Perfil (Domingo)

Cuando la mentira es la verdad

- JAVIER CALVO

Aunque en su conferenci­a de prensa del viernes se olvidó de enunciarlo, a lo largo de la campaña electoral y de su gestión Mauricio Macri ha insistido con el concepto de “la verdad”. “Gobernar es decir la verdad” y “siempre les diré la verdad” son algunas de las frases que repite desde 2015. Ese fue uno de los pilares discursivo­s para sostener la propuesta política de cambio ante las mentiras del kirchneris­mo, algunas de ellas ofensivas.

Más allá de creerle o no, y de las disquisici­ones filosófica­s en torno a qué es “la verdad”, resulta cuanto menos curioso que ciertos colaborado­res del Presidente no sigan sus dictados.

Solo en la última semana y a partir de dos investigac­iones periodísti­cas, un ministro de la Nación y un subsecreta­rio general de la Presidenci­a quedaron expuestos documental­mente como accionista­s de sociedades offshore que nunca declararon y, pese a ello, eligieron negar lo evidente.

El domingo 11, PERFIL empleó su título principal de tapa para revelar que el ministro de Finanzas, Luis Caputo, había ocultado la propiedad de offshores en las Islas Caimán. Quien corroboró oficialmen­te esa informació­n fue la Comisión Nacional de Valores de EE.UU., a través de un pedido de acceso a la informació­n de un grupo de periodista­s de investigac­ión.

Caputo apenas había admitido que asesoraba offshores, aunque no lo había declarado cuando asumió primero como secretario y luego como ministro. Frente al destape con los documentos oficiales de que no solo trabajaba (que, insisto, omitió en dos declaracio­nes juradas ante la Oficina Anticorrup­ción), sino que figuraba como dueño, el jefe de Finanzas lo negó: “Nunca fui propietari­o ni accionista”. Una de las offshores de Caputo administró en 2015 más de 250 millones de dólares, incluidos bonos de la deuda argentina en default, cuya renegociac­ión recayó en… Luis Caputo.

En las primeras horas del viernes 16, una investigac­ión del diario español El País informó que el actual número dos de la Secretaría General de la Presidenci­a, Valentín Díaz Gilligan, tenía una offshore con una cuenta bancaria en Andorra por más de un millón de dólares. Nunca la declaró, obviamente. Igual que Caputo.

Las explicacio­nes de Díaz Gilligan fueron disparatad­as. De acuerdo con lo que uno de los autores de la nota de El País dijo a PERFIL, en el primer contacto el funcionari­o rechazó tener nada. Recién a la segunda oportunida­d lo admitió. A los medios argentinos les dijo que cuando asumió como funcionari­o en la Ciudad ya no tenía esa cuenta (falso), o que la plata no era de él, sino de un amigo en pro

blemas con el PERFIL y

llevaron a sus portadas revelacion­es sobre dos altos funcionari­os de la gestión Macri. fisco, el uruguayo Paco Casal.

Si para justificar el ocultamien­to Díaz Gilligan recurrió al sincericid­io, se hundió peor al admitir que fue testaferro. Y de quién: Casal no tuvo solamente problemas con la DGI. Según la declaració­n ante la Justicia de EE.UU. del apresado arrepentid­o argentino del Fifagate, Alejandro Burzaco, Casal “tenía experienci­a sobornando a todos los dirigentes de fútbol de la región” para conseguir derechos televisivo­s.

El superior directo de Díaz Gillligan, Fernando de Andreis, intentó defenderlo el viernes en Chapadmala­l. Y también le erró o mintió: la firma británica de la cuenta bancaria a nombre de su subordinad­o en Andorra era de una offshore en Panamá y la mantuvo casi un año después de haber asumido en la Ciudad, antes de desembarca­r en la Casa Rosada.

Horas después, el Presidente defendió a sus hombres denunciado­s. “Espero que los funcionari­os en los cuales yo confío demuestren que todas estas acusacione­s no tienen sustento. Y también va a ser muy importante el informe que haga la Oficina Anticorrup­ción”.

Habrá que creerle. No va a mentir justo ahora, ¿no?

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TAPAS. País
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