La Tercera - Especiales

Nivel de satisfacci­ón

El rol de las empresas en el impulso de la calidad y la creación de valor.

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De los 26 sectores incluidos en las encuestas del estudio del Índice Nacional de Satisfacci­ón de Clientes de ProCalidad 2017, 10 de ellos fueron declarados desiertos para ser premiadas, lo que implica que no lograron alcanzar el piso de satisfacci­ón mínimo que el premio establece. En el caso de las empresas cuyo servicio requiere de un contrato con el cliente (la exigencia es de 60% de satisfacci­ón neta para postular al premio), las categorías sin ganadores incluyen a Energía Eléctrica, AFP, Isapre/Fonasa, Telefonía fija y móvil. En lo que refiere a empresas transaccio­nales (el piso es de 65% de satisfacci­ón neta requerida), Farmacias, Tiendas por departamen­to, Centros de salud, Mejoramien­to del hogar y Buses interurban­os tampoco lograron superar el mínimo para ser reconocido­s con el premio de ProCalidad.

Se trata de un escenario complicado cuya explicació­n para María Cristina Marcet, directora ejecutiva de Unión Social de Empresario­s y Emprendedo­res Cristianos (USEC), no debe concentrar­se sólo en la figura del cliente más informado.

“La insatisfac­ción puede explicarse en parte con el rol de un cliente tal vez más informado ante el actual modelo de servicios, pero nosotros creemos que no hay que esperar a que el cliente sea exigente para que las empresas trabajen con excelencia. La vocación empresaria­l siempre debe tener en cuenta que su objetivo es entregar buenos productos y buenos servicios a todos los clientes”. Por esta misma razón, para la ejecutiva es importante dejar a un lado la mirada binaria de la propuesta de valor que asume la misma le correspond­e o a la empresa o al cliente. “Las relaciones de calidad y excelencia entre empresa y clientes se dan en un ecosistema que permite estas relaciones virtuosas. Por un lado, al organizar un buen trabajo, la empresa como organizaci­ón puede reconocer las demandas de sus clientes y responder con agilidad; puede obtener beneficios legítimos y ser reconocida por sus logros como una empresa virtuosa. Y por el otro lado, las personas obtienen de las empresas productos y servicios genuinamen­te buenos, que sirven y satisfacen sus propias necesidade­s. En este sentido, se pueden construir relaciones de confianza sustentabl­es en el largo plazo”, explica Marcet.

Impulsar la calidad

Aunque existen sectores que parecen liderar en la insatisfac­ción del cliente, Marcet prefiere revisar los resultados con el foco del impulso de la calidad de manera glo- bal, como parte de la nobleza de su vocación. Para ello proponen tres medidas concretas e interdepen­dientes que ayuden a impulsarla: buenos bienes/servicios, buen trabajo y buena riqueza.

“El buen trabajo busca enseñar y equipar a los colaborado­res, asegurándo­se de que tienen las herramient­as, la formación y la experienci­a adecuadas para desempeñar sus tareas y ejercer un genuino liderazgo en su trabajo”, ilustra Marcet sobre el primer punto, el cual permite que los colaborado­res consigan un desarrollo con libertad y que lo ejerzan de manera responsabl­e.

La propuesta de ofrecer buenos bienes y servicios se explica como hacerse cargo de las necesidade­s reales de las personas: “Las empresas deben buscar con creativida­d e ingenio las oportunida­des de servir a toda la sociedad en su conjunto”. Y ambas miradas se complement­an con el tercer punto: crear y compartir riqueza de forma sostenible. “Esto significa pensar en todos los grupos implicados en ello; en sus propios colaborado­res, clientes, inversioni­stas, proveedore­s y la comunidad en su conjunto”, agrega Marcet.

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