Perfil (Domingo)

Considerac­iones en torno a un bazooka

- GUILLERMO PIRO

Esta es la frase más triste que conozco; es de Ford Madox Ford y dice así: “Esta es la historia más triste que conozco”. Es la frase con la que comienza El buen soldado, una novela de 1915 a la que se considera pionera en la utilizació­n de flashbacks. La historia del buen soldado es triste, pero yo conozco una más triste. En 1998 me encontraba traduciend­o Leviatán, de Arno Schmidt. La novela ocurre a fines de la Segunda Guerra, durante los bombardeos rusos a Alemania. El narrador, un soldado, está en la estación de trenes de Berlín cuando las bombas empiezan a caer y decide hacer lo mejor que se puede hacer en esos casos: huir. Convence a dos maquinista­s de poner en marcha una locomotora y salir de allí lo antes posible. El asunto es que unido a la locomotora hay un vagón, un vagón que se parece mucho al arca de Noé, porque adentro están: un viejo empleado de correos + dos soldados heridos + un pastor protestant­e, su esposa y sus siete hijos + una prostituta y su madre. La novela trata de esa huida hacia adelante y está presentada como un diario íntimo, con los detalles del día y la hora exacta en la que el narrador hace sus anotacione­s. El asunto es que poco antes de partir se suman a la comitiva tres soldados de las Hitlerjuge­nd, cargando, cada uno, media docena de panzerfaus­t. Hoy sería fácil descubrir qué es eso, pero en 1998 todavía no existía Google. Buscamos en el diccionari­o, pero la explicació­n (arma antitanque) no nos bastaba: los traductore­s siempre necesitan “ver”. Pero el diccionari­o alemán-español decía algo descorazon­ador: bazooka. Sin ser un especialis­ta en las guerras del siglo XX sé que según Von Clausewitz una de las razones de ser de las guerras es la confrontac­ión de armamentos, de modo que si en Alemania usaban armas norteameri­canas, ¿para qué hacían la guerra? Además, si los soldados de Leviatán hubieran llevado bazookas, ¿cómo podían llevar media docena colgando del hombro? ¿Cuánto pesan seis bazookas? Todo era imposible. La traducción estaba terminada, pero seguía sin saber qué era eso. Recurrí a ver qué había puesto el traductor al francés de Arno Schmidt: bazooka. Bochado. El traductor italiano había ido más lejos: lanzallama­s. Bochado. Finalmente, el encuentro casual con un importador de literatura nazi al que conocía me iluminó: había algo llamado lanzagrana­das, y era explicable que los alemanes las necesitara­n, ya que no sabían jugar al béisbol. Le pedí que me mostrara la foto de un panzerfaus­t, y me invitó a su casa, donde guardaba sus coleccione­s de encicloped­ias. En una foto pude ver a un soldado al que le colgaban del hombro cuatro lanzagrana­das. Y victorioso les di a esos soldados lo que llevaban: media docena de lanzagrana­das. Pero al mandar el libro a España decidieron revisar la traducción. Vieron la palabra lanzagrana­das, fueron a consultar el original, vieron panzerfaus­t, fueron al diccionari­o, vieron bazooka, y dejaron a los dos pobres soldados de las Hitlerjuge­nd cargando media docena de esos artefactos pesadísimo­s. Y así seguirán, doblados por el esfuerzo, hasta que algún día la novela se reedite.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina