Un uso naturalizado y en aumento
Se han ido instalando en la cultura los fármacos no como opción terapéutica sino como los que “resuelven” los problemas y angustias que conlleva vivir. Los medicamentos se han convertido en objetos que “garantizan la felicidad y el bienestar de la vida”. La mayoría (66%) de los usuarios obtiene los tranquilizantes sin receta médica. Esta ingesta, combinada con bebidas alcohólicas, ocupa el segundo lugar entre los motivos de consulta por intoxicaciones, con el 11%. El abuso en el género femenino está ligado predominantemente a crisis depresivas o situaciones de descontrol emotivo. Y en el adolescente, vinculado con la búsqueda de sensaciones placenteras o de evasión y muchas veces constituido por la droga de iniciación. Los jóvenes han sido socializados en el consumo como modo de satisfacción de sus deseos y necesidades. No se trata sólo de fenómenos dopaminérgicos sino una resultante de la interacción dinámica de los cambios: físicos, psíquicos, intelectuales, socioambientales y espirituales, desde una visión integral y no reduccionista de la persona humana. La subjetividad anclada en la lógica del consumo favorece modalidades adictivas, satisfacción pulsional inmediata y desinvestidura del pensamiento y la palabra, con los consecuentes riesgos del incremento de las conductas violentas. Desde el punto de vista de políticas de salud, es importante recordar que el balance apropiado para una regulación efectiva del uso de los medicamentos es responsabilidad de los organismos regulatorios del Estado. Desde el punto de vista médico es fundamental subrayar la importancia del uso racional de los psicofármacos y recordar que no es la única alternativa para mitigar el sufrimiento humano. * Director de Psiquiatría y Salud Mental del Instituto de Neurociencias Buenos Aires (Ineba).