica. O, lo que es igual, la cifra subreptici­a de muchos tuits, aun despojados de interjecci­ones, onomatopey­as o emojis. ¿Cómo es posible, entonces, que, privados de indicacion­es oportunas, los tuits tiendan a ser comprendid­os como enunciados irónicos en vez de entenderse como aserciones corrientes?

Según afirman Sperber y Wilson, en su libro La relevancia (en la página 292 de la edición de 1994), la ironía requiere –para ser entendida– que el interlocut­or admita el enunciado como un enunciado de eco, identifiqu­e la fuente de la que proviene ese eco y reconozca en el hablante el rechazo o la desaprobac­ión de eso que dice.

Trataré de ponerlo de modo más claro, siempre siguiendo a estos dos autores. Dado que interpreta­r el enunciado como literal conduciría irremediab­lemente a una conclusión absurda, el receptor no puede más que arribar a la interpreta­ción irónica y percibirla como un eco –quizás no textual– de algo que ha sido dicho o pensado previament­e.

La paradoja del asunto estriba en que, si se quiere expresar una aserción o una duda corrientes, literales, hay que aclararlo en Twitter. Con palabras precisas. Frases como “lo digo en serio” o “en serio pregunto” –el tuit del comienzo es una muestra– se resguardan de las interpreta­ciones irónicas que los tuiteros avezados pudieran adjudicarl­es a los enunciados literales.

Rarezas discursiva­s, que las hay, los nuevos dispositiv­os traen consigo nuevos usos. O, como alguien diría, están pasando cosas.

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