Ecos

Juan Riquelme Rumbo al puerto

Der Lotse, der die Schiffe sicher in den Hafen von Bilbao führt.

- TEXTO Y FOTOS: ÁLEX AYALA UGARTE

PPara acceder a su puesto de trabajo cuando tiene guardia y le asignan un barco que está a punto de acercarse al puerto, Juan Riquelme sube por una escala de cuerda con varios apoyos de madera y una altura, a veces, de dos, tres o más pisos. La aventura comienza en el “vaporcito”, una embarcació­n con 14,5 metros de eslora, motores de 400 caballos y el casco reforzado –que antiguamen­te funcionaba a carbón– desde la que Riquelme accede al buque. El momento crítico casi siempre es el del abordaje: cuando una ola inesperada o un resbalón pueden acabar con un hombre al agua; o lo que es peor: con una costilla hecha trizas; o lo que es aún peor: con una muerte por hipotermia. Pero alguien como Riquelme –camisa blanca, gorra a lo capitán Haddock, voz de barítono– está acostumbra­do a lidiar con la amenaza de un accidente cada vez que un barco se mueve.

Su misión es dar las instruccio­nes precisas desde el puente de mando, para que el barco no encalle durante la marea baja ni se lleve un muelle por delante, descontrol­ado, con la fuerza de 80 000 o más toneladas de fierro. Y hacerlo una y otra vez sin cometer errores de bulto en un puerto como el de Bilbao, repleto de trampas –bancos de arena, dobles corrientes o fuertes vientos–, es una proeza que se ha vuelto cotidiana de tanto que se ha repetido. A Bilbao entran barcos de todo tipo: graneleros, quimiquero­s, portaconte­nedores y gaseros, por ejemplo. A los encargados de dar las indicacion­es a los capitanes durante el atraque o en el desatraque los llaman prácticos, y Riquelme, que está a punto de cumplir 70 años, es

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ESCALA DE CUERDA
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PORTACONTE­NEDORES

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