Los giros y sorpresas de la colección Lorenzo, por Ana María Battistozzi
Ejemplar por su coherencia y representatividad, la colección de José Luis Lorenzo se exhibe por tercera vez, ahora con una interesante lectura de la curadora Florencia Battiti.
Las motivaciones del coleccionismo pueden ser infinitas. Tanto como sus caminos y resultados. Pero lo cierto es que en un conjunto en el que la ambición de poseer aflora como consecuencia de la voluntad de saber, se nota una pulsión de deseo que se ha impuesto al afán de especular, tan extendido en estos tiempos.
El itinerario de una colección, entendida como una suma de avances y retrocesos, de cambios de rumbos y nuevas aperturas es lo que mejor describe la hoja de ruta que siguió José Luis Lorenzo en esta tarea. Convertido en referencia insoslayable para la nueva generación de coleccionistas que modelaron la interesante escena cultural de los últimos años en su provincia, y también para aquellos que en la última década renovaron la escena nacional, este arquitecto cordobés comenzó a coleccionar hace veinte años. Como suele ocurrir en todo comienzo, adquirió obras de pequeño formato, en su mayor parte, pinturas de los maestros cordobeses.
Pero sus intereses no tardaron en emprender nuevos rumbos con el giro radical hacia las manifestaciones del arte contemporáneo que caracterizan el tono que exhibe en la actualidad. Así ingresaron otras piezas y otros formatos con el foco puesto en la fotografía, la fotoperformance y la instalación. Y sobre todo, una especial atención en los entonces jóvenes artistas cordobeses que luego adquirieron proyección nacional e internacional. Tales los casos de Hugo Aveta, Ananké Assef y Adriana Bustos, por citar sólo tres de ellos. Con el tiempo, ese giro de la colección, emprendido allá por el 2005, implicó un crecimiento sustancial que sumó no sólo piezas fotográficas, sino trabajos de Matías Duville, Pablo Siquier, Claudia Fontes, Martín Carrizo, Martín Legón, Chiachio y Giannone y Román Vitali, por lo que el ámbito doméstico no fue ya suficiente para albergar ese conjunto de dimensiones imprevistas, armado por fuera de toda perspectiva especulativa. Así surgió Espacio Colón en el centro de Córdoba, un ámbito especial e independiente para la colección. Aun así y, a pesar de sus generosas dimensiones, no fue posible desplegarla en su totalidad. Con la lógica innovadora que rigió el proyecto desde un principio, el Espacio Colón abrió en julio de 2016 con Album *1, la primera muestra que, como cabía suponer, hizo eje en la fotografía. Gabriel Valansi, artista, asesor de Lorenzo y de algún modo quien delineó parte del itinerario que la colección siguió al hacer foco en esta práctica, fue responsable de la curaduría en esa ocasión. Fue un momento clave para la vida cultural cordobesa y una gratísima sorpresa para quienes no estaban al tanto del progreso que el conjunto fue experimentando en los últimos años transcurridos desde su primera formación.
Junto a ese conjunto de grandes maestros y pioneros de la fotografía moderna como Martín Chambí, August Sander, Grete Stern y Anatole Saderman, hizo convivir a un crítico de la tradición fotográfica moderna como el catalán Joan Fontcuberta, a Nan Goldin y la célebre serie conceptual del mar de 1989 de Hiroshi Sugimoto, Junto a todo esto, una selección de los más destacados representantes de la fotoperformance y la fotografía conceptual argentina que irrumpieron entre fines de los 90 y el presente: importa mencionar entre ellos a Res, Graciela Sacco, Adriana Lestido, Alejandro Kuropatwa, Santiago Porter, Nicola Costantino, Rosana Schoijett, Ananké Assef, Marcos López, Hugo Aveta, Adriana Bustos y Gabriel Valansi, sin duda uno de los mejor representados por la colección en sus distintos itinerarios productivos.
Aquel salto a la escena pública de 2016 no sólo instaló por primera vez en Córdoba un proyecto de ese tenor, sino también un programa curatorial que cada año fue proponiendo nuevas lecturas del conjunto. La iniciativa generó nuevas perspectivas, en sucesivas presentaciones. La semana pasada inauguró Album * 3, el capítulo más reciente de esta serie, con curaduría de Florencia Battiti y diseño de montaje de Daniel Fischer.
Esta propuesta eligió abarcar diversas disciplinas y reorientar la mirada hacia la trama de afinidades estéticas que la habitan. Battiti trazó así un sistema de relaciones poéticas a partir de citas e innovaciones de géneros de larga data como el retrato –individual y colectivo– o la naturaleza muerta. Por caso, lo que llevó a cabo ese excelente retratista que fue Alex Kuropatwa en una de las piezas clave de Cóctel, serie fundamental de los 90. O bien las distintas vertientes de autorretratos performáticos que caracterizan la obra de Nicola Costantino en el último lustro y se encuentran generosamente representa-